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Clandestinos

Hace unos días un puñado de opositores, en forma callada, simultánea, y al abrigo de la noche, colocaron centenares de pósteres y manchas contra Ortega en decenas de municipios del país. Fue un golpe certero y bien organizado, parte del repertorio de las formas de resistencia cívica no violenta. Fue también una pequeña, pero relevante demostración de una forma de lucha distinta a la acostumbrada.

Hasta la fecha el mayor esfuerzo de los millares de activistas opositores, y más aún de los afiliados a partidos políticos, ha estado enfocado al tema electoral: discutiendo internamente formas de organizarse o aliarse, conformando juntas en los territorios, asegurando fiscales que los representen en las más de diez mil juntas receptoras de voto, etc. El esfuerzo es válido. Probablemente habrá que probar a fondo esta vía para derrotar a la dictadura o deslegitimizarla más.

Pero no debe ser el único ni, quizás, el principal esfuerzo. Por la sencilla razón de que es muy, pero muy remota, la posibilidad de que el tirano ceda el poder a través de elecciones. Es imperativo por tanto que la oposición se prepare a librar otro tipo de batalla. Porque, hay que insistir: es ingenuo pensar que el tirano dejará el poder por una derrota en las urnas. Lo único que lo podrá sacar sin recurrir a los tiros es una decidida, valiente y tenaz resistencia cívica, combinada con fortísimas sanciones internacionales.

Así pues, a la vez que se hace la necesaria calistenia para la contienda electoral, la oposición necesita ir creando un verdadero ejército de militantes, bien organizado y disciplinado, dispuestos a utilizar el amplio repertorio de tácticas y medidas propias de la lucha no violenta. (Quien desee empaparse de sus muchos procedimientos puede descargar en línea las lecciones de Gene Sharp) El caso de los afiches anti-Ortega fue un ejemplo: golpes inesperados, pequeños, relativamente simbólicos, pero constantes y bien pensados, orientados para desafiar y minar la dictadura; para no darle un día de descanso.

Este nuevo ejército de combatientes cívicos deberá usar muchos de los principios organizacionales que usó el FSLN en su lucha contra Somoza: clandestinidad, compartimentalización de las células, uso de nombres o seudónimos de guerra, disciplina, puntualidad, discreción, etc. Como toda guerrilla cívica, tendrá que enfrentar las medidas cada vez más brutales de una dictadura acorralada y sin futuro. Por eso mismo tendrá que contar con militantes muy comprometidos, dispuestos a enfrentar cárcel, torturas e incluso muerte. También deberá protegerse de seguras infiltraciones a través de rigurosos procesos de selección.

El genio de Lenin, que llevó al poder a los bolcheviques en la Rusia zarista, al igual que el del FSLN, que lo llevó al poder en la Nicaragua somocista, fue, precisamente, organizar un partido de corte revolucionario, conspirador, que sabía que solo podría llegar al poder por medios no electorales. La diferencia fundamental, entre ellos y lo aquí propuesto, es que los combatientes cívicos no apelan al uso de las armas ni a la violencia y que, a diferencia de los comunistas, no sacrifican el respeto a las normas éticas, a la vida humana y a la propiedad, por alcanzar el poder. Su lucha es de altura; moral, cívica. Hasta podríamos decir cristiana, en cuanto a que sus militantes están dispuestos a derramar su sangre, pero no la de su adversario.

No es fácil construir un ejército así. Requiere de un puñado de hombres y mujeres con un ideario democrático bien articulado y con mucha mística, disciplina y decisión. Pero es factible y promisorio. El tiempo está a su favor y en contra de la dictadura. A esta la preside una pareja decadente, aislada, desprestigiada, que ya no puede repartir ni ilusiones ideológicas ni golosinas, y que es odiada por la mayoría del pueblo y, muy significativamente, por su juventud. Un ejército como el sugerido será un arma formidable para derrotarla y más importante aún, para sustituirla por un gobierno radicalmente distinto, hijo del civismo y profundamente comprometido a una verdadera renovación democrática. Mil o dos mil guerrilleros cívicos pueden hacer milagros. La historia siempre la han cambiado unos pocos valientes.

El autor es historiador y autor del libro “En busca de la tierra prometida, Historia de Nicaragua 1492-2019”.

Opinión clandestinos democracia Nicaragua opositores archivo
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