- En el último aliento de su gobierno, George Bush plantea una agenda de temas internos con impacto en América Latina
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Washington DC
Cuando un estadounidense promedio escucha la palabra Chile, es común que lo confunda con un tipo de ají. Peor aún, seguramente se encoja de hombros cuando le preguntan por Perú o Bolivia. Ese desconocimiento y olvido por América Latina se profundizaron todavía más en los últimos años, cuando el terrorismo y la guerra de Irak han ocupado el escenario principal en la política de Estados Unidos.
Sin embargo, ahora que el presidente George W. Bush cuenta con los índices de popularidad más bajos de su gestión y el Congreso pasó a manos de la oposición demócrata, la Casa Blanca decidió buscar consensos en una agenda interna que tiene dos palabras clave para la región: energía e inmigración.
La dependencia del petróleo y el calentamiento global son ciertamente temas preponderantes en la agenda demócrata. En la búsqueda de acuerdos, Bush propuso reducir el consumo de gasolina un 20 por ciento en los próximos 10 años, e incrementar en alrededor de 132,500 millones de litros el uso de combustibles alternativos. Según David Sandalow, experto en energía y medio ambiente del centro de análisis Brookings Institution, para llegar a esa meta Estados Unidos deberá importar desde el resto de la región. “Esta propuesta es un incremento significativo sobre la producción de etanol actual, que el año pasado fue de 19,000 millones de litros”, dice. “Se requerirá de incrementos sustanciales en la producción de etanol de las llamadas fuentes celulósicas y de importaciones como el etanol basado en azúcar de Brasil”.
No extraña, entonces, que en la misma semana en la que Bush dio su discurso anual del Estado de la Unión, Thomas Shannon, subsecretario de Estado para asuntos del hemisferio occidental, enfatizara la importancia del panamericanismo y de la colaboración con el resto del continente. “Hemos estado trabajando con socios en la región para explorar vías de combustible alternativo, en especial el biodiesel”, dijo. “Es importante reforzar la interacción”.
Este interés no se ha limitado a las declaraciones públicas. A mediados de enero se anunció una futura reunión entre Bush y el presidente Luiz Inácio Lula da Silva en Washington, sin fecha definida aún, y en diciembre se creó la Comisión Interamericana de Etanol, suscrita por Brasil, Estados Unidos y el BID.
VISA PARA UN SUEÑO
Por otro lado, varios expertos han coincidido en que ahora sí será posible alcanzar un acuerdo en otro tema clave para América Latina: el resurgimiento del proyecto de inmigración estancado en el Congreso, basado en una polémica reforma integral para la seguridad de las fronteras y la creación de un programa de trabajadores temporales. Según el líder de la Comisión Consultora del Presidente en temas de Comercio y Negociaciones, Bill Frenzel, el panorama es alentador pero no seguro. “Es posible hacer grandes avances, pero será un proceso largo, porque todos los políticos que quieren solucionar el problema están nadando en contra de la opinión pública (adversa a la reforma inmigratoria)”, dice. Por eso Frenzel explica que aunque la nueva mayoría demócrata puede simpatizar con la propuesta de Bush, el camino va a ser lento porque nadie quiere ganarse la antipatía del voto hispano a sólo un año de las primarias presidenciales. Paradójicamente, un gobierno como el de Bush, caracterizado por sus errores y omisiones a la hora de acercarse a América Latina, podría terminar su gestión abordando dos temas trascendentes para la región. Si es así, al menos podrá ser recordado por algo más que por su infructuosa campaña bélica en Irak.