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Cartas al Director

CONDUCTA

“La perfección de la propia conducta es- triba en mantener cada cual su dignidad sin perjudicar la libertad ajena”.

SIR FRANCIS BACON (1561-1626); FILÓSOFO BRITÁNICO.

DEMOCRACIA Y MORAL

“Es difícil ver cómo puede la democracia, que se basa en el principio de la voluntad de la mayoría de los ciudadanos, establecer la vigencia de los principios y de los valores morales, sin estar apoyados por las convicciones de esa mayoría, y sin introducir o imponer un dogmatismo que le es esencialmente extraño a la propia democracia como forma de gobierno”. (Card. Joseph Ratzinger, Benedicto XVI).

En efecto, la democracia que debería limitarse a ser una simple y nueva forma de gobierno de los pueblos y las naciones, para asegurar los cambios y la alternancia en el poder de los gobernantes, sin luchas intestinas ni derramamiento de sangre, tiende, seguramente sin pretenderlo nadie explícitamente, a ser aplicada en la mayoría de los asuntos públicos y sociales, incluyendo en ese sistema el enfoque y la decisión definitiva sobre la moral tanto pública como privada, como si la moral pudiera ser establecida de forma mayoritaria, a mano alzada a través del mero juego democrático.

Desde luego, la mayoría de los ciudadanos entiende como injusto o inmoral todos aquellos comportamientos ajenos que les producen un evidente perjuicio, como el robo con o sin violencia, los ruidos y molestias vecinales, las calumnias, infamias e injurias de todo tipo, la pederastia o abuso sexual de los menores, la venta y tráfico de drogas, la corrupción política, etc. Pero todas las demás conductas ajenas que no llevan consigo un perjuicio para otros, por muy inmorales que sean objetivamente, les causan indiferencia, no suelen sentirse afectados y pueden aprobarlos tácita o expresamente como irrelevantes o insignificantes para la convivencia social.

El problema es que hay conductas objetivamente inmorales que, sin perjudicar aparentemente al principio a terceros, en lugar de favorecer a la convivencia social de los ciudadanos, la perjudica de modo evidente, porque tienden a crear o aumentar los problemas sociales que se producen en toda convivencia humana, como el embarazo de mujeres adolescentes, el aborto provocado, la transmisión de enfermedades de origen sexual como el sida, el divorcio generalizado, la corrupción política, etc.

La solución está, en mi opinión, en los políticos demócratas que alcanzan el poder, los cuales deberían ser en primer lugar verdaderamente demócratas y no sectarios o totalitarios, inclinados a imponer sus ideas políticas y principios morales, en cuanto alcanzan ese poder de gobernar a los demás, a mayor gloria e influencia social de su propio partido. En segundo lugar, esos políticos deberían tener la auténtica convicción de servir al bien común de todos los ciudadanos, en lugar de servir sólo a los que piensan como ellos, y ayudar a todos a equilibrar las desigualdades económicas y sociales que se producen ordinariamente, a comprenderles en sus aspiraciones y a procurar convencerles con demostraciones reales, sin tratar de imponer nunca sus doctrinas o idearios, mediante la coacción y la fuerza ejecutiva de las leyes por ellos promulgadas.

Así, por medio de ese servicio, de esa ayuda, de esa comprensión y de ese convencimiento voluntario, obtenido por políticos nobles y ejemplares en el ejercicio del poder, la mayoría de los ciudadanos adquiriría unas convicciones y principios morales que tratarían siempre de defender y propagar, aun cuando no se sintieran individualmente perjudicados.

¿Que esto es una utopía? Quizás lo sea, pero me parece que es una utopía necesaria, por la que todos los ciudadanos demócratas deberíamos luchar y esforzarnos para que se produzca, porque de lo contrario, lo normal es que la corrupción, la inmoralidad y los problemas sociales que conllevan los Partidos que miran sobre todo y en primer lugar su propio beneficio, impongan a todos lo que se llama “partitocracia” y esos problemas vayan en aumento, que la degeneración personal y social crezca desmesurada e imparablemente y que finalmente se lleguen a producir importantes convulsiones sociales que puedan dar lugar a la delirante tragedia de las guerras civiles nacionales o incluso internacionales.

