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Román “Chocolatito” González tiene tantas peleas en su vida cotidiana como en el ring. Cuando regrese al país tendrá que visitar los juzgados capitalinos, para ponerse de acuerdo con su ex compañera, Martha Anduray

EL ROUND AMARGO DEL

Sobre el ring, González, que no aprobó ni la primaria, sabe bien cómo defenderse. Puede amedrentar a sus rivales. Si jura que los dejará en la lona, seguramente lo hará, no estará mintiendo. En su trayectoria ha noqueado a más de 20 hombres. Este diminuto gladiador de 159 centímetros y 105 libras, criado en un barrio pobre y violento de Managua, ha sorteado a fieras del boxeo hasta en otros continentes. En septiembre del 2008 acabó en los primeros cuatro asaltos de la pelea, de 12, con el japonés Yutaka Niida, campeón mundial de la categoría mínima de la Asociación Mundial de Boxeo, AMB.

de seis años es el lado amargo de Román “Chocolatito” González, el héroe del boxeo nacional que del ring pasará a los juzgados por esa causa

Fotos de LA PRENSA/Archivo

Román “El Chocolatito” González, la estrella del boxeo nicaragüense, gana todas las peleas, menos una, por la que deberá ir a los juzgados apenas vuelva de México, donde peleó anoche.

Sobre el ring, González, que no aprobó ni la primaria, sabe bien cómo defenderse. Puede amedrentar a sus rivales. Si jura que los dejará en la lona, seguramente lo hará, no estará mintiendo. En su trayectoria ha noqueado a más de 20 hombres. Este diminuto gladiador de 159 centímetros y 105 libras, criado en un barrio pobre y violento de Managua, ha sorteado a fieras del boxeo hasta en otros continentes. En septiembre del 2008 acabó en los primeros cuatro asaltos de la pelea, de 12, con el japonés Yutaka Niida, campeón mundial de la categoría mínima de la Asociación Mundial de Boxeo, AMB.

Con sus contundentes puños le arrebató la corona y se transformó en el décimo campeón mundial de boxeo que cosecha este país. Se convirtió además en la nueva estrella del deporte nacional, en el héroe de la cantera de nuevos púgiles que abarrota los gimnasios del país. Aún enfermo, González ha demostrado su potencial. Así lo hizo en febrero pasado, cuando subió al cuadrilátero deshidratado por causa de una diarrea y, aún así, derrotó al mexicano Alberto Rosas, el retador que peleaba en su patio y que en vano trató de quitarle su cinturón de campeón.

González es un luchador y vencedor nato. Sin embargo, la pelea que no ha podido ganar, la que le dobla el brazo cada cierto tiempo y que libra fuera del ring es la batalla legal que sostiene con su ex compañera de vida, Martha Anduray, una afanadora que le reclama ante un juez que sea, simplemente, un papá responsable con su hija de seis años.

El último round de esa pelea interminable ocurrió la semana pasada cuando una juez anuló la orden que había dado otro juez, un suplente, en tiempo récord, a favor del boxeador. María José Aráuz, juez Primero del Distrito de Familia, suprimió el aval que le iba a permitir a González rebajar el monto de la pensión alimenticia de 10,000 a 3,000 córdobas.

Gladys Rivas, la abogada del “Chocolate”, dice que su cliente pidió una reforma en el monto de la pensión porque su situación ha cambiado. “Ahora tiene un hogar”, dice Rivas. El “Chocolate” contrajo nupcias con Raquel Doña en diciembre pasado. Pero Rivas dice que su cliente quiere asumir otros gastos sensibles para el bienestar de la menor como educación, salud y vestuario. “Quiere sacar a la niña del abandono en el que está”, dice la abogada, y enseguida refiere una serie de situaciones que para Anduray y su abogada no tienen fundamento.

“El que tenga un nuevo hogar no tiene por qué afectar los intereses de la niña”, dice Virginia Meneses, la abogada de Anduray.

La ex del “Chocolate” reconoce que la tomó por sorpresa la orden del juez suplente de hace dos semanas, en la que acepta la reforma al monto de la pensión. “No dieron tiempo para responder a la demanda”, dice esta mujer de 27 años, que limpia los pisos y las ventanas en la oficina de Patrimonio de la Alcaldía de Managua, Alma.

