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El mito de Er y además

En el capítulo XIII del libro X de La República, Platón reflexiona que las personas que son justas y hacen el bien a los demás, tiene su recompensa en la vida y más aún después de la muerte. De la misma manera, explica el filósofo por excelencia, ser injustos, hacer daño a otros, procurar el mal tiene su merecido castigo, tanto en la tierra como en el cielo.

Para ilustrar lo dicho Platón relata el mito de Er, de quien dice era hijo de Armenio, un natural de Panfilia, donde ahora es la provincia turca de Antalya.

(Antalya fue calificada por el prócer de la Turquía moderna, Kemal Atatürk, como “el lugar más bonito del mundo”. Lo dijo seguramente por una antigua leyenda turca, según la cual el rey Átalo II ordenó a sus hombres que buscaran “el cielo en la tierra”. Ellos buscaron por todas partes, hasta encontrar un lugar que les pareció tan hermoso que exclamaron a coro: ¡“Esto es el cielo”! Átalo fundó allí una ciudad que en su honor nombró Attaleia, la que después fue llamada Adalia y finalmente Antalya, como se conoce hasta ahora).

Pues bien, según cuenta Platón en el mito de Er, del cual hago una interpretación libre, no una lectura textual, él era un guerrero muy valiente que murió en combate junto a varios de sus compañeros y sus cadáveres quedaron abandonados en el campo de batalla .

Diez días después los cuerpos de los guerreros fueron rescatados por sus compañeros. Todos estaban ya putrefactos, pero el de Er permanecía incorrupto.

El cadáver de Er fue llevado a casa de su familia para que le hicieran los debidos honores funerarios. Pero cuando ya lo habían colocado sobre la pira funeraria en la que sería incinerado, a los doce días de muerto, Er resucitó milagrosamente. Enorme fue el asombro de sus familiares y demás personas testigos del hecho y por supuesto que Er era el más sorprendido.

Una vez que todos se recuperaron del susto, el resucitado les contó lo que había visto en el más allá. Dijo Er que después de que murió y su alma se separó del cuerpo, se juntó con otras almas y viajaron por el aire hasta llegar a un lugar maravilloso. En el suelo había dos aberturas y arriba, en el cielo, otras dos hendiduras iguales. En medio estaban unos jueces que juzgaban a los que llegaban, y al terminar el juicio de cada uno, le colgaban en el cuello un rótulo en el cual estaba anotada la sentencia que le había correspondido. Los justos, y por eso recompensados, subían al cielo por un camino que estaba a la derecha. Y a los injustos, y por lo mismo condenados, los mandaban por el camino que estaba a la izquierda que conducía al fondo oscuro de la tierra.

A Er se le dijo que debía escuchar y contemplar con atención todo lo que había en aquel lugar, porque después tendría contarlo a los hombres, o sea que volvería a la vida. Er —sigue relatando Platón—, vio que “por una de las aberturas del cielo y otra de la tierra, se marchaban las almas después de ser juzgadas”. Después, las almas de los condenados por injustos salían de la abertura de la tierra, horrorizados, llenos de polvo y suciedad, mientras que las de los justos bajaban limpias y muy contentas de lo alto del cielo.

Las almas que iban llegando desde el cielo acampaban como en una feria, se saludaban muy contentas y contaban unas a otras su bienaventuranza y las visiones “de indescriptible hermosura” que habían experimentado. Mientras que las que llegaban de la abertura de la tierra, se contaban unas a otras, entre llantos y lamentos de tardío arrepentimiento, todo lo horrible que habían visto y sufrido en su viaje subterráneo que duraba mil años.

Explica Platón que cada cual pagaba la pena de todas sus injusticias y ofensas, “la una tras la otra, diez veces por cada una y cada vez durante cien años… (porque) el fin era que pagaran decuplicado el castigo por sus delitos.”
Todo eso y mucho más contó Er a su regreso de la muerte, a quienes lo escuchaban, sobre el castigo que sufren los que en vida fueron malvados e hicieron daño a los demás, sobre todo aquellos gobernantes que abusan cruelmente de su poder. Mientras que los justos y las víctimas, los que fueron piadosos, obtenían su justa recompensa.

Platón no dice en su relato qué pasó con Er, después de que resucitó y volvió a estar entre los vivos para contarles sus experiencias en el más allá.

Opinión mito de Er Mitología platón archivo
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