Dorotea Granada
En diciembre del 2000 escribí en esta misma columna: “Nunca se había visto tanto uso de poder contra una anciana. En su venganza personal, el presidente Alemán ha usado contra la enfermera norteamericana Dorotea Granada a la Policía, Migración, Gobernación, el Minsa, el Ministerio del Trabajo y finalmente al Marena”. Para ese tiempo, Alemán acusaba a esta anciana enfermera de un montón de tonterías que llamaba “delitos”, pero todos sabíamos que el fondo del asunto era que ella simpatizaba con el partido Frente Sandinista y quería sacarla del país. ¡Ay Dios, cómo vuelve la historia!
Alberto Boschi
Ahora es el Frente Sandinista echándole todo el poder del Estado a un italo-nicaragüense, cuyo único “delito” es simpatizar con un partido opositor. A Alberto Boschi le armaron un remedo de juicio, al que vergonzosamente se prestó un colega periodista. Lo condenaron, luego otros lo amnistiaron porque era demasiada saña gratuita y ahora le quitan la nacionalidad nicaragüense y lo echan del país sin más procedimiento que el “porque me da la gana”. Y si ayer reclamamos y condenamos la persecución contra Dorotea Granada, hoy lo hacemos por la percusión contra Alberto Boschi, porque no es un asunto de simpatías ideológicas, sino de justicia.
Bala perdida
Un día cayó una bala perdida en la casa de la jefa de la Policía, comisionada Aminta Granera. No quiero banalizar el asunto, porque a veces balas perdidas terminan matando gente. Además, se trataba de la máxima jefa policial. Pero el sentido común dice que balas perdidas siempre están cayendo, porque cada vez que alguien dispara en algún lugar tiene que caer el plomo, aunque sea por la mera fuerza de gravedad. Casi nunca se sabe quién dispara esas “balas perdidas”. Y así pensé que terminaría esta.
Eficiencia
La verdad, dudé que se llegara a conocer quién había disparado la bala. ¿Cómo creer en la capacidad investigativa de esta Policía que todavía está buscando al tipo que se robó la cámara filmadora del Cenidh a pesar de que el episodio quedó debidamente grabado, y se le hizo llegar el nombre, dirección de la casa donde vive, centro de trabajo y fotografías del tipo que se la robó? ¿Cómo creer si nunca pudieron detener a los tipos que vapulearon ante los ojos de toda Nicaragua al periodista Mario Sánchez y otros miembros de la Coordinadora Civil? ¿Acaso ya atraparon a los que le quebraron el brazo en tres partes a la joven Leonor Martínez? El asunto es que en horas tenían atrapado al dueño del arma de donde salió la “bala perdida”. “Vaya, cuánta eficiencia”, me dije, con esa sonrisa irónica que tan fácilmente se me pega.
Partido a lo nica
Juega el equipo rojo contra el equipo negro. Los rojos metieron tres goles y los negros ninguno. Ahí terminaría el partido: 3-0. No en la Nicaragua de ahora. Sucede que cuando algún rojo iba a tirar al marco, los negros le caían a patadas y garrotazos. Dos de los goles fueron anulados por “fueras de juego” y el tercero, porque simplemente no lo quisieron anotar. Asimismo, los negros lograron su primer gol por un penalti que fallaron en un primer intento, pero que el juez generosamente le dio dos oportunidades más para echarlo. Otros dos tiros que pegaron en los parales les fueron acreditados como goles a los negros a través de una resolución del “Comité” que descubrió un viejo reglamento con otras medidas para los marcos y ¡nunca fue derogado! Así, la pelota hubiese entrado fácilmente, razonaron. Otros dos goles aparecieron por arte de magia en la anotación oficial, y finalmente los negros ganaron 5 a 0.
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