Francisco De Asís Fernández
Se me endurecieron los tejidos y los cartílagos, tengo una falla cerebral en la glándula pituitaria tengo una falla renal, una falla cardíaca, una dificultad respiratoria y mi cuerpo es como una mesa de madera
como un palo tieso envuelto en una piel tilinte y nadie sabe quién soy,
nadie me visita, solo mis ángeles me buscan a diario, me dieron un plano del cielo azul y piedras del infinito y me traen una Granada misteriosa que no se repite con la gente normal que pasa por mi puerta.
Mi vida yo la hago con gente que habla con sabiduría sin abrir la boca. Ellos me sacan a pasear sin que mi cuerpo se mueva y convierten mi alma en un perro callejero en la cima del mundo.
Pero con mi cuerpo vivo en una pocilga, en un hoyo sucio, con la misma soledad, en la misma celda donde me despido de la vida todos los días. Soy una rama de genízaro, una rama de pochote, una araucaria en un bosque húmedo con muchas mariposas.
Soy un barco oscuro sin velas encallado en una cama miserable y desvencijada porque mi cuerpo se empezó a endurecer, igual que mi alma, hasta dejarme inmóvil. Padezco de una enfermedad incurable que me tiene como un muerto que no se pudre, que permite que circule mi sangre y que palpite mi corazón débil y que se muevan mis ojos que solo ven los recuerdos tomando atajos.
Vivo un libro oscuro sobre el dolor que nunca se apaga. El hombre es un jilguero que se estrella contra el parabrisas en medio de las flores, es la creación de un pedazo de lucidez inútil embriagado por un cielo sin jardines.
Es la imaginación de un mar negro con calles sin destino, un cadáver de genízaro inmóvil que es arrastrado por aguas desbordadas y por sordos crueles. ¿Quién le hace esto a mi vida? Conozco un bosque de mujeres y una de ellas se sale de la tela con la piel mojada aún preguntando por Botticelli.
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