Durante una reciente charla entre un diplomático asiático y un grupo de estudiantes, el primero explicaba sobre el crecimiento económico de los tigres del Asia el cual se basó en los altos niveles de educación y tecnología y la importancia que estos gobiernos destinaron a este rubro.
Un estudiante, de esos que siempre sobran, le increpó sobre el tipo de inversión que estos países traían a los nuestros. Zonas francas “donde se explota la mano de obra del trabajador y les pagan sueldos de hambre”, le dijo el reclamante.
El expositor muy serenamente le respondió: “Desafortunadamente los salarios que se pagan están acordes con la calificación de mano de obra que tienen los nicaragüenses, con su educación, con el nivel de escolaridad”.
Según un reciente estudio, la escolaridad promedio regional de América Latina es de 9.8 años en las zonas urbanas y de 4.5 años en las zonas rurales. En Nicaragua estos promedios alcanzan apenas 6.9 años y 3.1 años, respectivamente.
En otras palabras, el promedio de escolaridad del nicaragüense es de cinco grados, o sea el equivalente de un niño de diez años.
¿Qué se puede esperar del nivel escolar de un niño de diez años? A duras penas ha incursionado en los laberintos de las matemáticas, las dificultades del lenguaje, las aristas de las ciencias sociales, y los aprietos de otras materias que pululan en una incipiente mente desprovista de incentivos y acicates.
El Ministerio de Educación en su nueva “Estrategia Educativa” divulgada el año pasado propone que Nicaragua, en 2012, alcance el 6to. grado de escolaridad y en 2015 nueve años de escolaridad.
Según un reciente informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) “el individuo debe alcanzar una escolaridad mínima de doce años para no ser un pobre educativo, y de nueve para no ser considerado indigente”.
En otras palabras, en Nicaragua somos indigentes educativos, ni siquiera llegamos a pobres en esta materia, ya que nos falta mucho para completar los doce años de escolaridad a la cual se refiere el BID, mucho menos con las raquíticas asignaciones del presupuesto a la educación en este país.
En 2009 el Gobierno asignó el 4.09 por ciento, en el 2010 el 3.8 por ciento y este año el 3.7 por ciento del Producto Interno Bruto, aun cuando el derecho a la educación y la cultura está garantizado por la Constitución en su artículo 58 dentro de sus derechos sociales, derechos cada día más alejados de cumplirse.
Agrega el informe del BID “que uno de cada cuatro de los estudiantes que no culminan los nueve años de educación, terminará con un embarazo precoz, en el caso de las mujeres, y en actividades delictivas, en el de los hombres”. Triste situación que se mira reflejada en gran parte de los adolescentes y jóvenes de este país.
Para rematar, el Funides presentó un informe donde según indicadores internacionales, estamos profundamente rezagados en la preparación tecnológica y de innovación, la cual es “dramática” ya que ocupamos el lugar 118 de 139 países.
El informe revela que si queremos salir de la pobreza que es lo que todos deseamos, el país debe crecer a un ritmo del 5.5 por ciento anual, pero a duras penas llegaremos este año entre un 3.5 al 4 por ciento.
La conclusión es sencilla, sin educación no hay posibilidad de salir de la pobreza, y de continuar con el mismo nivel de escolaridad que tenemos, el diplomático asiático hubiera más sido más franco en decirle al estudiante “los nicas tienen la educación de un niño de diez años ” y mientras solo ocho países del mundo estén debajo de nosotros en la peor calidad educativa primaria, seguiremos reclamando sin razón una realidad que duele y nos avergüenza.
El autor es miembro del Grupo Projusticia
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