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Julio Valle- Castillo.

Poesía reunida

El libro El siglo de la poesía en Nicaragua publicado bajo la firma de Julio Valle-Castillo reúne una muestra selecta de poetas nicaragüenses Verdadero acontecimiento literario, la antología El siglo de la poesía en Nicaragua (1880-1980) aparece cuatro años después de la última —y primera del siglo XXI— que tradujo al francés Marylinne-Armande Renard (Geneve, […]

  • El libro El siglo de la poesía en Nicaragua publicado bajo la firma de Julio Valle-Castillo reúne una muestra selecta de poetas nicaragüenses

Verdadero acontecimiento literario, la antología El siglo de la poesía en Nicaragua (1880-1980) aparece cuatro años después de la última —y primera del siglo XXI— que tradujo al francés Marylinne-Armande Renard (Geneve, Patiño, 2001) y tuvo en Gloriantonia Henríquez su responsabilidad selectiva. Efectivamente, a ella se le debe la elección de 140 textos de 41 poetas antologados: desde Rubén Darío hasta dos representantes de los Talleres populares —promovidos por Ernesto Cardenal en la década revolucionaria de los ochenta— y una voz femenina surgida en los noventa: Blanca Castellón.

La edición bilingüe de Gloriantonia supera a sus antecesoras en otros idiomas. No sólo en aparato crítico sino en cantidad de voces escogidas. Aludo a una docena de muestras generales de la poesía nicaragüense contemporánea publicadas en Europa, Estados Unidos y Australia, vertidas al inglés: Patterson (1960); White (1882); Zimmerman (1980, 1985) y Fry (1995); al alemán Baciú (1969) y Rincón (1981); al búlgaro (1991) e italiano: Tentori (1957), Cimatti (1970) y Carlucci, (1982).

Lo mismo puede afirmarse de esta obra en tres tomos. Su autor, Julio Valle-Castillo, continúa los aportes de las predecesoras más próximas, especialmente la Antología general de la poesía nicaragüense (Managua, Distribuidora Cultural, 1994) que reúne en 499 páginas, medio millar de poemas de 117 poetas. Julio elige 81 poetas y escoge casi un millar de textos, asumiendo profesionalmente su papel de antólogo al fijar tres criterios selectivos: la excelencia estética, la heterogeneidad temática y la representatividad de los poemas en la obra de cada autor. Periodiza, con una categorización específica, cada uno de los tomos: Modernismo y vanguardia (1880-1940), Posvanguardia (1940-1960) y Neovanguardia (1960-1980), no sin contextualizarlos históricamente.

En los rigurosos estudios preliminares de cada tomo, Julio sintetiza trabajos anteriores (entre ellos su antología de poetas modernistas) y los proyecta en una perspectiva más amplia, en concreto, latinoamericana. Culminando hasta cierto punto la tradición crítica nicaragüense, entrega una obra acabada que aprovecha estudios recientes de calidad renovadora como El sello del ángel /Ensayos sobre literatura centroamericana (2000) de las costarricenses Flora Ovares y Margarita Rojas. Casi no se le escapa ninguna fuente bibliográfica indispensable y dedica una semblanza biográfica justa a cada poeta, suministrando sus datos precisos y relevantes. Por primera vez, nos enteramos de los nombres del padre y la madre (ausentes sólo en el caso de Ángel Martínez Baigorri) de los autores.

Como lo indica en su “Esquema” introductorio, Valle-Castillo concibió esta antología desde hace unos 20 años y ya era muy necesaria. Hoy es una hermosa realidad insuperable y nadie puede dejar de celebrarla. Personalmente, nada tengo que objetarle en los dos primeros tomos que ameritan no pocas confirmaciones exegéticas, dado el rescate de poetas como Eudoro Solís y Santos Cermeño, entre otras muchas valoraciones. Sin embargo, en el tercer tomo —no menos valioso— otorga algunas concesiones a la amistad, explicables e inevitables en nuestro medio. Él, seguramente, las defenderá con entereza. Lo cierto es que vulneran su tercer criterio antológico. Se trata de la inclusión de un poema inédito: la extensa Cabalgata por España contemporánea, de Iván Uriarte y de la intrusión declarada de Francisco de Asís Fernández, quien suministró su propia selección (de factura reciente). En todo caso, ambas debilidades se diluyen en el conjunto y entre la vastísima cantidad de poemas.

Entre ellos figuran no pocas traducciones: “no sólo por lo que significan en las relaciones literarias —señala— sino por lo que tienen de apropiación y reescritura, intertexto”. Curiosamente, el autor más admirado por los poetas surgidos en los años sesenta no fue ningún norteamericano sino el francés Jacques Prévert. Michele Najlis, Iván Uriarte, quien escribe, Rosario Murillo y Pablo Centeno Gómez acometimos sendas versiones del autor de Paroles.

Otra novedad de esta trilogía es la incorporación de piezas en prosa —esencialmente poéticas— que redondean la personalidad y completan el mundo de los principales poetas. Fueron los casos, entre otros, del Judas, de Enrique Fernández Morales y del Retrato de familia con violín, de Sergio Ramírez.

En realidad, nadie estaba más preparado que Julio Valle-Castillo para ejecutar este baluarte de nuestra cultura, definido por él como “un fenómeno, tan individual como colectivo, excepcional en la lengua común de España y América”. Pero, desgraciadamente —como lo reconoce— sus autores son muy poco conocidos en el extranjero —salvo Darío y Cardenal— y “cada vez menos antologados y valorados por la crítica internacional”.

Cabe destacar, por otro lado, el diseño y diagramación de PAVSA, el cuido de la edición por Francisco Arellano Oviedo y las ilustraciones de las tres cubiertas: obras pictóricas de los maestros Rodrigo Peñalba, Armando Morales y Alejandro Aróstegui que reflejan la evolución de nuestra plástica moderna y constituyen aciertos que no pueden pasar inadvertidos. Finalmente, el autor —testigo lúcido e imprescindible protagonista del proceso estudiado— se autoexcluye del mismo, acción digna de reconocimiento, sin antecedente alguno (ni el maestro Cardenal omitió sus poemas en las tres antologías de la poesía nicaragüense que ha preparado). Con ello, el antólogo toma distancia en aras de una mayor objetividad.

La Prensa Literaria

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