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Foto de La Prensa/ Cortesía

“Si hay alegría, hay salud”

Es la guerra de la risa contra el cáncer. Y en medio hay un payaso. ¡Doctor Kelo Kura!, lo llaman los niños de la sala de oncología del Hospital La Mascota. Solo él, alegre, gritón, puede hacer que a través de los gestos de dolor se abra paso una sonrisa y se iluminen las caritas antes afligidas.

Es la guerra de la risa contra el cáncer. Y en medio hay un payaso. ¡Doctor Kelo Kura!, lo llaman los niños de la sala de oncología del Hospital La Mascota. Solo él, alegre, gritón, puede hacer que a través de los gestos de dolor se abra paso una sonrisa y se iluminen las caritas antes afligidas.

Las madres se lo agradecen. Y también lo llaman doctor, aunque él es sicólogo y su nombre no es Kelo Kura, sino Roberto Aguirre. Hasta hace siete años daba clases de actuación, maquillaje y vestuario a payasos noveles; pero él no era payaso. La vida, que da tantas vueltas, lo llevó hasta esas camas de hospital, donde cada día mira, provoca y siente

la lucha por una esperanza en medio de la enfermedad.

::: ¿Cómo llega a La Mascota?

El líder de nuestra iglesia mandó a un grupo a hacer un trabajo con los niños con cáncer. Los entreteníamos con títeres y payasos. Fue una experiencia bonita de poco más de un año.

::: ¿Y después?

Terminó el proyecto y como a los seis meses me mandan a llamar del Departamento de Hemato- Oncología porque tenían la idea de un proyecto de payasos de hospital. Fue hace como siete años.

::: ¿Usted ya era payaso?

(Ríe) No. Pero por alguna razón me querían a mí. Ahora se trataba de pasar mediodía en el hospital y visitar a los niños de cama en cama. Por primera vez me puse un traje de payaso y me maquillé.

::: ¿Cómo fue ese primer día?

Me impresionó Francisquito, que era del lado de Tisma. Tenía un problema agudo de leucemia. Entré a la sala saludando a todos los niños, los hice reír; pero él ni me miraba.

::: ¿Pasaba algo?

Solo lloraba, se agarraba la cabeza y decía: Mami, me duele mi cabecita.

::: ¿Usted qué hizo?

Pensé: ¿cómo voy a hacer reír a niños que solo tienen dolor? Esa noche me arrodillé y dije: Señor, yo no voy a poder solo. Al día siguiente llegué con otra actitud.

::: ¿Conquistó a Francisquito?

Lo vi llorar a través del vidrio. Me asomé y me escondí varias veces. Me subía, me iba por un lado y por otro. Y él empezó a reír. ¡Eso, eso fue impresionante! Entendí que tenía que dar más por esos niños.

::: ¿Se salvó el niño?

Se salvó. Pero a los dos años le dio meningitis y murió.

::: ¿Se siente defraudado cada vez que muere un paciente?

Me impacta mucho. Pero detrás de los niños que se van, vienen otros que se están sanando.

::: ¿Cuál es su contribución en ese proceso?

Ha sido muy importante que la risa no sea cosa de un momento, sino que pueda aportar para mejorar el estado de salud de los niños.

::: ¿De qué manera?

Cambiando la actitud en el niño y en la madre. Uno cuenta un chiste, una anécdota, una adivinanza: ¡A qué usted no sabe cómo se llama esta fruta que es así, así y así…! ¿Será tal cosa? ¡No, hombre! Y así introducís risa, esperanza y alegría en un ambiente de enfermedad y muerte.

::: ¿Lo esperan?

Saben que va a venir un payaso. Ya sea mañana o pasado mañana, llega gritando: ¡Muy buenos días! ¿Qué tal? ¿Cómo están? Y ellos dicen: ya viene el que nos hace reír.

::: Esa es la risoterapia.

Todo lo que sirva para curar es válido. Si las oraciones ayudan a sanar, valen. Si la risa ayuda, es válida.

::: ¿Cómo funciona?

Cuando algo da risa, el cerebro produce un neurotransmisor que se llama endorfina, la hormona de la felicidad.

::: ¿Y?

Eso hace que el sistema de defensas del cuerpo se comience a fortalecer. Es impresionante. Si usted está alegre, está lleno de salud.

::: ¿La parte fea de su trabajo?

Cuando no hay respuesta física al tratamiento médico. Hay quimioterapia, radioterapia, cirugía y con nada responde el niño. Y muere. Una vez uno murió cuando yo lo estaba visitando.

::: ¿Cómo lo ha marcado este trabajo?

Positivamente. Más amor e identificación con los niños. Siempre me ha gustado trabajar con ellos, con los pobres, los discapacitados, los quemados, los enfermos.

::: ¿Lo deprime pasar tanto tiempo viendo a la muerte?

Me ha dado más fortaleza, para ser más positivo y pensar en la vida. Si vemos a un niño enfermo debemos creer que se va a salvar. Tenemos un Dios de vida, hay que promoverla.

La Prensa Domingo alegría payaso salud archivo

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