- Mientras fustiga al “imperio”, suben la comida y el precio de las viviendas
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TEHERÁN/AP
Los precios de los vegetales se triplicaron en el último mes y los de las viviendas se duplicaron en el último semestre. Y junto con los precios, crece el descontento de los iraníes con su presidente, Mahmud Ahmadinejad.
Ahmadinejad, quien acaba de firmar una alianza contra EE.UU. con Venezuela y visitó tres países de América Latina, incluido Nicaragua, fue elegido el año pasado con una agenda populista.
Prometía transferir los ingresos del petróleo a todas las familias, erradicar la pobreza y combatir el desempleo. Pero no ha cumplido ninguno de esos objetivos y enfrenta feroces críticas.
Los cuestionamientos no vienen sólo de los sectores reformistas, sino también de los conservadores que le dieron una sorprendente victoria en las elecciones presidenciales del 2005. Los mismos conservadores afirman que Ahmadinejad dedica demasiado tiempo a sus discursos condenando a Estados Unidos y muy poco a la economía.
“El Gobierno planteó objetivos idealistas, como resolver los problemas de la vivienda y el desempleo, pero no ha ofrecido soluciones”, expresó a la AP el prominente legislador Mohammad Khoshchehreh, quien apoyó a Ahmadinejad en las elecciones. Acotó que el Gobierno tiene muchos lemas populistas atractivos, pero pocos logros.
Ahmadinejad se hizo fama de líder que denuncia a Occidente en general y Estados Unidos en particular. Sus declaraciones de que “Israel debía ser borrado del mapa” y su cuestionamiento del holocausto generaron condenas de todos los rincones de Occidente y contribuyeron al aislamiento de Irán.
El mandatario, por otra parte, promueve intensamente un programa nuclear y desechó las demandas de las Naciones Unidas de que suspenda el enriquecimiento de uranio. Ello le valió sanciones de la ONU.
Las sanciones se limitan a la prohibición de la venta de material y tecnología que pueda ser usado en el programa nuclear y armamentista, y el congelamiento de los bienes de diez compañías o individuos iraníes.
Desde que se impusieron las sanciones, no obstante, los precios de frutas, vegetales y otros artículos básicos, que ya estaban en alza, treparon por las nubes, aparentemente por temor a nuevas represalias.
La inflación se está haciendo sentir, lo mismo que el desempleo, que según el Gobierno asciende al 10 por ciento, aunque varios economistas dicen está en torno al 30 por ciento. El Gobierno asegura que la inflación es del 11 por ciento y numerosos expertos hablan del 30 por ciento.
Una ama de casa de Teherán, Maryam Hatamkhani, de 28 años, dijo que dejó de comprar papas y tomates porque los precios se triplicaron o cuadruplicaron en el último mes. El kilo de tomates, que costaba 65 centavos, se vende ahora a 3 dólares.
“No estamos contentos. En lugar de traer bienestar, este Gobierno trajo privaciones”, señaló la mujer.
Vahid Yousefi, empleado fabril que por la noche maneja un taxi, dijo que pensaba comprarse un apartamento, pero no pudo hacerlo porque los precios se duplicaron en los últimos seis meses.
“No me alcanza el dinero”, expresó Yousefi, quien tiene dos hijos. “Nunca podré ser dueño de mi propia casa”.
Los legisladores citaron al Ministro de la Vivienda, Mohammad Saeedikia, para interrogarlo en el Parlamento sobre los precios. El funcionario atribuyó su aumento a un incremento en la demanda y prometió tomar medidas de control de precios, aunque no dio detalles.
La demanda de viviendas aumentó junto con la población. Desde la revolución islámica de 1979, los clérigos de línea dura piden a los iraníes que tengan más hijos.
Ahmadinejad ha revivido la retórica revolucionaria y el año pasado dijo que dos hijos por familia no eran suficientes. Hace poco afirmó que Irán, que tiene 70 millones de habitantes, podría alimentar a 300 millones de personas.
En una muestra del descontento, los aliados del mandatario sufrieron una humillante derrota en elecciones municipales en diciembre, ganadas por los reformistas y por los sectores conservadores que se oponen a Ahmadinejad.
Desde entonces, los opositores a Ahmadinejad se han vuelto más osados y están denunciando su política nuclear, que era vista como una cuestión de orgullo nacional, más allá de toda crítica. Lo acusan de agravar innecesariamente la situación con su retórica incendiaria.