Muchos creíamos que antes de tocar al Ejército, las sanciones serían para el sistema judicial y otros actores que ejecutaron la brutal represión de Ortega, especialmente porque los informes de la CIDH o Human Rights Watch o Amnistía Internacional no mencionaban a la institución que más bien se pronunció por el diálogo a 3 días de iniciada la represión, lo que seguramente no agradó a Ortega.
Además, la colaboración entre los ejércitos de Nicaragua y Estados Unidos era señal de buenas relaciones y la misma semana en que sancionaron al general Julio César Avilés, miembros de la fuerza naval participaban con marines gringos en la operación Orión V en el mar Caribe contra el narcotráfico. No se puede olvidar que el embajador Kevin Sullivan, apenas presentó sus copias de estilo a Denis Moncada, corrió al día siguiente a visitar y a fotografiarse con la comandancia del ejército. ¿O es qué ustedes creen que para esa fecha —noviembre 2018— los gringos no sabían de lo que ahora acusan a Avilés?
Hago esta reflexión ante el alarmante avance de la pandemia y la temeraria actitud de Ortega, animado por el comentario de un amigo —que no tiene un pelo de sandinista— que me decía: “A medida que nos adentramos en este holocausto me convenzo más que la sanción a Avilés llegó en el peor de los momentos. El país en las próximas semanas va a tener que hacer algo con este vacío de poder si queremos sobrevivir a la pandemia, y la única institución que podía darle algún orden a esto (con los consabidos riesgos) está aturdida por un ramalazo que no era necesario. Me parece que de nuevo se enredaron los gringos. La sanción es por omisión, muy distinta a las otras que son por corrupción, abuso contra los derechos humanos o delitos de lesa humanidad”. O como escribió en Twitter don Róger Arteaga: La gran pregunta al ejército es: ¿van a dejar que este par de dementes los maten?, ¿o van a hacer algo para detenerlos? Pero tampoco debemos pedir a los militares que hagan lo que les compete a los políticos.
Habrá quienes celebraron la sanción a Avilés pensando que el Ejército cerrará filas con Ortega. Confío en que eso no ocurra, que se apeguen a la Constitución Política y respalden una solución a través del diálogo (y que esta vez, Ortega los escuche). Como acertadamente dijo en su editorial el Diario LA PRENSA, lo ideal sería “haciendo su contribución decisiva a la paz, pero a la verdadera paz, con justicia, libertad y democracia”.
El expresidente Enrique Bolaños Geyer me contaba que su hermano, el médico e historiador Alejandro Bolaños (q.e.p.d.) le decía: “Ser enemigo de los gringos es peligrosísimo; pero ser amigo, es mortal”, y parece que eso le ocurrió al jefe del Ejército al ser sancionado por el departamento del Tesoro. Ojalá que los políticos en la oposición a Ortega recuerden también ese consejo.
El autor es abogado, exministro de Defensa