No le dieron chance de explicar que desde noviembre el peleador dejó de depositar la cantidad estipulada en una sentencia, en marzo del año pasado. Tampoco pudo explicar que sin ese dinero ella no ha podido realizar una serie de exámenes médicos que la menor necesita. Tampoco la ha matriculado en la escuela.

Anduray, con la asesoría de Meneses, una abogada de la Red de Mujeres que ahora acompaña el caso, introdujo un escrito en contra de lo actuado por el funcionario suplente, y la juez titular acogió el documento y mantuvo firme la primera sentencia.

De un momento a otro, todo se revirtió. De nuevo la balanza se inclinó a favor de Anduray.

Hace nueve días, la juez Aráuz restituyó la pensión en 10,000 córdobas y ordenó retención migratoria para el boxeador. No obstante, el “Chocolate” ya había salido del país con destino a Guatemala, una parada estratégica antes de viajar a Puebla, México, donde enfrentaría a Iván Meneses, el tercer retador de su corona.

No es la primera vez

que la justicia pone a González contra las cuerdas. En marzo del 2009, Néstor Castillo, el juez Cuarto de Distrito Civil de Managua, ordenó retención migratoria contra el púgil por su renuencia a cumplir con la pensión de su hija.

En esa época, el “Chocolatito” era noticia por dos razones: recién se había comprado un lujoso carro Mercedes Benz de segunda por el que pagó alrededor de 40,000 dólares, de acuerdo con lo que especularon los diarios y los espacios radiales deportivos. Y sobre las ruedas del Mercedes —que chocó al mes de estar manejando— estaba viviendo una especie de novela rosa. Estaba entregado a su noviazgo con la comerciante Raquel Doña, “Raquelita”, a quien desposó en diciembre pasado. Más que por el romance, la crónica deportiva lo despedazó por su desmesura en la compra del carro, pero también porque se volvió huraño con el gimnasio. Casi no iba a entrenarse. Los expertos consideraban que no podía darse esa licencia porque, después de todo, no había dado ninguna cátedra de boxeo a Rosas y además había tenido problemas en la báscula con el peso, el eterno mal de los peleadores nicas.

En esos días, el “Chocolatito” también cazó pelea con su mentor, el tricampeón mundial de boxeo y alcalde de Managua, Alexis Argüello. “Él cree que ya es el rey del mundo. Ése es un error que está cometiendo”, dijo Argüello a las agencias de noticias. “Un boxeador debe estar en el gimnasio cuidando su peso y no andar mal engavillado y ése es el problema del Chocolatito”, agregó el tricampeón que en julio del 2009 se suicidó.

Anduray es una mujer morena, de cara redonda y pecosa, que se agarra el pelo crespo en una cola de caballo. Ella pensó que si su ex marido tenía para comprar un auto lujoso, “pues también tenía para darle su pensión a mi hija”, dice.

Y a finales de marzo, el juez Néstor Castillo le dio la razón a Anduray. En su sentencia comprometió a González a depositar 10,000 córdobas mensuales en concepto de pensión alimenticia. El boxeador también se comprometió a ceder y traspasar la casa que el Gobierno le regaló cuando se coronó campeón y que está contiguo al reparto San Antonio. No obstante, la vivienda está a nombre de su papá, Luis Alberto González. Y este punto, que ahora preocupa a los abogados de ambos lados, tiene todos los ingredientes para abrir un nuevo round, una vez que se resuelva el tema de la pensión.

Martha Anduray conoció a Román González en la época en que nadie le decía “Chocolatito”. González era el chavalo que llegaba a su casa y se ofrecía para los mandados de su mamá, Ruth Barberena, quien entonces tenía una repostería como preámbulo de la panadería que ahora tiene y en la que se consagran trabajando su esposo y ella. “Era bien atento, eso fue lo que me gustó”, dice Anduray, quien es mayor cinco años que el boxeador.

Los recuerdos de Anduray coinciden con los de doña Ruth. “Como eran vecinos, ellos vivían aquí metidos”, dice la señora que usa delantal y hace una pausa en el horneo del pan en su casa para contestar las preguntas.

“Yo lo veía como un niño. No lo tomaba en serio, pero era muy atento conmigo”, dice Anduray, quien sonríe cuando evoca sus primeros días con el “Chocolate”.

Anduray habla de lo malo y de lo bueno de González. Está sentada en una de las tres sillas que hay en la sala de la casa que el ex marido le cedió ante el juez. Dice que prefiere hablar de lo malo para no perder el valor que necesita para continuar con esta demanda. “Mi mamá me ha dicho que lo deje así, que deje esta humillación”, dice Anduray.

