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Byron Manuel Dávila Castillo y su esposa María José Vélez Talavera, se han propuesto salir adelante con su empresa familiar de venta de helados. LA PRENSA/Mynor García

Que la tragedia le cercenara un brazo no le impidió emprender junto a su esposa un negocio de helados

A pesar de no contar con su brazo izquierdo, Byron prepara las frutas u otros ingredientes. Su esposa se encarga de darle el sabor y su hija mayor es quien empaca el producto para ponerlos dentro del refrigerador.

Haber perdido su brazo izquierdo, producto de un accidente de tránsito, no fue obstáculo para que Byron Manuel Dávila Castillo, pudiera seguir adelante y llevar el pan de cada día hasta la mesa de su hogar, hasta como hoy lo sigue haciendo.

Dávila, es oriundo de Jinotepe y al momento de la tragedia que le marcó parte de su vida, se desempeñaba como conductor de microbuses interlocales que viajan a Managua por la vía de El Crucero. La tragedia ocurrió en marzo de 2009.

Mientras se dirigía a la capital, un viernes por la tarde, un furgón con rastra le invadió carril y le cortó de manera inmediata su brazo y mano. Recordar aquella escena y verse sin su miembro, era como que el mundo se iba a acabar, cuenta el caraceño, pero su familia y amistades fueron quienes le ayudaron en la parte psicológica para enfrentar dicho trauma.

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“Yo era zurdo, pero gracias a Dios con la ayuda de mi hija mayor aprendí a escribir con la mano derecha. Y mi esposa, siempre me motivaba. Ella me decía, ‘hay que seguir adelante, esto no ha terminado. Si el Señor te dejó es con un propósito”, refiere.

El duro comienzo

Transcurrió menos de un mes para su recuperación en la parte física. Luego a Byron, dos cooperativas de transporte le dieron el chance de desempeñarse como chequeador de las unidades, pero por otros males de los que padecía, en ambas duró poco tiempo. Al verse en el desempleo, pensó en instalar su propio negocio. Una heladería de la cual es parte María José Vélez Talavera, su esposa y sus dos hijas, María Nazareth, de 16 años y Angelina Montserrat de 9.

El negocio que lleva el nombre de Helados Vélez, tiene 8 años de existencia. La idea surgió para sufragar los pagos de servicios básicos, como el del agua y de energía eléctrica.

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Entre risas, Dávila, rememora que al iniciar el proyecto, hicieron alrededor de 20 helados y que casi no se vendieron, porque los ofrecían desde su casa en el barrio Álvaro Sánchez en Jinotepe y que al mes de haber llevado a cabo el emprendimiento, decidieron salir a las calles a ofertar el producto, el cual ha tenido buena aceptación entre los caraceños.

Antes de las protestas antigubernamentales del 2018 y de la pandemia del Covid-19, el matrimonio Dávila-Vélez, a diario elaboraba 300 helados y obtenían de ganancia hasta 800 córdobas. En la actualidad hacen 150 y si venden 70, detallan que es demasiado. Los ingresos por la situación socioeconómica que enfrenta el país y por la poca clientela, les han disminuido.

A pesar de contar con un solo brazo, al hombre de 40 años, no se le dificulta llevar su termo rodante por las calles y dar vuelto a los clientes. Con su discapacidad hasta a aprendido a hacer las tareas del hogar.

Antes de vivir aquella pesadilla y de dedicarse al transporte público, dicho personaje laboró como agente vendedor de productos varios en diferentes empresas de Managua. Aunque no tuvo la oportunidad de estudiar una carrera universitaria, asegura que las ventas siempre le han encantado.

María de 37 años, a pesar de haberse graduado de la carrera técnica de Secretariado Ejecutivo, laboraba en una zona franca y después de su segundo embarazo para contribuir en los gastos del hogar, se dedicó también a la venta de helados. Ella tiene su ruta establecida en Diriamba y Byron en Jinotepe. El recorrido de al menos 10 kilómetros por las diferentes calles de ambas ciudades, lo realizan a pie.

Helados de coco, galleta, ron con pasas, ensalada de frutas, pistacho, cocoa, dulce de leche, menta y de frutas de temporada, son los que elaboran casi a diario la familia Dávila-Vélez. LA PRENSA/Mynor García

Haber laborado en una textilera, estando embarazada de su segundo retoño, Vélez asegura que fue algo traumante, porque le tocó realizar turnos por más de ocho horas de pie y que eso le afectaba en su salud. Sobre su cónyuge, destaca que ha sido padre ejemplar y excelente esposo y que no tiene quejas de él.

De diferentes sabores

Helados de coco, galleta, ron con pasas, ensalada de frutas, pistacho, cocoa, dulce de leche, menta y de frutas de temporada, son los que elaboran casi a diario la familia Dávila-Vélez y tienen un precio de 6 córdobas la unidad.

Byron, es quien licúa las frutas o ingredientes. Su esposa María se encarga de darle el sabor a los postres y su hija mayor, María Nazareth, es quien empaca el producto para ponerlos dentro del refrigerador.

Los principales clientes de dicho matrimonio, son gente de casas particulares y transportistas. Entre las 10:00 y 11:00 de la mañana inician su jornada laboral en las calles y regresan a su casa antes de la 3:00 de la tarde. El sueño de ellos, sigue siendo hacer crecer el negocio y crear su propia marca que haga la diferencia con las demás ventas de helados que se ofrecen en la calle.

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Dedicación y mucha fe

El sueño de esta familia emprendedora, es que un día Helados Vélez sea una marca establecida, por lo que luchan cada día para hacer crecer el negocio.

Cuentan que en buenos tiempos llegaron a vender hasta 300 helados en un día. Dicen que por la crisis económica y la pandemia que actualmente causa daños en el país venden poco, pero lo suficiente para mantener la esperanza que “todo puede mejorar”.

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