SAN JOSÉ/ACAN-EFE
Una organización no gubernamental (ONG) costarricense alertó ayer del estado de precariedad en el que vive la población en ambos lados de la frontera entre Costa Rica y Nicaragua, especialmente los jóvenes y las mujeres.
Un estudio, elaborado por el Centro de Derechos Sociales del Inmigrante (Cenderos) y que contó con el apoyo técnico y financiero del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), revela que las personas que viven en ambos lados de la frontera entre ambos países son más vulnerables, porque son una población móvil y con menos acceso a los servicios sociales que el resto de los habitantes de sus países.
Gabriela Ortega, de Cenderos y coordinadora del estudio, señaló a ACAN-EFE que uno de los problemas principales es que “el nivel sanitario y educativo es insuficiente en esta zona”, donde además la violencia contra las mujeres es una práctica común.
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NICARAGÜENSES SON LOS MÁS VULNERABLES
Ortega explicó que las carencias en salud afectan sobre todo a los nicaragüenses transfronterizos, quienes tienen sus centros sanitarios “muy lejanos”, por lo que acuden a los costarricenses, “donde les dan tratamientos básicos, pero no hospitalización”.
“Por ejemplo, una nicaragüense puede acudir al ginecólogo, pero aunque le detecten una enfermedad no la pueden internar”, dijo.
La coordinadora del estudio recalcó que otro de los problemas principales es que estas “poblaciones transfronterizas no conocen sus derechos, por lo que no acuden a los servicios sociales o tienen miedo de denunciar cuando son víctimas de una agresión, porque temen ser deportadas”.
Agregó que la violencia entre las mujeres y las jóvenes “se ha ido generalizando”, un hecho que se debe a las “condiciones sociales de la zona, la educación limitada, el bajo nivel económico y el miedo de comunicarse con las autoridades”.
Ortega, quien no especificó cuánta gente vive en esta situación, “porque muchos de ellos no pasan por los pasos fronterizos, por lo que no están contabilizados”, detalló que en el caso de los nicaragüenses “se trata de personas que van a estudiar o a trabajar a Costa Rica, mientras que la mayoría de los costarricenses tiene fincas en el país vecino, porque son más baratas”.
Entre los aspectos positivos, el estudio comprobó el casi nulo grado de xenofobia en la zona, pues los vecinos independientemente de su nacionalidad, tienen fuertes vínculos entre ellos.
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