Con frecuencia, el “Chocolatito” ha dicho que él le consiguió el trabajo en la Alcaldía. “Y es verdad… él habló con Alexis cuando era vicealcalde”, dice la mujer, pero explica que fue una petición desesperada porque ninguno de los dos tenía trabajo y estaban pasando necesidades.

Alrededor de Anduray da vueltas la hija, el centro de la demanda. De vez en cuando la niña mete su cuchara y opina. Cada vez que el fotógrafo hace una foto, ella voltea la cara. Su madre sigue hablando delante de ella. Dice que cuando cumplió años, el 21 de diciembre, el “Chocolatito” no se apareció. Tampoco llegó a verla en su graduación de Preescolar el 10 de diciembre. “Y me dijo que si no la llevaba su papá, que entonces la llevara su mamita (su abuela Ruth)”. Así fue.

La abogada Gladys Rivas, que habla en lugar de su cliente, dice que a González no le han permitido ver a su hija ni un fin de semana, desde que se aprobó la sentencia hace casi un año. Anduray dice que él no ha querido, que ella no le prohíbe acercarse a su hija, que de todas maneras lo adora.

“Si ya me dijo que el sábado va a ver la pelea y como espera que su papá gane, el domingo (hoy) le ponga la piscina”, dice la mamá, y la niña que tiene una mirada chispeante, asiente con una risita.

Hoy el “Chocolate” es noticia por la pelea de anoche. Todos los detalles de su actuación está en los diarios. Mañana volverá a serlo, con menos cobertura, cuando vaya a los juzgados. La constante de protagonizar escándalos y peleas paralelas a las del ring no es una situación exclusiva de este púgil de 22 años. Otros boxeadores con la estatura de campeones como Rosendo Álvarez o Ricardo Mayorga, la dupla que ahora hacen negocios juntos en Miami, fueron epicentros de escándalos en su momento. Hay gente que recuerda más a Mayorga por la acusación de violación que por las refriegas que ganó en el ring.

La vida de escándalos no es un asunto exclusivo de los púgiles nicas. Famoso por sus alborotos fue el boxeador de peso pesados Mike Tyson, quien apaleó a sus esposas con la misma rabia que le arrancó un pedazo de oreja a su rival.

“La mayoría de nuestros boxeadores son muchachos que carecen de educación formal, que vienen de barrios marginales, y para ellos el boxeo es una forma de ascenso social”, dice el cronista de La Prensa Pablo Fletes, y recuerda a boxeadores legendarios como el “Toro” Benavides que se ganó el apodo más que por su actitud fiera en el ring, porque venía de arrear ganado en Chontales y era un hombre de escasa preparación.

Con Fletes coincide Silvio Conrado, el apoderado del “Chocolate”, quien dice que esto “es como cuando tenés un hijo y lo aconsejás, pero al final él decide qué hacer”.

Alrededor de los boxeadores también suele formarse un círculo de nuevos amigos, la mayoría aduladores, que terminan mal influenciando las personalidades endebles de este tipo de atletas, según valoran los expertos.

Gustavo Herrera, ex entrenador del “Chocolate” y preparador de muchos prospectos en el gimnasio Róger Deshón, contiguo al mercado de San Judas, reconoce que a él le toca ser sicólogo muchas veces de los muchachos. Tal vez por eso Herrera evita los gritos. Casi les habla al oído, mientras los adolescentes giran y muelen a golpes los sacos colgados. Herrera, el ex campeón amateur más importante del país, dice que la mayoría viene de barrios pobres y en su casa no tienen quien los escuche, y ellos, los entrenadores, se vuelven los principales consejeros de los púgiles que sueñan con dejar la pobreza atrás a base de puños.

Nadie sabe cuánto ganaría Román González con su pelea de anoche. Lo que sí dejaron claro los cronistas es que esta vez Román iba mejor preparado que en su defensa anterior. Otra vez, el “Chocolatito” estaría en medio de las cuerdas, repartiendo ganchos y combinaciones demoledoras de su izquierda y derecha. Cuando baje y regrese al país, habrá que ver cuán preparado viene para continuar esta batalla legal, que tendrá como réferi a un juez, y como rival a una mujer, la madre de su hija de seis años. b

Peleas en el último año

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La Prensa Domingo

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