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Janos

Luis Sánchez S. [email protected]

El 9 de agosto del 2002 escribí en esta misma columna un artículo sobre el origen del nombre de ese mes, y de pasada señalé que el nombre del mes de enero “viene de januarius, que significa puerta. Fue dedicado a Jano, el dios que inventó las puertas y guardaba las llaves. Además, tenía dos caras con las que miraba simultáneamente al pasado y al futuro”.

Y en la columna de la semana pasada, apunté que según el mito griego de Cronos (Saturno en la mitología romana), cuando éste fue destronado por su hijo Zeus o Júpiter, se refugió en el Lacio, donde enseñó a los latinos el arte de la agricultura y se vivió entonces una época feliz conocida como Edad de Oro.

Saturno fue generosamente acogido por el rey del Lacio, Jano, hijo de Apolo y de la ninfa Creusa, y por eso el dios desterrado en agradecimiento concedió al rey de los latinos el don de conocer el pasado y adivinar el futuro. Luego, por sus múltiples atributos Jano fue convertido en dios por decisión de Rómulo, fundador legendario de Roma junto con su hermano Remo. Después, Numa Pompilio, segundo rey de Roma, instituyó la orden de los Salios (también creó las órdenes de los Augures, las Vestales y los Pontífices), que fueron los sacerdotes consagrados al culto a Jano.

Según algunos mitólogos la palabra Janos viene de Diana, la diosa cazadora, pero es más aceptada la versión de que se deriva del vocablo ianua, como se llamaba a las puertas que tenían forma de arco. Eso explicaría por qué Numa hizo construir el templo a Jano en forma arquitectónica de un arco doble.

El mismo Numa determinó que las puertas del templo a Jano debían estar abiertas todo el tiempo que Roma estuviera en guerra, y al parecer esa costumbre se originó de cuando el Rapto de las Sabinas que perpetraron Rómulo y sus compañeros para fundar la primera comunidad romana. Los sabinos, gracias a la traición de Tarpeya, que les abrió las puertas de la ciudad, lograron entrar y estuvieron a punto de matar a todos los romanos, pero Jano hizo brotar un torrente de agua hirviendo que cayó sobre los asaltantes y los obligó a retirarse. Y por eso Numa estableció que en tiempos de guerra las puertas de la ciudad debían permanecer abiertas para que Janos pudiera acudir en ayuda de los romanos, cuando éstos la necesitaran.

Tarpeya, a cambio de su traición había pedido a Tacio, el rey sabino, que le diera los brazaletes de oro que llevaban sus soldados. Pero cuando entraron a Roma, Tacio más bien ordenó a los sabinos que aplastaran a la traidora con sus pesados escudos. Después Rómulo ordenó que Tarpeya se llamara a la roca desde donde arrojaban, para ejecutarlos, a los peores criminales de Roma.

Jano presidía todo lo que se abre y se cierra: puertas de una casa o de la ciudad, faenas, combates, años, etc., y por eso sus símbolos eran una llave y un báculo (bastón de viajero) con los que controlaba y protegía la ciudad.

Como Jano era el dios de todo lo que comienza, los romanos lo invocaban inclusive antes que al mismo Júpiter, y al levantarse rezaban la oración Ianus Matutinus. Por eso le dedicaron el primer mes del año, Ianuarius, y las Calendas (primer día del mes) de enero eran las más alegres de Roma.

Jano procreó con la ninfa Camasena a su hijo Tiberino, epónimo (que dio su nombre) del río Tíber, el más famoso de toda Italia.

Editorial
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