Cuando recibí la invitación para la Lección Inaugural de la Universidad Nacional Autónoma de Managua la semana pasada, me asombró mucho ver que el encargado de darla sería el compañero comandante pueblo presidente Daniel.
No solo porque es raro que aquí se invite a un presidente a dar una lección inaugural, antes solo había sucedido una vez, en 2002 con el ingeniero Enrique Bolaños.
Pero también pensé en el aprieto en que, probablemente sin mala intención, habían metido al “comandante”.
¿Qué va a decir el compañero comandante pueblo presidente Daniel a los jóvenes estudiantes de la UNAN-Managua? me pregunté.
Conociendo que es incapaz de salirse de los ejes básicos de su discurso sabía que no podía ir más allá de la crítica al “capitalismo salvaje como lo llamó el Santo Padre Juan Pablo II”; su perorata contra el imperialismo yanqui (y ahora el europeo también); y su alergia a la libertad de expresión. Y así fue, pero fue una lástima.
El presidente estuvo la noche del jueves ante jóvenes universitarios que dentro de poco tendrán sobre sus hombros la responsabilidad de contribuir al desarrollo de la nación. Pero no solo eso. Tendrán, si no es que ya tienen, una familia que alimentar e hijos que educar.
Él, que aspira aún contra la Constitución a reelegirse, pudo haber tomado la oportunidad para plantearle a los estudiantes cómo ve el futuro del país que planea seguir dirigiendo.
Podía decirle a los muchachos cómo su gobierno (si es que lo ha hecho) ha puesto las bases para el desarrollo humano y económico de los nicaragüenses. Les pudo haber indicado lo que su gobierno va a hacer, si resulta reelecto aunque sea ilegalmente, para que ellos una vez que salgan al mercado laboral tengan la oportunidad de trabajar o iniciar sus propias empresas, cómo les va a ayudar su gobierno a que ellos produzcan riquezas para su país y para sus familias.
Pudo haber delineado las estrategias para reducir la pobreza, para atraer inversiones, para elevar la cobertura en salud y en educación y para que el país crezca, trazando una meta de crecimiento.
Me tengo que detener aquí para adelantarme a los orteguistas que seguro dirán que la salud y la educación son gratis gracias a este gobierno. Bueno, se los acepto, pero no es solo que sea gratis, sino que si vas a un hospital y te atienden y te dicen que hay medicinas pues que en realidad haya y no que el cuento de la salud gratis sea pura demagogia. O que si van a la escuela más niños ahora —algo que es debatible— pues que vayan a escuelas que brinden el mínimo de condiciones y que no estén en los escombros que están ahora.
¡Ah! que el gobierno de Ortega ha reconstruido un puñado de institutos, pueden alegar. Es cierto. Pero solo es un puñado. Ya no se ven las escuelas autónomas que se mantenían limpias y equipadas. Porque simplemente el gobierno, ni que quisiera, tendría la capacidad de mantenerlas con el Presupuesto de la República.
Los gobiernos van a poder dar educación y salud gratuita y mejores oportunidades a los ciudadanos cuando creen las condiciones para el crecimiento económico. Si el pastel no crece no hay manera que los pedazos se hagan más grandes.
Pero nada de eso entiende el “comandante”. Para él la vida es maldecir al mercado libre, lo que no es de extrañarse viniendo de un hombre que no ha tenido un solo día de productividad laboral en su vida.
