Por Arnulfo Agüero
Su vida la ha llevado por el camino del sacerdocio y según Berman Bans Arce su pasión por la lectura le vino cuando era un estudiante de secundaria del Instituto Nacional Maestro Gabriel, donde se encontró con los poemarios de Carlos Martínez Rivas y del padre Azarías H. Pallais.
En la actualidad es vicario parroquial en la iglesia Monte Tabor, asistiendo en los servicios religiosos al fraile Fernando Espinoza. Su ordenación sacerdotal tendrá lugar hoy a las 6:00 p.m., en la iglesia.
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Fue así como cultivó la poesía, resultado de esas largas horas leyendo a los grandes maestros, la influencia de los poetas norteamericanos, españoles y franceses, hasta que un día desempolvó esos viejos versos de sus años de juventud: Bitácora de un naufragio , poemas escritos cuando todavía no había ingresado a la orden de los franciscanos en Costa Rica y que ahora han sido seleccionado por el Centro Nicaragüense de Escritores para ser publicados.
De esas poesías se destacan sus vivencias de jovencito en el barrio Ducualí y explica que uno de sus paradigmas a seguir es al poeta y sacerdote Ernesto Cardenal.
“Mis poemas son de viaje interior, donde emergen mis fracasos. Mis ejercicios de la palabra pura, el amor y mi intentona de aproximarme a Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Arthur Rimbaud, Carlos Martínez Rivas y otros. Al final hay una sección que llamé Molotov, es poesía anarquista que también naufraga en su búsqueda de identidad”, dice.
A pesar de estas secuelas de fracasos, se sorprendió al ser seleccionado como poeta por el CNE, junto a obras de poetas destacados como Edwin Yllescas y el jinotepino Álvaro Gutiérrez.
También asegura: “Soy un hijo de mi tiempo”, tratando de explicar sus propias realidades, sus vivencias en la literatura, la filosofía y la fe.
Autobiografía
Berman Bans Dormí
Dormí en tumbas noches de alaridos;
un bosque, un búho,
un cementerio
fueron custodios
de mis sueños subversivos.
Encendí una pipa de barro con tabaco de las Indias
en la nitidez del mediodía
ante el rostro atónito de mis vecinos,
y mis palabras fueron pesadillas.
Me di el lujo de la Nada y su intenso azul íntimo.
Y ni Carlos Baudelaire soñó con tantos rumores enemigos.
Autorretrato
Hermoso fantasma
que no se entiende con nadie.
Ante el papel,
no ante los vecinos,
surge mi perfil
de hitita con pincel
dispuesto al sacrificio.
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