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Crisis de Dios

Jesús Resucitado volviera al Padre, nos afirma que Jesús reunió en Galilea a los doce y les dio esta misión: “Vayan a hacer discípulos a todas las gentes… enseñándoles a guardar todo cuanto yo les he mandado” (Mt. 28, 16-20). Asimismo nos lo dice San Juan: “Como mi Padre me envió, también yo les envío” (Jn. 20, 21).

Esta es la misión de la Iglesia, de toda la Iglesia; está bien clara y definida: proclamar la buena y nueva noticia: el Evangelio. Por eso, San Pablo decía: “Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria. ¡Ay de mí si no predico el Evangelio!” (1 Cor. 9, 16).

Evangelizar constituye la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar. Todo lo demás, pues, está al servicio de esta misión: estructuras, los sacramentos, todo tiene que estar al servicio de la evangelización, de brindar la Buena Nueva a los hombres para que nada, como decía San Pablo, “sea un obstáculo al Evangelio de Cristo” (1 Cor. 9, 12). Esto es lo primero y esencial que la Iglesia, al organizar nuestras comunidades cristianas, nuestras parroquias y sus estructuras, porque por mucho que hagamos, si no evangelizamos y evangelizamos como Jesús, estamos perdiendo el tiempo.

Por lo tanto: La evangelización es la actividad principal de la Iglesia. La evangelización es el porqué mismo de la Iglesia. La Iglesia sin evangelización no es la Iglesia de Cristo. La Iglesia solo se entiende a partir de la evangelización. La evangelización tiene que ser, ante todo, una Evangelización “Cristiana”: Cristiana por el contenido que se comunica. Evangelizar es dar la Buena Noticia de Jesús y su mensaje. Cristiana por el modo cómo se comunica; es decir: desde el respeto a la libertad del otro. Y desde el servicio humilde al otro, cosa que no se impone ni por la fuerza, ni por el dinero, ni por la manipulación de las conciencias. Cristiana porque la Iglesia debe de evangelizar como Jesús, con el testimonio por delante.

Jesús evangelizaba con autoridad: “La gente se quedaba asombrada de su doctrina, porque enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas” (Mt. 7, 28-29).

Y hoy más que nunca, la primera que tiene que evangelizarse es la Iglesia a sí misma. La Iglesia tiene que vivir en una constante conversión haciendo vida en sí misma su fe en Jesucristo. En el mundo de hoy, ya no podemos afirmar que todos cuantos han sido bautizados, son cristianos por fe. Muchos de nuestros bautizados cada vez son más ignorantes de su propia fe y tienen muy poco interés en formarse en ella.

La Iglesia, pues, en su conjunto, obispos, presbíteros, diáconos, religiosos y laicos necesitamos de una evangelización profunda. Cada uno de los cristianos tenemos que esforzarnos por convertirnos más al Evangelio y cada vez nuestra fe sea más adulta (1 Cor 3, 2). Cada vez crece más la indiferencia religiosa. Hay “crisis de Dios”. La verdad es que cada vez son menos los que piensan en Dios como principio orientador de su comportamiento. Por eso estamos como estamos…

El autor es sacerdote católico.

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