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Mario Francisco Hernández de doce años y José Leonel Bello de catorce años, decidieron trabajar como payasos siguiendo el ejemplo de dos jóvenes que realizan este oficio en los alrededores de Ciudad Sandino.

Pequeños payasos llevan risas a los buses

Los payasos que abordan los buses ya se han hecho populares y las payasadas se han convertido en un modo de vida Arlen Pé[email protected] Hacer reír a los pasajeros de los buses del transporte colectivo de Managua no debe ser tarea fácil, ya que tienen que lidiar con la incomodidad de las desvencijadas unidades, el […]

  • Los payasos que abordan los buses ya se han hecho populares y las payasadas se han convertido en un modo de vida

Arlen Pé[email protected]

Hacer reír a los pasajeros de los buses del transporte colectivo de Managua no debe ser tarea fácil, ya que tienen que lidiar con la incomodidad de las desvencijadas unidades, el apretujamiento, el calor, los olores y, en estos últimos días, el aumento de la tarifa que sufren los pasajeros, pero se ha convertido en una nueva forma de “trabajar”.

Mario Francisco Hernández de 12 años y José Leonel Bello de 14, se iniciaron en el negocio de las payasadas en abril de este año. Entre los dos ganan un promedio de 400 córdobas diarios y se lo reparten “mita y mita”.

Mientras Mario se los entrega a su mamá para ayudar en la casa y para pagar sus estudios, José Leonel los ahorra para posteriormente comprar un bolso para cargar medicinas y venderlas en los buses, que era el oficio al cual se dedicaba antes de “payasear”.

Mario Francisco cursa primer año de secundaria y es el mayor de cuatro hermanos. Él miró a un par de payasos en Ciudad Sandino. “Yo me fijaba en ellos y quise hacer lo mismo que ellos, me fijaba en lo que hacían, me fui al mercado a comprar ropa, pinturas y después empecé con pequeñas cosas. Ahora ya sé bastante”, comentó.

Para estos niños lo mejor es hacer reír a las personas en lugar de estar aburridos en sus casas. Comentaron que a los cobradores y conductores de buses les gusta lo que hacen y los llaman para que entretengan a los pasajeros.

“Lo más difícil de este trabajo es cuando nos subimos a unos buses llamados Pegaso y uno tiene que hablar cuando el ruido del motor es muy fuerte. Lo más cansado es que en ocasiones uno tiene que gritar y la gente no te da ni un peso”, aseguró Hernández.

José Manuel Bello conoció a su compañero en las paradas de buses, cuando éste vendía medicinas como jabón de sábila y caramelos para la garganta, lo cual tuvo que dejar porque le robaron el bolso en el que las cargaba.

José Manuel se encontraba enfermo de la garganta y por eso no estaba disfrazado el día en que fue entrevistado por LA PRENSA. “Vengo con él a payasear, pero amanecí enfermo, aunque ya me siento un poco mejor”.

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