Fotos de LA PRENSA/ Archivo y Agencias
El próximo 3 de octubre Brasil decidirá si se une a una lista casi o más exclusiva que la de los países organizadores de un Mundial de Futbol o de unos Juegos Olímpicos: la de aquellos que han electo a una mujer como su presidenta. Hasta ahora sólo cinco de veinte países latinoamericanos han sido gobernados —o aún lo están— por mujeres. Dilma Rousseff podría ser la mujer que gobierne en el sexto.
Economista y política, hija de una brasileña y un empresario búlgaro, Dilma Rousseff es la candidata brasileña con más posibilidades de ganar la presidencia en la que sucedería al ex obrero metalúrgico, Luis Inácio Lula da Silva, del mismo Partido de los Trabajadores. Antes de ella otras nueve lo han logrado en Argentina, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Panamá, Haití, Chile y Costa Rica, aunque sólo cinco fueron electas para ese cargo.
María José Zamora, ex presidenta de Hagamos Democracia y miembro del Movimiento por Nicaragua (MpN), considera que la llegada de las mujeres a las esferas más altas del poder político se debe a un “trabajo hecho durante siglos” para que a la mujer le reconocieran sus derechos.
Fue hace 138 años que una de las primeras en exigir el derecho al sufragio femenino fue encarcelada en los Estados Unidos. Susan B. Anthony, hija de un algodonero de una pequeña ciudad del estado de Massachusetts, Estados Unidos, tenía 52 años cuando fue arrestada y juzgada por cometer el “delito” de ser mujer y votar en una elección presidencial. Era 18 de noviembre de 1872, cuando los republicanos Ulises S. Grant y Horace Greeley compitieron por la presidencia, pero faltaban 48 años para se aprobara la enmienda que en 1920 reconoció a la mujer su derecho a elegir y ser electa.
Mónica Zalaquett, periodista de origen chileno, nacionalizada en Nicaragua, advierte sin embargo que “no siempre las mujeres que ganan terreno en la política son una opción al liderazgo tradicional de los hombres”. Ese que ella define como un liderazgo basado en una cultura patriarcal “que divide, dificulta el consenso e impide el desarrollo de las personas”, reclama.
El poder que tuvo Thatcher hoy apenas puede compararse al de otra europea: la canciller Angela Merkel, que gobierna Alemania desde 2005, tras su reelección en septiembre del año pasado, bajo la bandera la Unión Demócrata Cristiana (UCD), que también dirige desde el año 2000.
Más al oriente del hemisferio, otras también han ejercido un gran poder, como lo tuvo Indira Gandhi, primera ministra de India desde el 19 de enero de 1966 hasta el 24 de marzo de 1977, y desde el 14 de enero de 1980 hasta su asesinato el 31 de octubre de 1984.
También la paquistaní Benazir Bhutto, fue la primera mujer que ocupó el cargo de primera ministra de un país musulmán y en dos ocasiones (1988-1990 y 1993-1996), pero fue asesinada el 21 de diciembre de 2007, dos semanas antes de las elecciones en las se perfilaba favorita.
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Según Zalaquett, “muchas mujeres protagonizan en el poder un liderazgo similar: ganan terreno porque continúan el prototipo de gobiernos autoritarios”, dice y cita como ejemplo a la británica Margaret Thatcher, aquella que fue llamada “La Dama de Hierro”, y que a su juicio sólo fue un gobierno similar a otros que coincidieron en la misma época.
Azahálea Solís, directiva del Movimiento Áutónomo de Mujeres (MAM), reconoce que una mujer que representa y exige el derecho de todas difícilmente puede ser bien vista como candidata y contra ella no faltaría la crítica y el rechazo en cuanto ésta los promueva desde su mandato.
Zalaquett y Solís coinciden en que quizá quien ha estado más cerca ha sido la ex presidente de Chile, Michelle Bachelet. Solís estima que Bachelet no se desempeñó como una evidente feminista, pero considera que sí supo mantener una agenda abierta a los temas de género. Para Solís, Bachelet marcó la diferencia al no usar su cargo como una oportunidad de revancha personal por lo que sufrió durante la dictadura de Augusto Pinochet, aunque hay que decir que no ordenó un funeral de Estado ni duelo nacional cuando el ex dictador falleció en diciembre del 2006.
Zalaquett opina que la llegada de una mujer a la presidencia de un país puede ser la oportunidad perfecta para la construcción de un gobierno que una y busque el consenso sobre el país que se quiere y necesita. Pero cree que hasta la fecha las oportunidades poco o nada se han aprovechado. Y pide que se empiece ahora.
La feminista Azahálea Solís considera que la llegada de las mujeres a la presidencia “principalmente ha sido posible por las aperturas democráticas, posteriores a grandes dictaduras”. Aunque considera que la ex presidenta de Nicaragua Violeta Barrios de Chamorro, la primera de la región electa directamente para el cargo, es una excepción a esta regla, porque su caso fue justamente enfrentarse a las circunstancias de un país en guerra.
Desde la elección de Barrios de Chamorro en 1990 hasta la elección de la próxima mujer presidenta, que fue Mireya Moscoso en Panamá, pasaron nueve años. Pero entre el 2006 y el 2010 lo lograron las otras tres que integran la lista: Bachelet, de Chile; Cristina Fernández, en Argentina, y Laura Chinchilla, en Costa Rica.
Solís cree que la llegada de más mujeres al poder pronto puede ser un hecho más cotidiano. A su juicio, hay ahora una mayor apertura a los derechos de la mujer y también una clara apuesta feminista para integrarse a la vida política. “Porque si en el poder político es que se toman las decisiones, es ilógico no estar en la política”, resume ella como parte del movimiento feminista del país.
A su juicio, las mujeres que han llegado a ejercer la presidencia “han marcado una diferencia en sus países”, sobre todo “porque cada una de ellas envía un claro mensaje: nuestras destrezas no son de segundo orden y sí se puede llegar a gobernar siendo mujer”.
Mónica Zalaquett, no es tan optimista sobre un aumento en el ascenso de las mujeres a la presidencia, sobre todo en Nicaragua donde sólo advierte liderazgos desde los organismos cívicos, pero no desde los partidos políticos. Sin embargo, ella está convencida de que “más mujeres en la política puede ser extremadamente beneficioso para cada país que lo haga”.
“Hay un cansancio de la política que hemos tenido hasta hoy. Los cambios que hemos tenido no han sido suficientes. Hay un agotamiento, gran descrédito y corrupción que ha minado la política y las mujeres van a ser buscadas para gobernar”, porque, agrega, “la mujer es menos confrontativa (…) es un sujeto que ha recibido el mandato histórico de unidad y por lo tanto siente mayor responsabilidad en el poder”.
Zamora señala que “para eso falta que las mujeres nos unamos más” y Solís añade que también es necesario que las mujeres escalen en los partidos políticos, pues advierte que en los últimos años ha aumentado la presencia de las mujeres en esta actividad, pero su labor aún está reducida a las bases y poco se les ve en los cargos de dirección de los mismos. “Hay que cambiar esto, hay que escalar espacios, pero lo más importante es que no se haga echando a un lado los ideales”.
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