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Sólo cayó Alí Babá, faltan los 40 ladrones

Hortensia Rivas Zeledón

La corrupción gubernamental en Nicaragua comenzó con el gobierno liberal de José Santos Zelaya y continuó con la dictadura también liberal de los Somoza. En esa época se creía que bastaba cambiar de gobernantes para que el país fuera dirigido por personas honradas, democráticas y capaces, pero quienes sustituyeron al somocismo eran aventureros, asaltantes de bancos y totalitarios que resultaron más corruptos y tiranos que sus predecesores. Y cuando perdieron el poder, perpetraron el más grande atraco que se haya hecho con los bienes del Estado. Por supuesto que ellos se hicieron ricos, pero el país quedó empobrecido.

En los años ochenta muchos nicaragüenses desengañados y frustrados se fueron al exilio en busca de progreso y aires de libertad, porque aquí imperaba la opresión y la miseria. Los que nos quedamos luchando quijotescamente para que hubiera democracia, libertad y honestidad, creíamos que la corrupción era exclusiva de los regímenes totalitarios, pero bajo el primer gobierno democrático de esta época vino el “tonigate”, el contubernio y los cañonazos a los diputados “bukis”, o bucaneros, quienes después, con presteza se pusieron a la orden del corrupto Arnoldo Alemán.

En el primer lustro de los noventa, Alemán se autopresentó como el salvador de la Patria que iba a doblegar a los sandinistas, y engañó a mucha gente a quienes les dijo que votaran por él para no desperdiciar su voto. Pero fue el más grande desperdicio, pues a la primera miniasonada que le hicieron se doblegó y les cedió todo lo que pidieron, porque lo amenazaron con enjuiciarlo por los robos cometidos por él, sus concejales y sus amigos en la Alcaldía de Managua. Y como ya tenía planeado robar en grande en el Gobierno Central, en compañía de sus allegados, prefirió coludirse con los piñateros, les reafirmó las leyes 85, 86 y 88 para garantizarles todo lo robado en el 90 (al fin y al cabo entre gitanos no se leen la mano) y de ahí resultó el pacto libero-sandinista que es el más corrupto y perverso de toda la historia nacional y que tiene al país entero atado de pies y manos.

En enero del 2002, el nuevo Presidente, Enrique Bolaños emprendió muy solo una lucha cuesta arriba contra la corrupción, difícil de llevar hasta el fondo porque Alemán Lacayo escogió para diputados a muchos de los que bajo su gobierno desfalcaron al Estado y éstos no apoyan ni apoyarán al Presidente porque ellos también son candidatos al presidio. Por eso han hecho causa común con los sandinistas para bloquear las propuestas del Ejecutivo y para proteger a su cacique y a los otros corruptos que andan huyendo.

La lucha contra la corrupción no avanza a como quiere la gente decente y el país necesita, porque los poderes del Estado están en manos de dos partidos de corruptos. Por eso la justicia es tuerta, la Contraloría no investiga sino que oculta los delitos, o como cuando Agustín Jarquín era contralor que dijo que la deuda de diez millones de dólares que Herty Lewites no pagó al Banco Central ya había prescrito; y porque no pueden acusar a sus capos ni a sus correligionarios y hasta hoy el único que ha caído es Alí Babá (Alemán Lacayo) pero los otros ladrones están libres, aquí, como Byron Jerez, y fuera del país como Martín Aguado que se robó el dinero de los jubilados, Duquestrada, Gabriel Levy, Jorge Solís, etc. y nadie ha pedido su extradición y los otros ladrones y ladronas están protegidos por la diputación de propietarios y suplentes.

Pero la gente honesta debe apoyar e impulsar la lucha contra la corrupción para que llegue hasta el fondo, hasta que caigan los cuarenta ladrones que andan libres, lo mismo que el otro Alí Babá con sus otros cuarenta ladrones, para que Nicaragua pueda ser un país de oportunidades para su gente y para que nunca vuelvan gobernantes corruptos como Zelaya, Somoza, Ortega y Alemán.

La autora es directiva del Partido Conservador

Editorial
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