León extrajo del San Fernando a Norman Cardoze y al dominicano Willie Lebrón. El Bóer entonces contestó adquiriendo de Chinandega a Julio Raudez y al cubano Miguel Pérez.
Y ardió Troya.
El debate sobre lo justo o lo legal de los movimientos ha estado agitado. Y yo no voy a venir a aplaudir ningún tipo de maniobras que vayan en contra del espíritu del juego, que es competir dentro de un marco basado en el respeto y la igualdad.
Sin embargo, no sería honesto de mi parte, si no dijera que las adquisiciones de ambos clubes van a permitir que se ofrezca un mejor espectáculo y que hasta los más acérrimos críticos estarán ahí en las tribunas pendientes del show.
Aquí lo que hay que hacer es cerrar todos los portillos que tiene el reglamento porque como se ha dicho, no existe nada ilegal en lo que se ha hecho.
Lo que debería aprobarse es que faltando 15 juegos para el final de la temporada ya no haya cambios y que se aprueben los refuerzos, para que el nivel del espectáculo sea el mejor.
¿Y cómo quedan los fanáticos de los equipos afectados como San Fernando y Chinandega? ¿No se pensó en ellos?
Seamos sinceros, los fanáticos sólo llegan cuando sus equipos están ganando. De lo contrario no se aparecen. Y tanto San Fernando como Chinandega están agrietados en su economía por sus pobres entradas. Los fanáticos no llegaron a respaldarlos. Así que los fanáticos tampoco pensaron en los equipos.
Aquí lo que se necesita es que todos, directivos, peloteros, y hasta periodistas, pensemos como verdaderos profesionales, y eso es hacernos mejores en el ámbito que nos corresponde.
Aunque no voy a criticar los movimientos, tampoco los aplaudo, porque es evidente que lo que se necesita es crear el andamiaje legal respectivo, para una liga a la que el concepto profesional aún le queda holgado.