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¡Cuánta maldad!

He visto demasiadas cosas malas de este gobierno al que yo, como tantas personas bien intencionadas, no solo en Nicaragua sino en el mundo, ayudamos —de diversas maneras— a triunfar en 1979. Con ilusión lo respaldamos orgullosos de una revolución que creímos beneficiaría a todos los nicaragüenses, en especial a los más pobres y débiles; una revolución de amor y principios cristianos, democrática, pluralista, original y honesta. Pero luego nos fuimos desilusionando hasta sentirnos culpables por haber creído en la estafa política más grande que mi generación haya conocido.

Vi la deshonestidad de repartirse lo que encontraban a su paso como botín de guerra, junto con las injusticias, desmanes, que explicaban como abusos que se irían corrigiendo pero que nunca se corrigieron; decisiones políticas y económicas erróneas que justificaban por “la agresión yanqui”. Guerra con miles de muertos por alinearse y comprometer al país en el conflicto de las potencias, hasta que gracias a los efectos locales de la Perestroika tuvieron que entregar el gobierno —no el poder— repartiéndose primero los bienes públicos como se reparten golosinas en una piñata, para luego “gobernar desde abajo” dificultándoles gobernar a los gobernantes electos por el pueblo.

Después de 17 años de gozar una democracia que ellos nunca permitieron, volvieron a “gobernar desde arriba” usando nuestras elecciones libres y nuestro conteo honesto de votos en el 2007, ganando gracias a nuestras divisiones políticas, para desde entonces no volver a tener más elecciones libres. Nos impusieron una dictadura que concentra los poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial y militar. Y aquellos idealizados guerrilleros de ayer, hoy magnates, acumulan millones extraídos de lo que pertenece a la ciudadanía sojuzgada.

Vi lo malo que es este gobierno cuando en abril y mayo del 2018 la policía y turbas gobiernistas garrotearon a ancianitos jubilados de la seguridad social que protestaban por afectaciones injustas, y después matonearon a estudiantes que los apoyaron. También apresaron, torturaron y mataron a centenares. Vi quemar viva a una familia, incluido niños pequeños, por negarse a facilitar su casa para desde allí disparar a jóvenes refugiados en una universidad. Vi universitarios huyendo asediados por policías y paramilitares que se refugiaron en una iglesia y allí estuvieron bajo fuego muriendo dos adolescentes. No los bombardearon por la intervención del nuncio del papa y del cardenal Brenes, arzobispo de Managua.

Ahora vino la pandemia del Covid-19 y veo al gobierno lanzar al pueblo al contagio masivo, a la muerte, llamando a concentrarse, organizando actividades multitudinarias donde miles van engañados, amenazados u obligados. Dicen que en Suecia promovieron “el contagio del rebaño”, pero aquí no existen los hospitales que tienen en Suecia. Los veo falsear las cifras de enfermos y de muertos, y decretar que solo ellos pueden practicar test.

Centenares de nicaragüenses que buscaron una vida mejor yéndose del país han perdido sus empleos por las cuarentenas y quieren regresar para compartir la humilde tortilla con su familia y no morir de hambre; pero el Gobierno les prohíbe entrar a su propia patria donde tienen la obligación de recibirlos sanos o enfermos, y si están enfermos, curarlos. Muchedumbres en las fronteras sufren, con niños y ancianos, hambre y sed, a la intemperie, bajo sol y lluvia. Les exigen imposibles requisitos y un test de Covid-19 que solo el Gobierno tiene, pero se los niega. Los policías impiden acercárseles para socorrerlos. Nuestros hermanos ticos se compadecieron y los auxilian, incluso recientemente con el test.

Este Gobierno, que viola derechos humanos, que recientemente ha llamado a los obispos “golpistas”, que asedia con turbas y policías a personas y templos, y su lenguaje ha sido siempre de odio (aunque ahora astutamente hablan de amor con palabras melosas, taimadas, alejadas de la verdad) mandó una bomba incendiaria a quemar el venerado Cristo Crucificado, una reliquia de 382 años de antigüedad, llamado por el pueblo “La Sangre de Cristo”. ¡Cuánta maldad! Aquí hemos tenido varios malos gobiernos, conservadores y liberales, pero tan malo como este, ¡ninguno!

El autor es abogado, comentarista de temas políticos y religiosos.
www.adolfomirandasaenz.blogspot.com

Opinión #NicaraguaEnCopaOro Nicaragua ¡Cuánta maldad! archivo
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