Por favor, necesito ayuda. Confieso que ahora no tengo idea de la diferencia que se supone existe entre liga amateur y profesional.
Ya no se trata de esquivar las leyes para hacer algo injusto, sino de algo más cómodo: montarse sobre el aparato legal para aplicar distorsiones impunemente. ¡Qué importa que no sea justo y que afecte a alguien, si es legal y consecuentemente permisible!
En un país en que lo justo viaja desnudo y lleno de llagas en “el coche fúnebre del progreso”, como diría García Márquez, y la ética permanece en la lona debajo de la suela de nuestros zapatos, ¿qué es lo raro de ver maniobrar a “los más vivos”, con la protección de un reglamento que mantiene abiertas suficientes grietas, sin importar golpear al público de dos ciudades en la mandíbula y arañar los intereses del juego?
Faltando sólo nueve juegos, León consigue dos piezas clave con Norman Cardoze y Willie Lebrón, aprovechando el derrumbe y el desarme del San Fernando, fuera de combate desde el domingo, en tanto, horas después, el Bóer atrapa dos grandes escopetas como Julio César Raudez y el cubano Miguel Gómez, que pertenecían al staff del Chinandega, equipo todavía en la pelea, a cuatro juegos de los líderes.
Además, las inscripciones siguen abiertas hasta el día 20, cuando quedan 5 juegos pendientes, y algo más, se puede traer a última hora, a peloteros extranjeros que no hayan sido vistos en el torneo.
Por lo visto, el profesionalismo es un baile de merengue con lambada y rap. ¡Qué alegre! ¿No?
¡Diablos! Necesito ayuda. ¿Qué es ser profesional?
Un equipo como el San Fernando que, incapaz de mantener su estructura hasta el último instante, realiza un striptease en público, entregando a dos de sus peloteros más importantes y cancela a sus importados por economía, diciéndole a sus seguidores con esas actitudes, que no tienen motivos para seguir llegando al estadio, porque decidieron sepultar junto a sus esperanzas rotas lo que quedaba del nivel competitivo.
Explíquenme cómo se hace esto pensando en el espectáculo.
Otro equipo, nada preocupado por la discreción, también se desarma pese a tener posibilidades en un deporte tan cargado de imprevistos como es el beisbol, facilitando la mejoría de otro.
“¡Es legal, es legal!”, gritan los artífices de los movimientos, y es cierto, pero no es justo abrir hoyos debajo de las butacas de los fanáticos y llenar de telarañas el espectáculo de la recta final.
Bueno, quizás cobijados por el pragmatismo, ellos piensan ¿qué es lo diferente entre morir con tu mejor armamento fajándote en todo instante, o hacerlo con la guardia abajo, dependiendo de lo casual?
¡Qué conveniente sería, en lugar de todo eso que estamos viendo y lamentando, autorizar refuerzos una vez que caiga el telón de la temporada regular!
Sería legal y justo, que es lo más importante.