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María Auxiliadora Rosales. LA PRENSA/ARCHIVO.

Sobre El Atlas Lingüístico

Tengo el placer de presentarles a los autores del Atlas Lingüístico y Etnográfico de Nicaragua, María Auxiliadora Rosales, en su parte fonética, y Carmen Chavarría, autor de los mapas léxicos y morfosintácticos.

Por Isabel Molina Martos

Tengo el placer de presentarles a los autores del Atlas Lingüístico y Etnográfico de Nicaragua, María Auxiliadora Rosales, en su parte fonética, y Carmen Chavarría, autor de los mapas léxicos y morfosintácticos. Sin duda ésta es una obra fundamental para la lingüística nicaragüense sobre la que deberá asentarse la investigación de la lengua oral de Nicaragua. Tanto es así que el primer volumen publicado del Atlas, el que se refiere a la parte fonética, realizado por la doctora María Auxiliadora Rosales Solís, ha recibido, tan sólo hace unos meses, el Premio de la Real Academia Española 2009. Este premio supone dar visibilidad a la lingüística nicaragüense, ponerla en el mapa de la investigación internacional. Por eso es importante que la comunidad científica cobre conciencia de lo que significa contar con un Atlas lingüístico nacional.

Este Atlas no surge en el vacío, forma parte de un proyecto más ambicioso, el Atlas Lingüístico de América Central (ALAC), dirigido por Miguel Ángel Quesada Pacheco, cuya pretensión es describir la situación lingüística actual de Centroamérica. El Atlas comprende los niveles léxico, morfosintáctico y fonético y está compuesto de investigaciones independientes para cada país llevadas a cabo con una metodología comparable.

Por contraposición con otras ramas de la lingüística más modernas como la pragmática o la lingüística cognitiva, hay quien, de forma reduccionista, tiende a ver la Dialectología como una disciplina arcaizante, poco menos que obsoleta. Y sin embargo, el interés por el estudio de las hablas vivas supuso una revolución del pensamiento lingüístico en las últimas décadas del siglo XIX.

El reconocimiento de la dignidad e igualdad de los dialectos y de las variedades lingüísticas, así como de la importancia de su estudio se debe en parte al nacimiento de la lingüística como ciencia histórica. Los lingüistas y filólogos comprobaron que al olvidarse del habla viva perdían la posibilidad de hacer una historia lingüística de carácter científico por falta de materiales. Era necesario recoger muestras reales de las hablas populares sobre las que reconstruir nuestras respectivas historias lingüísticas.

Ya desde fines del siglo XIX los dialectólogos llamaron la atención sobre la necesidad de que cada comunidad contará con una investigación lingüística puramente descriptiva, con datos de primera mano, realizada con todo el rigor en la observación que exigen las ciencias naturales. Había que tratar de hacer el inventario de los dialectos propios antes de que la igualación de la vida moderna los hiciera desaparecer y fuera ya demasiado tarde. La Geografía Lingüística, a través de la elaboración de Atlas lingüísticos, ha permitido estudiar la vida de la lengua a partir de esos mapas.

En definitiva, los atlas proporcionan grandes masas ordenadas de datos dialectales vivos y homogéneos, recogidos con una metodología rigurosa, que permite un trabajo comparativo de carácter científico. La publicación de un Atlas lingüístico es el punto de partida para profundizar en el conocimiento de nuestra lengua cotidiana, de la lengua real que utilizamos todos los días, y que es una lengua que está viva, que no deja de transformarse, pues no es otra cosa que el reflejo de nuestras sociedades, en constante proceso de transformación y reconstrucción.

Éste es, al menos en parte, el sentido de un Atlas lingüístico. Les dejo ahora con los autores de la obra, para que les expliquen las características de la investigación que han realizado.

La Prensa Literaria

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