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 Un policía patea a una manifestante, durante las protestas de “indignados”, cerca del Parlamento en Atenas, contra una ley presupuestaria que ahondaría la crisis. LA PRENSA/AFP/ARIS MESSINIS

Calles de Atenas arden por descontento político

A la salida del metro, un joven llama por megáfono a una manifestación “pacífica”, pero las pancartas piden claramente una revuelta popular, inspirada en la de los “indignados” españoles, contra los políticos a quienes consideran responsables de las desgracias del país.

ATENAS/AFP

A la salida del metro, un joven llama por megáfono a una manifestación “pacífica”, pero las pancartas piden claramente una revuelta popular, inspirada en la de los “indignados” españoles, contra los políticos a quienes consideran responsables de las desgracias del país.

Desde ayer en la mañana, día de huelga general, los “indignados” griegos se concentraron en los puntos neurálgicos de Atenas, tomada por un imponente dispositivo de seguridad. Pero este movimiento de resistencia popular creado a través de las redes sociales cuenta ya desde el 25 de mayo con un grupo desplegado en la plaza Syntagma, frente al parlamento.

Sin embargo, no lograron su objetivo de darse la mano para formar un cordón alrededor del parlamento griego con la esperanza de impedir simbólicamente el voto de la ley presupuestaria, que endurece las medidas de austeridad ya de por sí draconianas.

Pero más tarde, cuando se acercaba la noche centenares de personas seguían todavía frente al parlamento.

Doce personas resultaron heridas en choques esporádicos entre la policía y grupos de jóvenes en la plaza Syntagma.

 El primer ministro de Grecia, Yorgos Papandréu (centro), ha demostrado su determinación en aplicar las medidas de austeridad que salven al país de la quiebra.     LA PRENSA/AFP/ALKIS KONSTANTINIDIS

Llevan banderas españolas en honor al movimiento ibérico de los Indignados, pero también tunecinas y sobre todo griegas.

Y los mensajes han sido claros: “Ahora, somos nosotros los que hablamos, no pasarán”. Las pancartas reclaman una revuelta popular frente al gobierno, a los diputados y al conjunto de la clase política griega.

“Grecia está en peligro, es la movilización más importante en el país” desde las de los años 1970 contra la junta militar, estima Maria Chira, una morena treintañera, envuelta en una bandera griega, que se unió a los Indignados a finales de mayo pese a que, según asegura, nunca había estado afiliada a un partido o sindicato.

“El año pasado (durante el primer plan de ayuda de la zona euro a Grecia) no me manifesté, no se sabía nada, los políticos nos mintieron”, añade esta madre de dos hijos que trabaja para un grupo petrolero griego. “Viene —dice— en son de paz”.

El recelo e incluso aversión a los políticos sale a relucir en cuanto se empieza a hablar con los manifestantes.

Machi Spyridaki, una ateniense de la burguesía de 70 años, viuda de un diplomático, se manifiesta por primera vez desde la invasión turca de Chipre en 1974: “Estoy aquí para defender el orgullo del país, el destino se nos ha ido de las manos (…) y por el futuro de mis hijos y mis nietos, abocados al desempleo y a salarios de miseria”.

“También hay que conseguir que todos los corruptos que nos gobernaron devuelvan el dinero”, añadió.

La abogada Agueliki Papadaki también está enfurecida: “Es culpa, a la vez, de la derecha y de los socialistas que se alternaban en el poder en los últimos 30 años. Nos decían que la economía iba bien y, de repente, deciden que hay que pedir dinero prestado para pagar los intereses de nuestras deudas. Tenemos que dejar de pagar nuestras deudas, hace falta dinero para la gente, esta política fracasó”.

Aunque en general los griegos están apegados al euro, en algunos empieza a asomar la desconfianza: “El euro no funciona para nosotros. Es cada vez más frustrante”, afirma Vassilis Hatzidintrakis, actor profesional en Atenas y miembro del movimiento de los indignados.

El grupo quiere distinguirse de las manifestaciones tradicionales, que en Grecia suelen acabar con el lanzamiento de gases o piedras, con una consigna única: la no violencia.

“Hacemos cuanto podemos por impedir la violencia”, afirmó Hatzidintrakis. “La democracia nació aquí, en Atenas, no quisiera que muriese aquí”.

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