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Las huellas de Lou Brock permanecen más allá de sus récords

Lou Brock, además de ser un buen bateador y un corredor veloz, era también un jugador muy inteligente y sin temor a fallar

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El pasado 18 de junio, cuando arribó a sus 81 años, Lou Brock fue sorprendido por sus vecinos, quienes fueron a cantarle y le llevaron regalos, aunque a distancia, como se hace en estos días de coronavirus.

Brock salió a atenderlos auxiliado por su andarivel. Cuando jugaba era igual. Los fanáticos enloquecieron con su velocidad, pero sobre todo por lo cercano que siempre les pareció el gran jardinero izquierdo.

“Uno de mis deseos es ser recordado como alguien que lo dio todo en el terreno, pero que además lo hizo con integridad”, dijo Brock, quien murió el domingo por complicaciones relacionadas con la diabetes.

Durante los 19 años de su carrera jugó al máximo, pero su calidad adquirió otro nivel en San Luis, donde alcanzó el calibre de estrella y con Bob Gibson y Curt Flood, llevó a los Cardenales a la cima.

Sin embargo, cuando San Luis lo adquirió de Chicago a mediados de 1964, sus nuevos compañeros en los Cardenales lo no recibieron bien y criticaron el cambio como uno de los peores realizados.

“Una ventaja que tuve en el juego y en la vida, es que no le temo a nada. No tengo temor a fallar. Me gustaba el desafío y así lo tomé aquel año, hasta que fueron convencidos por mi juego”, afirmó.

En 103 partidos en los que jugó Brock con San Luis tras el cambio, bateó .348, con 81 anotadas y 33 robos. Y llevó a San Luis a la Serie Mundial y la ganaron a los Yanquis. Él bateó .300 en el clásico.

“Sin él no hubiésemos ganado la Serie Mundial”, reconoció tiempo después Tim McCarver, uno de sus compañeros en aquel 1964. “No creíamos en él, hasta que lo vimos correr”, agregó el excatcher.

Y es que la velocidad fue su vida. Durante 12 años al hilo, robó al menos 50 bases, con 118 en 1974, cuando tumbó la marca de 104 de Maury Wills de los Dodgers en 1962. Se retiró con 938 estafas.

Los récords de Brock fueron luego tumbados por Rickey Henderson de los Atléticos de Oakland, quien se robó 130 bases en 1982 y sumó 1,406 en su carrera, pero sus huellas permanecen firmes.

“Una de las marcas de un campeón, es que puede durar más que tú”, aseguró cuando Henderson lo dejó atrás. Así que también fue humilde, entre otras virtudes que siempre observó en su vida.

Sin embargo, Brock no era un corredor cualquiera, era alguien muy inteligente, estudioso de los movimientos de los lanzadores y de las características de los receptores, lo que resultó clave.

“Una parte del éxito es llegar a primera base. Sin embargo, la primera base es inútil. Nada haces con quedarte ahí. La segunda base es, por otra parte, el lugar más seguro del campo. Cuando robo segunda base, elimino la posibilidad de un doble play y puedo anotar con cualquier pelota que pase del infield”, explicó en un momento.

No obstante, agregó Borck, “lo más importante no es el robo de la base, sino distraer al lanzador. Si puedo hacer eso, entonces el bateador tendrá un mejor lanzamiento y yo tendré un mejor chance de robar”.

Y por lo visto sacó mucho provecho de esas ventajas. Bateó .293 en su carrera con 3,0213 hits y fue ingresado al Salón de la Fama en 1985, en la primera ocasión que fue elegible en las boletas.

Edgard Rodríguez está en Twitter: @EdgardR

 

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