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Perdón, Señor, perdón

Cartas de amor a Nicaragua 

Querida Nicaragua: En los años que tengo de vida que me ha regalado el Señor y que son muchos, nunca supe que nuestros templos tuvieran que estar vigilados debido a los ataques de vándalos sacrílegos. Había un sacristán para atender a personas que llegaran a solicitar alguna información. También había un pequeño grupo de damas que atendía las necesidades de la iglesia. Por esto el bombazo terrorista para destruir la sagrada imagen de la Sangre de Cristo, mucha tradición y fervor popular, causó conmoción enorme.

El papa Francisco inmediatamente se hizo eco pidiendo oración, ayuno y abstinencia por el cese de la persecución a la Iglesia en Nicaragua.

La imagen de la Sangre de Cristo tiene una historia de más de tres siglos, es conocida su procedencia y los templos y ermitas antiquísimos donde la bella imagen encontró albergue, cariño y devoción. Era una imagen bellamente trabajada en caoba, un Cristo clavado en la cruz, la que quedó intacta aunque no así el rostro del Señor que fue calcinado totalmente. Muchos católicos sugerimos que la imagen se conserve tal como está, que se limpie de escombros pero que pueda ser exhibida y visitada con el mismo fervor de siempre. Obviamente la Capilla debe ser protegida con vidrio de suficiente grosor en el frente para que los devotos sigan visitándola todos los días cuando las condiciones lo permitan.

Recuerdo desde mi infancia y mi niñez las imágenes de la iglesia parroquial de Ciudad Segovia (Ocotal). El Jesús Nazareno es una imagen impresionante, igualmente traída de Guatemala. En tiempos normales el Nazareno con la cruz a cuestas salía en el viacrucis a las once de la mañana, bajo un sol calcinante sobre unas calles de blanquísima arena donde los feligreses se arrodillaban para pagar sus promesas. Cuando la imagen volvía al templo, recuerdo a don Miguel Peralta limpiándole el sudor y repartiéndolo entre la gente. La imagen puede verse hoy en día. El dramatismo del rostro es impresionante, las manos con sus venas azulosas, sus ojos tristes, su boca siempre dulce como bendiciendo a la humanidad.

Otra bella imagen es la del Santo Entierro que salía el Viernes Santo a las cinco de la tarde. Cristo yacente, dentro de un monumental sepulcro sostenido por unos diez feligreses, cinco a cada lado y en las esquinas del monumento varios bellos angelitos, niños de la ciudad cuyas madres preparaban cada año sus albos trajecitos con sus alitas de ángeles. Detrás del Santo Entierro iba la Virgen Dolorosa, vestida de negro con un puñal clavado en el pecho. Esta era otra imagen antigua y bella que aún se conserva en la parroquia de la ciudad. Atrás del desfile iba la banda musical interpretando marchas fúnebres.

La devoción del público es la misma que se tiene en Managua por la Sangre de Cristo que salía en procesión el Miércoles Santo y que reunía a millares de católicos. El Martes Santo se le hacía una vela a la Sangre de Cristo. Esto era una tradición en la capital.

Yo me salvé de la muerte por un milagro del Señor de los milagros de Ciudad Antigua, Nueva Segovia, imagen que ha resistido los ataques de los piratas en los siglos XVI y XVII. A los ocho años por andarme quitando los zapatos para jugar en la calle me dio una infección que el médico no podía curar. Era en 1938 y la penicilina no había llegado al pueblo. La infección llegó hasta la rodilla con fiebres altísimas. Mi madre ofreció una promesa al Señor de los Milagros de Ciudad Antigua. En tres días la canilla inflamada rompió la piel por un agujero milagroso y una semana más tarde estaba bueno y sano. Toda la familia fuimos a caballo a pagar la promesa.

Gracias Señor por mi vida… y perdón Señor, perdón, por los ataques a nuestros templos.

El autor es empresario radial. Fue candidato a la presidencia de Nicaragua.

Opinión Fabio Gadea Perdón señor archivo
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