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Agustín alfaro Carnevalini (foto inserta). Él y su esposa Amparo López Núñez, en el bautizo de su hija Indiana María.

El compadre Agustín Alfaro

Fabio Carnevalini Cagliero es uno de los más grandes inmigrantes italianos venidos a Nicaragua, durante muchos años tuvo mucho protagonismo en la vida nacional. Contrajo matrimonio con Virginia Lena de origen alemán. Falleció el 25 de marzo de 1896, La Gaceta del 2 de abril de ese mismo año, publicó un extenso obituario dedicado a […]

Fabio Carnevalini Cagliero es uno de los más grandes inmigrantes italianos venidos a Nicaragua, durante muchos años tuvo mucho protagonismo en la vida nacional. Contrajo matrimonio con Virginia Lena de origen alemán. Falleció el 25 de marzo de 1896, La Gaceta del 2 de abril de ese mismo año, publicó un extenso obituario dedicado a don Fabio, en el que expresa: “Prestó importantes servicios a Nicaragua, justo es, pues, que honremos su memoria”. Un monumento le ha sido levantado en la Rotonda del Periodista, junto a Enrique Gottel de origen alemán.

Una hija, Lucila Carnevalini Lena, contrajo matrimonio con José Félix Alfaro, procrearon a Adolfo, José, Emiliano y Agustín. Nacido en 1921, Manuel Agustín Alfaro Carnevalini, cursó estudios de primaria y secundaria en el colegio Calasanz, ingresó a la Academia Militar de Nicaragua, egresando en la primera promoción en febrero de 1943.

En 1944 se casó con Amparo López Núñez, hija del general Camilo López Irías y doña María Núñez de López, radicados en Somoto. Fueron los padrinos el doctor Leonardo Argüello y señora, el general Anastasio Somoza García y doña Salvadora Debayle de Somoza. Se trataba del matrimonio de la hija de uno de los más destacados combatientes de la llamada Revolución Constitucionalista.

El 14 de septiembre de 1945, nace Indiana María Alfaro López, la apadrinaron el doctor Honorio Argüello Barreto y doña Blanca de Argüello. Ofició Monseñor Alejandro González y Robleto, Obispo de Matagalpa, futuro Arzobispo de Managua. El 28 de agosto de 1946 aumenta la familia con Manuel Agustín, fueron sus padrinos el entonces capitán Agustín Peralta y su señora; el capitán Guillermo Noguera y doña Maruca Rodríguez Somoza de Noguera.

EL GOLPE DE ESTADO DE 1947

En mayo de 1947, antes de cumplir un mes en la Presidencia de la República el doctor Leonardo Argüello Barreto, el general Somoza García, le da un golpe de estado, muchos oficiales de la Guardia Nacional, entre ellos Agustín Alfaro, permanecen fieles a los principios constitucionales y son expulsados del cuerpo militar que queda sometido al servicio de la dictadura somocista.

Se inicia para el ex teniente Alfaro Carnevalini una existencia de lucha que le lleva a la cárcel en varias ocasiones y distintos lugares. En toda conspiración contra Somoza está él y su hermano Adolfo, ambos sufrieron represión y exilio. Los dos tenían el agravante de estar ligados a familias liberales, Adolfo era casado con doña Laura Rodríguez Somoza, pariente del dictador, hermana de Francisco y José que llegaron a Generales de la Guardia Nacional.

Para la conspiración de abril de 1951, Agustín fue uno de los más activos organizadores, en el intento por derrocar al tirano perdió la vida. Adolfo se asiló, vivió muchos años en El Salvador donde conoció a un joven poeta, Rigoberto López Pérez, al que entrenaría para que ejecutara la acción que le costó la existencia al general Somoza García, el 21 de septiembre de 1956, en León.

En la entrevista, el coronel Peralta abiertamente rehúye hablar de la muerte de su compadre Agustín, “murió en combate, yo no vi el cuerpo, a mí me dijeron que estaba de posta en el campamento y se enfrentó con la patrulla. No supe dónde lo enterraron”. En su libro el Coronel Francisco Boza incluye a Agustín en la lista de los que fueron capturados vivos y luego fusilados.

Pero tratándose de su compadre, ¿usted no intentó verlo?, pregunté. El viejo militar cierra los ojos y dice un rotundo no, a la vez que insiste que murió en combate. Agregó que días antes del 4 de abril, Agustín llegó a la casa donde vivía pero no lo encontró. No supo para qué lo buscaba.

EL CALVARIO DE UNA FAMILIA

Las consecuencias familiares de la muerte de Agustín Alfaro Carnevalini fueron dramáticas, Amparo su joven esposa, apenas tenía 35 años, pasó meses de crisis, normal en la hija de uno de los patriarcas liberales de Las Segovias, hombre de absoluta confianza del general Somoza García, pero en honor a la verdad, una persona estimada, especialmente en Somoto.

Amparo tuvo que salir exiliada a Costa Rica en 1955, después vivió en Cuba hasta 1979, tuvo la protección de la Revolución Cubana, una especial atención, así que el apartamento donde vivió le fue gestionado y entregado por el “Ché” Guevara, en Miramar.

Sus pequeños hijos quedaron en la casa del matrimonio López Núñez, estigmatizados por el recuerdo del padre muerto en el intento de derrocar al “Benefactor”, “El Pacificador de Las Segovias”, “El Héroe de la Paz”, “Somoza for ever”, etc., etc., etc.

Tuvieron que pasar muchos años para que los participantes en la gesta de abril de 1954 fueran reivindicados, cuarenta años después, en la Loma de Tiscapa, donde varios de ellos fueron torturados, se levantó el monumento que perpetúa sus memorias.

BIBLIOGRAFÍA ACUSADORA

Los libros y los reportajes periodísticos relacionados con los hechos de abril de 1954, señalan al coronel Agustín Peralta, entonces mayor GN, comandante de la Tercera Compañía, como el responsable de la muerte de los prisioneros, por orden del general Anastasio Somoza García y su hijo el coronel Anastasio Somoza Debayle.

El doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, en su libro Estirpe sangrienta: los Somoza, dice haber visto vivos a José María Tercero y a Rafael Choiseul Praslin, conducidos por el teniente Carlos Malespín. Cuenta que Somoza Debayle llegó a Las Cuatro Esquinas y le reclamó al mayor Peralta por qué estaba un prisionero vivo y éste le respondió: “Consulté y me dijeron que ya no más”.

El coronel Francisco Boza, en su obra Memorias de un soldado, dice que “todos fueron ejecutados por las tropas que comandaba el capitán Agustín Peralta Ruiz”. En el libro se publica una lista de veinte nombres, el coronel Peralta relató que fueron 17 los que mataron, en el monumento aparecen 21.

Edmundo Joaquín Calderón, en su obra Pedro Joaquín ¡juega!, se refiere a Agustín Peralta “fusilando hombres desarmados”. En La saga de los Somoza, Agustín Torres Lazo dice que las patrullas iban al mando de Peralta. Guillermo Mendieta Chávez, en su libro Militares centroamericanos factor de liberación o centuriones a sueldo, señala que el teniente Vicente Zúñiga Mercado fusiló a varios prisioneros estando al mando del mayor Peralta.

Las memorias que dice el coronel Peralta publicará tendrán que ser muy convincentes y con suficientes pruebas para que la versión histórica se revierta, si bien en la entrevista para este reportaje especial dio nuevas informaciones, no es suficiente para sacudirse tan graves cargos.

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