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En La Chota es fácil tener acercamiento con algunos animales silvestres, como los monos congos, que antes le huían a las personas, pero ahora hasta posan para las cámaras fotográficas. LA PRENSA/M. ESQUIVEL.

Destruían el bosque y ahora son sus aliados

Son los habitantes de La Chota, una comunidad de entre 400 y 600 personas en la zona de amortiguamiento del Refugio de Vida Silvestre Chacocente, que antes se dedicaban a destruir todo lo que encontraban.

[doap_box title=”Las ganancias del bosque” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]

Seis años después de haber iniciado un cambio de conducta frente a la naturaleza, los habitantes de La Chota se dan cuenta de que el bosque les brinda beneficios casi interminables.

Antes, el hombre de la familia se iba a trabajar y de él dependía el sustento de todos. Hoy las mujeres ayudan y hasta pueden tener más ingresos que ellos.

Un hombre en La Chota puede ganar 60 córdobas por trabajar en el campo. Una miembro de la cooperativa puede obtener 100 córdobas cocinando para los turistas.

Pero no importa si las mujeres no están dentro de la cooperativa para ganar. Las dos mujeres que se dedican a vender pan, aseguran que sus mejores ganancias las obtienen los días en que la cooperativa tiene actividad por medio del turismo.

[/doap_box][doap_box title=”Un caso que prolifera en la zona del Pacífico” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]

El caso de Chacocente es ejemplar, pero no es el único, lo que para el viceministro del Ambiente, Roberto Araquistain, es razón para alegrarse, después de tanto daño que ha hecho la humanidad a la naturaleza.

La Flor, la isla Juan Venado, Padre Ramos, y el golfo de Fonseca, son otros sitios que muestran una recuperación ambiental importante después de que la gente se diera cuenta de que cuidando los recursos naturales genera ingresos mayores y de forma permanente.

Para María Antonieta Rivas, gerente de Proyectos de la Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos (USAID), el de Chacocente es un ejemplo de turismo comunitario con respeto por la conservación y los recursos naturales.

Tanto USAID, como Flora y Fauna Internacional y la Cooperación Alemana, aseguraron estar comprometidos en seguir ayudando a los miembros de la Cooperativa Chacocente, pero hoy están más preparados para caminar solos.

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Por Wilder Pérez R.


Ellos no tienen gallinas que pongan huevos de oro, si fuera así, ya les hubieran torcido el pescuezo y se las habrían comido en sopa. Por eso Dios les dio algo que pudieran valorar antes que alcanzaran a destruirlo: un bosque tropical seco.

Son los habitantes de La Chota, una comunidad de entre 400 y 600 personas en la zona de amortiguamiento del Refugio de Vida Silvestre Chacocente, que antes se dedicaban a destruir todo lo que encontraban.

Si querían sembrar, le pegaban fuego al bosque, si miraban un garrobo lo mataban para comer, si era una paloma, lo mismo; si no tenían leña, abajo el árbol; si les apetecía una fruta, adiós a los monos. Si nada de eso era suficiente, a buscar huevos de tortuga; si no podían robarlos, pues a cazar la tortuga entera.

La gente en esta comunidad es amable y trabajadora,  el respeto por el medio ambiente también está acompañado por una mejor valoración de la mujer y su aporte a la familia.
LA PRENSA/M. ESQUIVEL.

Monos congos confiados y la exuberante vegetación que hay en La Chota, ubicada entre Santa Teresa y El Astillero, en Carazo, demuestra que esos tiempos quedaron atrás.

La gente es la misma, pero ahora, en vez de ofrecer leña, invitan a la gente a conocer las bondades de la naturaleza, y hasta construyeron un rancho que vendría a ser la cereza del pastel entre tanta belleza boscosa.

“Es nuestro centro de convenciones”, dice entre risas Ramiro Medrano, presidente de la Cooperativa Chacocente, que ofrece servicios turísticos en la área protegida del mismo nombre.

No es muy grande, pero sí cómodo, es todo lo que uno quisiera tener en un fin de semana lejos del bullicio de la ciudad.

Los 21 miembros de la cooperativa, 11 de ellos mujeres, creen que ahora no dependerán solo del mar para ganar dinero por medio del turismo.

Con ese rancho podrán ofrecer alimento y hospedaje a los turistas que no tengan tiempo para ir al mar, les atraigan las aventuras, o que simplemente amen los bosques.

Gracias a que sus habitantes se hicieron aliados de sus propios recursos naturales, La Chota ahora tiene su propia oferta turística, promovida en internet.

Ahí cualquier turista puede caminar por senderos boscosos, ir a pie o a caballo, cruzar o bañarse en ríos, observar aves o cascadas, aprender cómo se cultiva miel de abejas, platicar con gente sencilla o simplemente tender una hamaca y recostarse.

De cualquier manera, la misma cooperativa facilita a los turistas la oportunidad de realizar avistaje de ballenas o delfines en el Océano Pacífico, además de la oportunidad de disfrutar de la playa.

Todo esto ofrece la comunidad de La Chota. Le llaman turismo comunitario, pero también “sostenible”, porque ya no matan el bosque de los huevos de oro.

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Nacionales bosque La Chota refugio archivo

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COMENTARIOS

  1. El Ecologista
    Hace 13 años

    La sensibilización de protección del ambiente educación ambiental , políticas públicas y programas gubernamentales harán una relación armónica entre las personas y su habitad natural.

  2. KM Gutiérrez
    Hace 13 años

    ¡Vaya, un rayo de esperanza en medio de tanto caos! Noticias como ésta son las q deberían enfatizar los diarios pq francamente q los nicaragüenses estamos más q hastiados de oír de tanta basura politiquera y de saber de tánto criminal disfrazado de político. !Queremos una vida normal donde se hable de cosas buenas y positivas para alimentar el espíritu ya q el cuerpo ha sufrido demasiado! !Gracias a la Prensa por este breve descanso mental!

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