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Necesitamos un nuevo San Jacinto e Independencia

Hace 164 años nuestros tatarabuelos derrotaron en San Jacinto a un filibustero de apellido Walker.

San Jacinto y la Guerra Nacional contra el filibustero, además de mostrarnos la valentía e ingenio de nuestro pueblo ante un enemigo con más recursos bélicos, nos dejan dos lecciones.

La primera es que cuando los nicaragüenses no resolvemos pacíficamente nuestras diferencias políticas, los resultados son nefastos.

En este caso, las rencillas entre los liberales y conservadores de la época llevaron a los liberales a contratar a los filibusteros como mercenarios para luchar contra los conservadores. Los filibusteros se apoderaron de Nicaragua y quisieron imponerse al resto de Centroamérica.

La segunda es que la unión entre nosotros es la solución a nuestros problemas. Ante la amenaza del filibustero, los liberales y conservadores se unieron y con el apoyo del resto de Centroamérica derrotaron al invasor en la Guerra Nacional.

Pero desafortunadamente la historia se repite y ahora tenemos de nuevo a otro filibustero, esta vez nacido en Nicaragua.

A este nuevo filibustero de apellido Ortega le acompañan su estimable y distinguida esposa y varios mercenarios, pero con la gravedad que no son extranjeros sino nicaragüenses, lo que duele más.

Estos nuevos Walker reencarnados también se están aprovechando de nuestras diferencias y debilidades internas.

Por lo que debemos unirnos de nuevo para expulsar a los nuevos filibusteros pacíficamente, sin la ejecución de Trujillo, pero con firmeza.

También hace 199 años nos independizamos de España, pero todavía no nos hemos podido independizar de la pobreza y las malas instituciones, por lo que la independencia está muy incompleta.

En esta lucha ante los nuevos filibusteros y la pobreza que debe ser de todos los nicaragüenses, debemos seguir el ejemplo de concordia y unidad que nos dio precisamente un 14 de septiembre, hace 57 años, el doctor Pedro Joaquín Chamorro. Ejemplo que siempre recuerdo en los días patrios, pero particularmente en estos años de división y represión.

En ese entonces, el doctor Chamorro escribió:

“Para todos aquellos que por una razón u otra dieron su vida por la Patria y no vacilaron en ir al sacrificio, esperando que con él iban a mejorar las condiciones de vida de sus compatriotas.

Equivocados o no, murieron por Nicaragua, y si la semilla de su generosidad no ha fructificado todavía, vendrá el tiempo en que germine y cubra nuestros horizontes.

Tenemos que dejar esa flor en el campo, sin pasión, sin rencor, pero muy conscientes de que al hacerlos nos volvemos a comprometer con quienes cayeron, a recordar sus ideales, y a luchar para que algún día este se pongan en práctica.

Junto al hombro de José Dolores Estrada, debemos de ubicar en nuestros sentimientos y nuestra imaginación, el hombro de cada nicaragüense muerto en la lucha por una Patria en donde se respete la libertad de los hombres, y se viva de acuerdo con los conceptos de la dignidad social, que pertenecen a nuestro tiempo.

Dejemos pues una flor más sobre la tierra estos días, y continuemos esperando que las semillas del sacrificio germinen, y den su fruto para esta, y las próximas generaciones”.

Yo solo añadiría que los sacrificados son hombres y mujeres que luchan contra la dictadura y los pobres que luchan cada día para proteger a sus familias del hambre y de las enfermedades. Todos sabemos que son muchos, porque los vemos todos los días.

Lo que necesita Nicaragua hoy es la concordia por la que abogó PJCh, para tener una Patria más próspera y justa y lograr la Patria grande que soñó Rubén Darío.

El autor es bachiller del Colegio Centro América.

Opinión filibustero San Jacinto Walker archivo
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