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Los idiomas del Presidente

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Los idiomas del Presidente


Michael Eliot
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En su columna Fabián Medina (En letra pequeña) del jueves 22 de enero corriente, describe la decisión del presidente Enrique Bolaños de dirigirse a un grupo de extranjeros en inglés, como un ejemplo de mal gusto.

Otro observador podría llegar a la conclusión que el presidente Bolaños estaba actuando como un buen anfitrión, simplemente tratando de asegurarse que sus huéspedes se sintieran bienvenidos. Y el hecho que él es el Presidente de la República y que no tenía la obligación de comunicarse en el idioma de sus huéspedes, agrega un cierto toque de distinción a este acto público. Se trata, como se suele decir, de una elegante condescendencia.

Un observador más podría percibir este acto como una táctica muy sensible. ¿Acaso este discurso no tuvo lugar el mismo día en que los diputados arnoldistas iban en un peregrinaje hacia El Chile, a recibir instrucciones para formar las nuevas comisiones del Poder Legislativo? ¿O era el día en que los miembros de la Contraloría iban en el mismo peregrinaje? Los extranjeros no se dejan distraer por el áspero sentido del humor del doctor Argüello Poessy, simplemente se sorprenden al ver un contralor que hace una visita de cortesía a un convicto que ha sido condenado por lavado de dinero.

Asimismo los inversionistas están muy preocupados por el estado del sistema judicial nacional. El hecho que los casos en la Corte —a pesar de sus méritos— se puedan negociar como una alfombra en el mercado, es generalmente considerado como corrupción. Casi todas las organizaciones internacionales han implorado al país que limpie el sistema judicial, pero parece que algunos políticos están interesados solamente en aquellos cambios que pueden corromper el sistema judicial aún más.

El presidente Bolaños y quienes trabajamos para atraer inversiones internacionales a Nicaragua nos enfrentamos a un reto enorme: los hechos. Para todos los cambios positivos recientes en el país, muchas de las reformas más urgentemente necesitadas están siendo retrasadas por aquellos hombres cuyo continuo aferramiento al poder es un gran misterio para los observadores externos.

Más y más los inversionistas se preguntan cómo es posible que estos caudillos, famosos a nivel internacional por sus fracasos y cuyos efectos siguen afligiendo el bienestar económico del país, sigan sosteniendo las riendas del poder. Los observadores internacionales preguntan con razón: ¿cuándo será que las personas decentes finalmente les darán la espalda?

Se habla mucho de la ignorancia de los extranjeros acerca de Nicaragua y demasiado a menudo la mera mención de este país provoca preguntas acerca de armas y soldados. Pero los inversionistas serios saben muy bien cuáles son los verdaderos problemas de la Nicaragua de hoy.

Los inversionistas aceptan que se necesitará tiempo y recursos para crear una infraestructura física e intelectual. Pero lo que es mucho más difícil de aceptar es la aparente voluntad de la gente de tolerar las causas de los grandes fracasos humanos que siguen afligiendo al país.

El presidente Bolaños ha viajado mucho y ha trabajado muy duro —y ha hablado en inglés— para mejorar la percepción que el mundo tiene de Nicaragua. Pero ninguna percepción puede esperar indefinidamente para que la realidad alcance el optimismo. Al final la gente debe demandar que los cuatros poderes y las instituciones críticamente importantes sean tratadas con respeto —por lo menos por las personas responsables para su operaciones— y que Nicaragua se deshaga de los tenaces fantasmas del pasado.

Hasta cuando lo hagan el Presidente podría verse motivado a aprender italiano, alemán y japonés, tan pronto pueda.

Editorial
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