Roberto Grao Gracia

 ¿QUIÉN MANDA EN CUBA?

Algo raro está sucediendo en la isla. Fidel Castro dice una cosa y días después se desdice, según algunos obligados por el partido que no quiere perder su posición y prebenda.

La verdad es que de hecho el gobierno está despidiendo a nada menos que medio millón de trabajadores del Estado para que busquen ganarse la vida. ¿Vuelta al capitalismo? Eso parece, pues ¿cómo van a vivir esa gente aunque sea con pequeños negocios sino por su cuenta? Habrá que esperar.

Carlos Chamorro Coronel

IRRESPETO A SÍMBOLOS PATRIOS

Ya nada asusta en Nicaragua, domi nada por la indiferencia de los políticos a las leyes, tras ver la bandera rojinegra en una fiesta que debería de ser por naturaleza patriótica.

El presidente Daniel Ortega se aprovecha del hambre del pueblo y más aun del hambre del empleado público, que necesita su empleo para medio sobrevivir, al obligarlos a ser parte de una ideología —que estoy seguro— no comparten la gran mayoría de nicaragüenses y principalmente los empleados públicos, incluyendo los maestros y directores de escuelas, pero que por temor a perder sus empleos obligan a los alumnos a rendir idolatría al partido político de una familia.

Muchos alumnos quizás hasta ni se dan cuenta del porqué cargan y lo que significa una bandera que no es la de Nicaragua. El presidente Ortega irrespeta continuamente las leyes hasta la ley de símbolos patrios, que en su artículo número 12 indica que “no se colocará ninguna otra bandera ni insignia en el asta en que esté la bandera de Nicaragua”, a como lo ha hecho en muchas instituciones públicas.

Es lindo ver los actos de aniversario de independencia de otros países de América, en donde no se observó más bandera que la nacional de ellos, ni tampoco más discursos que el patriótico.

El presidente Ortega sabe que tiene un falso apoyo de mayorías, en donde muchos empleados públicos sólo cumplen órdenes por conveniencia personal. No les parece mucha casualidad que la mayoría de convertidos políticos (que tienen sus carnés) sean empleados públicos. Como es bien sabido y recuérdenlo siempre “los gobernantes llegan hasta donde el pueblo se lo permita”.

Germán F. Ruiz E.

¿PAÍS  SEGURO?

A propósito del 31 Aniversario de la Policía Nacional, quiero referirme a la seguridad de la cual se habla tan espontáneamente en las esferas más altas de la Policía y del Gobierno actual. Si bien las estadísticas son correctas, la realidad refleja otra cosa en el terreno. Si no que lo comprueben ellos mismos, atrévanse a recorrer de civil cualquier barrio o asentamiento a cualquier hora del día o de la noche y estoy seguro que verán en el terreno lo que a diario tiene que vivir cada ciudadano para llegar y transitar por nuestros barrios.

Somos nosotros los pobres los que a diario ponemos los muertos, somos nosotros los que vivimos allá en el último barrio del sur del norte, quien ponemos a diario los heridos por armas hechizas, quienes somos víctimas de los asaltos cuando tratamos de salir o llegar a nuestras casas, etc. Y no quiero restarle méritos a todos los miembros de la Policía Nacional quienes hacen lo que pueden por cumplir con su deber, sino todo lo contrario, nuestro pueblo no puede esperar a que estemos en uno de los primeros lugares a como estamos en la pobreza.

De qué seguridad entonces nos hablan, tal vez de la seguridad de los altos de Santo Domingo, de Bolonia o de todas aquellas residenciales que cuentan con un servicio de seguridad privada, porque si nos hablan de la seguridad de las paradas de buses, del Dimitrov, de los barrios orientales… la realidad nunca será la misma. Y les hablo esto porque desgraciadamente yo la he vivido y todos sabemos que no son casos aislados.

El pasado 6 de mayo del año en curso vi caer a mi hijo asesinado en uno de los barrios del país más seguro de Centroamérica, y hasta la fecha ni siquiera existe una persona detenida.

Denis López

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