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Transporte aéreo y dictadura

Nicaragua es el único país de Centroamérica que no se está abriendo a la reanudación del transporte aéreo internacional, solo por el capricho autoritario del régimen dictatorial de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

Las líneas aéreas que habían decidido reanudar sus vuelos ordinarios hacia y desde Nicaragua a partir de agosto pasado, y normalizarlos en septiembre, se encontraron con la muralla infranqueable de las condiciones imposibles de cumplir que imponen las autoridades de Nicaragua, que no equivalen a las de ningún otro país de Centroamérica.

Con su actitud el régimen perjudica a las empresas de transportación aérea. Pero es mucho mayor el daño que causa a la economía nacional, e inclusive a él mismo, pues deja de percibir importantes ingresos por impuestos que necesita para financiar sus crecientes necesidades presupuestarias. Es una actitud que nadie la puede entender, porque ninguna autoridad gubernamental ejercida por personas normales actúa de manera tan irracional.

Tanto la Cámara de Turismo de Nicaragua por medio de su presidenta, Lucy Valenty, como el Cosep y Amcham —en su calidad de organismos aglutinantes de la empresa privada— le han hecho saber al régimen los graves perjuicios que causa con su actitud no solo a las líneas aéreas, sino a la industria turística y a toda la economía nacional.

Además le han hecho propuestas razonables para que sin caer en el peligro de descuidar las medidas de prevención frente a la pandemia que sigue atacando a la gente, flexibilice su posición y llegue a un acuerdo con las líneas aéreas que pueda beneficiar a todos, incluyendo al mismo gobierno.

Pero Ortega dispara su pistola contra las líneas aéreas y al mismo tiempo contra los intereses económicos nacionales.

Incluso la dispara contra su propio régimen. Es una actitud que solo se puede calificar como esquizofrénica. En la política la esquizofrenia se define, según el experto chileno Andrés Rojo, como una alteración de la capacidad “para percibir en forma correcta la realidad, lo que lleva a comportamientos considerados como anormales por los demás, pero que se explican como consecuencia de esa forma de percibir el entorno”.

En Nicaragua, todas las personas normales perciben el entorno y la problemática socioeconómica y política nacional de una manera objetiva, como realmente es, pero Ortega y Murillo la ven a su manera, distorsionada por sus desarreglos ideológicos y emocionales.

Según Oxford Economics, hasta antes de la crisis de 2018 “las aerolíneas, los operadores aeroportuarios, las compañías que operan en los aeropuertos (restaurantes, tiendas, etc.), las productoras aeronáuticas y los proveedores de los servicios de aeronavegación, empleaban a 1,800 personas en Nicaragua”. Además sustentaba otros 12,000 empleos en adquisición de bienes y servicios de proveedores locales. Al gastar sus sueldos en la economía local estas personas sustentaron 10,300 empleos más. Y los turistas que llegaron por aire, con sus gastos generaron 106,000 empleos adicionales. Información del sector nicaragüense del turismo indica que antes de la crisis sociopolítica de 2018, agravada este año por la pandemia, su aporte al PIB era de unos 840 millones de dólares y representaba entre el 11 y el 12 por ciento del mismo. Ahora la situación es catastrófica.

Seguramente es perder el tiempo decirle a Ortega que recapacite y flexibilice las condiciones para que las líneas aéreas vuelvan a Nicaragua. Pero hay que decirlo, al menos para dejar constancia de nuestro deber y responsabilidad.

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