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Cuaresma y salvación integral

“Teniendo en cuenta la victoria de Cristo sobre todo mal que oprime al hombre, la cuaresma nos quiere guiar precisamente a esta salvación integral” (Benedicto XVI) La cuaresma nos debería provocar a nosotros los cristianos mucho entusiasmo, pues desemboca en la victoria de Cristo que constituye nuestra propia victoria. El mismo sentido penitencial de la […]

“Teniendo en cuenta la victoria de Cristo sobre todo mal que oprime al hombre, la cuaresma nos quiere guiar precisamente a esta salvación integral”

(Benedicto XVI)

La cuaresma nos debería provocar a nosotros los cristianos mucho entusiasmo, pues desemboca en la victoria de Cristo que constituye nuestra propia victoria.

El mismo sentido penitencial de la Cuaresma adquiere el rango de reto al crecimiento personal y comunitario, a la alegría de ser, saberse y sentirse salvado e invitado a convertirse en agente de salvación para los demás.

En tiempo de la tiranía de la década de los ochenta del siglo pasado, un joven empleado público me dijo: “A mí la revolución me ha enseñado a ser persona”. Y yo le respondí: “Pues a mí ha sido Dios, la fe, la religión…”

Y, ciertamente, nadie más que el cristiano está llamado a romper las estructuras internas que lo oprimen como hombre, para luego o al mismo tiempo ayudar a liberarse a otros de las cadenas que los mantiene atados a diversos tipos de subdesarrollo.

Existen muchas formas de hacer penitencia, de dar frutos dignos de penitencia. Una de ellas es estar dispuesto a disminuir para que otros crezcan. Disminuir en amor propio, en interés personal, en dinero o comodidad, en descanso… de muchas maneras con tal de ayudar, aconsejar, orientar, enseñar y compartir, compadecer efectivamente.

Con humildad, fortaleza y perseverancia podemos ir de victoria en victoria, cubriendo los baches que estorban nuestro caminar hacia Dios y hacia los hombres: las malas compañías, las murmuraciones, los grandes y pequeños defectos. Derribar las montañas de soberbia que nos impiden contemplar el horizonte de una vida más digna del hombre. Podemos, con la gracia divina, en fin, enderezar las sendas torcidas de nuestras malas intenciones. Y echando una mirada a nuestro mundo interior y exterior, llegar a palpar esa salvación integral en esta cuaresma.

Religión y Fe

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