Por Edgard Rodríguez C.
Hay cifras que constituyen la barrera normal de la excelencia en el beisbol. En las Ligas Mayores, por ejemplo, llegar a 3,000 hits y a 300 triunfos es equivalente a un boleto al Salón de la Fama, es decir un pase a la inmortalidad.
A través de la historia de las Grandes Ligas, 24 lanzadores han alcanzado las 300 victorias, incluyendo a Cy Young, el máximo ganador con 511 éxitos, y Randy Johnson, el zurdo de electrizante recta, quien con 303 triunfos fue el último en ingresar al club, el año pasado con los Gigantes.
En cambio, hay 27 bateadores de 3,000 hits, incluyendo por supuesto al líder Pete Rose y sus 4,256 cañonazos, y desde luego, Roberto Clemente, quien con 3,000 cohetazos exactos alcanzados en 1972 está en la puerta del selecto círculo, como dando la bienvenida a la grandeza a los nuevos integrantes.
En nuestro beisbol no existe una proximidad como la que sí se percibe en las Mayores. Aquí hay sólo 13 ganadores de 100 partidos, pero en cambio se cuenta con 40 bateadores de 1,000 hits, esto ya incluyendo a Julio Raudez, quien capturó su éxito 100 ante el San Fernando, y Reynaldo Padilla, quien conectó su hit mil ante Estelí.
¿Por qué tanto desequilibrio? ¿Acaso es más fácil llegar a 1,000 hits que a 100 victorias? ¿Por qué en las Ligas Mayores, guardando la distancia, hay más paridad? “Para mí la gran diferencia la estableció el bate de aluminio. Eso le dio una abrumadora ventaja a los bateadores, quienes acumularon grandes cifras”, dice Pedro Torres.
Eso, unido a la ausencia de auténticos “ases” en los montículos nacionales, quizá sea la explicación. No tenemos lanzadores “tiro-seguro” y por lo general no son duraderos. Todo eso ha sido bien aprovechado por los bateadores, muchos de los cuales sin habilidades extraordinarias, amasaron muchos hits con la ayuda de los bates de aluminio y del pitcheo frágil.
De todas formas, es admirable el hecho de ver a Padilla uniéndose a sus hermanos en el club de los 1,000 hits. De acuerdo con las cifras, no ha habido aquí un trío de hermanos tan exitosos. Y por supuesto, hay que aplaudir a Raudez, quien junto al desaparecido Diego forma la primera pareja padre-hijo con 100 éxitos, todo un timbre de orgullo.
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