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(LA PRENSA/ARCHIVO)

El Valle de las Sombras

Esta película se origina de un script para TV de William Nicholson. Ulteriormente, el autor lo transformaría en pieza teatral. De la pieza nacería el cine Como todo el mundo sabe, C. S. Lewis (1898 – 1963) es un seminal pensador cristiano y teólogo británico, además de un dotado autor de historias para niños: nada […]

  • Esta película se origina de un script para TV de William Nicholson. Ulteriormente, el autor lo transformaría en pieza teatral. De la pieza nacería el cine

Como todo el mundo sabe, C. S. Lewis (1898 – 1963) es un seminal pensador cristiano y teólogo británico, además de un dotado autor de historias para niños: nada más recuerden The Lion, The Witch and The Wardrobe. Fue asimismo un respetado scholar especializado en poesía medieval tardía. Toda su vida intelectual transcurrió bajo el cobijo de las torres adustas de Oxford y Cambridge. Un asceta extraviado en un mundo pagano conformado por gentiles y filisteos. En Norteamérica se ha convertido en figura de culto. Al parecer, su pensamiento ejerció influencia sobre Juan Pablo II.

El Valle de las Sombras (Shadowlands; 93; Richard Attenborough) es un filme en tono menor, apagado, mortecino. Su director siempre ha tendido a la pomposidad. Su estilo arrastradizo es el equivalente a un pomo de barbitúricos. Cine autoconsciente de una superioridad intelectual imaginaria. Cierto prurito, un escozor cultural estraga sus cintas. Cine para pseudosesudos. Gandhi (83) es una muestra palmaria de ese estilo hinchado y ampuloso.

Shadowlands se origina de un script para TV de William Nicholson. Ulteriormente el autor lo transformaría en pieza teatral. De la pieza nacería la película. A pesar de cierta rigidez teatral, Attenborough, de manera sutil ha logrado que sus defectos se conviertan en virtudes, logrando un trabajo que resulta en una experiencia de veras conmovedora.

El foco dramático se centra en la relación amorosa, que culminó en matrimonio, entre Lewis y Joy Gresham (Debra Winger), judía conversa oriunda de Westchester (USA), simpatizante comunista, escritora y aguda crítica de cine, que se solazaba en no dejar títere con cabeza. Ella era demasiado inteligente y perceptiva como para sentirse confortable entre comunistas, que son la corporización de la bobería y la ordinariez mental.

Ellos se entendían de una manera particular, como todas las parejas. Donde él era ensimismado, puntilloso y gazmoño, ella era irreprensible, bien plantada e irreverente. Su felicidad alertó y desencadenó la furia de los dioses disfrazada de carcinoma a la cadera de Joy. La tragedia doméstica llevó a Lewis a una experiencia límite que produjo uno de sus libros mas densos: A Grief Portrayed. El argumento que sustentaba la verdad esencial del cristianismo sería el que sigue: Jesús tendría que haber estado loco para haber dicho las cosas que decía o hacer las cosas que hizo, pero como no contamos con evidencia irrebatible que nos persuada a pensar que así fuera, no nos queda mas remedio que admitir su divinidad.

En cierto modo jubiloso, Debra Winger se inscribe dentro de la prosapia de Bette Davis y Barbara Stanwyck. Uno ya sabe que tiene que ver sus películas. El día (o la noche) que pasan algo suyo por la tele, la molicie quedará atrás. Si sobreviene un terremoto o se desata una epidemia de Vómito Negro, eso no cambia las cosas. Las grandes tragedias nunca rebasan el nivel de lo anecdótico. Ahí estaremos delante de la boletería, frente a un cine en ruinas donde habite el olvido. Siempre estoy afirmando machaconamente que ella es adorable.

Bueno, para variar: Debra Winger es adorable. El rostro más inteligente del cine. Ella no lo sabe, pero nos ayuda a vivir… Hace ya varios años, Winger se esfumó: no digo que desapareció del mundo de la fama del show bussines, del espectáculo del cine y de la vida. ¡Hecha humo! Tal vez ella ya recorre su propio valle de las sombras. Acatemos con respeto su decisión. Ella sabe. Pero ni ella podrá prohibirnos recordarla en el cuarto oscuro de la memoria en los momentos más regocijantes de sus filmes más bienaventurados. Así nos ayudamos: Urban Cowboy (80; James Bridges), con aquella secuencia del toro mecánico; en Oficial y Caballero (An Officer and a Gentleman (82; Taylor Hackford) encarna a un tipo casi ausente del cine Norteamericano: una obrera; La Fuerza del Cariño (83; James L. Brooks) me hace consumir seis paquetes de Kleenex cada vez que la veo; en Black Widow (86; Bob Rafelson) la encontramos como una reportera investigativa tras los pasos de una mujer que puede o no puede ser una asesina de áridos e incautos millonarios; es una socialité neoyorkina , que vive en Marruecos una ordalía interior en la incomprendida El Cielo Protector (The Sheltering Sky; Bernardo Bertolucci; 90).

¿Dónde estás, Debra Winger?

La Prensa Literaria

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