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Fabio Gadea Mantilla

Las envidiables elecciones de Honduras

Querida Nicaragua: Hasta hace un tiempo muchos nicaragüenses solían ver a Honduras por encima del hombro con cierto menosprecio, por ser un país, decían algunos, más atrasado que nosotros.

Qué lecciones nos ha venido dando nuestro vecino del norte. Desde hace largo tiempo logró establecer regímenes democráticos que se alternaban en el poder cada cuatro años, mediante elecciones perfectamente limpias. Si no me equivoco, Honduras llevaba ocho presidentes al hilo, electos uno tras otro, treinta y dos años de democracia representativa. No digo que Honduras no padezca problemas sociales graves, pero la democracia y la libertad son la clave, el comienzo para la solución de los mismos.

El grave problema de Honduras en los últimos meses llegó a través del inefable Chávez, cuando convenció a Mel Zelaya de adherirse al Alba, el cual es un buen proyecto de ayuda venezolana a nuestros países.

Pero como nadie da nada a cambio de nada, el Alba trae consigo otros compromisos, uno de los cuales parece ser la aberración chavista de reelegirse cuantas veces sea necesario para poder desarrollar en los países del Alba el llamado socialismo del siglo XXI, que viene impulsando el dictador venezolano tanto en su país como en los otros que tiene subyugados como Bolivia, Ecuador y Nicaragua.

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Cuando don Mel Zelaya quiso sorprender al pueblo hondureño solicitando que se colocara una cuarta urna en las elecciones para preguntarle al pueblo si quería cambiar la Constitución, su propósito era cambiar el Artículo 239 de la Carta Magna hondureña, que prohíbe terminantemente que el ciudadano que haya ejercido la titularidad del Poder Ejecutivo vuelva a ejercerla nunca más. Y castiga con la expulsión de su cargo a quienes insinúen cambiar este artículo, señalando que los mismos quedarán inhibidos por diez años para ejercer algún cargo en el Gobierno.

Los últimos cinco meses han sido de enormes tensiones en la república hermana. Zelaya fue destituido por intentar cambiar la Constitución y fue sacado del país en la forma que todos conocemos, catalogada por casi todo el mundo internacional como un golpe de Estado.

El Congreso de la República nombró al diputado Roberto Micheleti como presidente interino. Honduras empezó a sufrir los ataques de los furibundos chavistas, que inclusive intentaron aterrizar con Zelaya en Toncontín y llevarlo de nuevo a la Presidencia, acción que no pudieron realizar gracias a la firme postura de Micheletti y de la inmensa mayoría del pueblo hondureño. Micheletti, llamado “presidente de facto”, resistió todos los embates. La OEA, la ONU, muchos países europeos, el inefable Centro Carter y naturalmente los rabiosos países chavistas que pretendían crear en Honduras un miembro más de su tribu enemiga de la democracia y de las libertades públicas, emprendieron una campaña mundial que el pueblo hondureño y su presidente Micheletti soportaron con paciencia, sin exabruptos, presentando los argumentos del caso y prometiendo la realización de la jornada electoral, que se llevó a cabo con todo éxito el domingo recién pasado, cuando el pueblo hondureño masivamente demostró su deseo de volver a la tranquilidad que existía antes de que los demonios del mal perturbaran la mente de Zelaya.

Honduras nos da una lección de civismo. Ya nos estaba dando lecciones de democracia en los últimos 28 años, pero ahora nos ha dado la muestra de su lucha frente a la imposición del totalitarismo, su valentía y arrojo frente a aquellos reeleccionistas y violadores de constituciones como don Mel Zelaya. A ver si aprendemos la lección.

Columna del día Opinión
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