Los cabecillas de las turbas orteguistas están amenazando, tanto de manera pública y abierta como en forma anónima, con utilizar la máxima violencia para impedir o disolver la marcha pacífica en conmemoración del fraude electoral del año pasado y contra la pretensión de reelección de Daniel Ortega, que organizaciones de la sociedad civil y los partidos políticos democráticos han convocado para el próximo 21 de noviembre en la ciudad de Managua.
El ambiente cada vez más tenso y enrarecido que hay en la capital y prácticamente en todo el país, es muy parecido al que había en Nicaragua a mediados de marzo de 1980, cuando la oposición a la primera dictadura del FSLN que en aquel tiempo lideraba el Movimiento Democrático Nicaragüense (MDN), convocó para el 14 de ese mes a una gran demostración política en la ciudad de Nandaime, en el departamento de Granada. Las demandas de la oposición democrática eran básicamente las mismas de ahora: respeto a los derechos civiles y humanos de todos los nicaragüenses, elecciones libres y limpias, libertad de organización y de manifestación pública, etc. “¡Nandaime va!”, era la consigna emblemática de la convocatoria a la gran manifestación opositora del 14 de marzo de 2008, ya que los dirigentes de las turbas habían amenazado con impedirla aunque para ello tuvieran que provocar un gran baño de sangre.
Al respecto, don Fabio Gadea Mantilla, director de Radio Corporación en la que se transmiten los editoriales de LA PRENSA, escribió en su libro de memorias titulado Una vida y dos mandados : “Organizamos una manifestación gigantesca en Matiguás, Matagalpa, en el propio centro geográfico de la nación y no faltaron las turbas obstaculizando el camino. Cuando quisimos hacer otra manifestación en Nandaime, con el grito de protesta ‘Nandaime va’, el frentismo no soportó más y montó una noche de terror en contra de los miembros dirigentes del MDN. Las turbas actuaron en todos aquellos sitios desde donde vendrían los manifestantes, principalmente en Chinandega, Matagalpa y Jinotega en donde agredieron gravemente a muchos de los dirigentes del Movimiento. Fuimos a Nandaime con grandes dificultades, pero sufrimos los ataques de furiosas turbas del sandinismo que quemaron la casa de nuestro dirigente departamental, don Eduardo Fonseca. Obviamente estaban dispuestas a impedir la reunión a cualquier costo. La manifestación de Nandaime no pudo realizarse pero puso en evidencia a la nueva dictadura comunista en Nicaragua. Para este tiempo aún no se había decretado el estado de sitio que vino a suprimir todas las libertades”.
El mismo día que los ataques criminales y despiadados de las turbas impidieron la manifestación democrática de Nandaime, LA PRENSA expresó que aquello significaba “el regreso de Nicaragua a la ley de la selva, el derrumbe de muchas esperanzas, el desprestigio de la revolución”. Pero el FSLN, con el lenguaje totalitario que siempre ha usado, antes y ahora, justificó su orgía de violencia y brutalidad diciendo en un comunicado oficial que era “un primer esfuerzo insurreccional del pueblo contra la reacción”.
La historia se repite. Desde entonces han pasado casi treinta años. Aquella estrategia de violencia institucional y callejera del FSLN para suprimir la libertad y atropellar la democracia, condujo al país a una larga y cruenta guerra civil y a su propia derrota en 1990. Sin embargo, otra vez nos encontramos en las mismas. De nuevo un régimen intolerante y represivo, impide por medio de la intimidación a la ciudadanía, de las amenazas verbales y las agresiones físicas contra opositores y miembros de las organizaciones civiles, de los ataques de turbas fanatizadas y ebrias de licor y de odio, de la fuerza bruta en fin, que la gente ejerza sus derechos más elementales, como son los de opinar, manifestarse pacíficamente, elegir libremente un mejor gobierno y gobernantes realmente dignos.
Pero la gente democrática no debe desesperarse ante las amenazas, la intimidación y las agresiones de las turbas desenfrenadas. Ni por la pasividad, complicidad o impotencia de una Policía que no cumple su obligación constitucional, legal y moral, de proteger a los ciudadanos pacíficos e inermes, de impedir las agresiones de los forajidos armados, de garantizar el ejercicio de los derechos humanos y constitucionales. No hay que caer en la trampa de la provocación de quienes quieren arrastrar a los demócratas civilistas al terreno de la violencia. Como dicen los organizadores de la marcha del 21 de noviembre, ésta es una convocatoria de lucha pacífica por la libertad y la democracia, y pacíficamente se tiene que realizar. Dios sabe proteger a quienes tienen el derecho y la razón.
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