14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Melancolía, retrato dúctil del estado depresivo enmarcado nada menos que en el Apocalipsis e interpretado por Kirsten Dunst. LA PRENSA/ARCHIVO

Melancolía: gran filme siglo XXI

Decía José Coronel Urtecho que “todo poeta de verdad influye en todo poeta de verdad”, significando que los grandes innovadores se nutren de la tradición.

Por Franklin Caldera

Decía José Coronel Urtecho que “todo poeta de verdad influye en todo poeta de verdad”, significando que los grandes innovadores se nutren de la tradición.

Melancolía (2011), escrita y dirigida por el danés Lars von Trier (rodada en Suecia), reproduce el giro narrativo de Los pájaros (1963) de Hitchcock, al pasar del drama individual a la exploración de un fenómeno cósmico.

El filme arranca con un preámbulo de imágenes enigmáticas (con la nitidez visual y la artificiosidad de los efectos especiales, características de la tecnología digital) que concluye con la destrucción de la Tierra impactada por un planeta derrelicto llamado Melancolía.

La trama en flashback se inicia con la suntuosa boda de Justine (Kirsten Dunst), marcada por conflictos familiares. En su segunda parte, sin abandonar completamente el elemento de crítica social implícito en la celebración, el filme adopta un enfoque psicológico, centrándose en las relaciones de Justine con su hermana Claire (Charlotte Gainsbourg), en cuya mansión se recupera de una crisis de depresión endógena.

Como en Persona, del sueco Ingmar Bergman, la protegida se convierte en protectora: acostumbrada a la angustia, Justine está mejor equipada que Claire para lidiar con la anunciada destrucción del mundo.

La inminencia de la hecatombe promueve las reflexiones filosóficas: ¿Existe vida inteligente fuera de la Tierra? Pero Melancolía no es un filme de anticipación ni metafísico (a pesar de su cercanía al Kubrick de 2001 odisea del espacio o al Tarkovskij de Sacrificio). Su centro son las relaciones humanas, con el planeta amenazante como elemento catalizador que despierta la conciencia de la finitud (dijo Freud: “En el fondo, nadie cree en su propia muerte”).

Signo de nuestros tiempos es la falta de referencias a Dios, cuyo silencio fue preocupación constante de Bergman. Y quizá el planeta personifique esa aparente ausencia de Dios en un mundo abatido cada vez más por guerras sin sentido, crisis económicas permanentes y enfermedades terminales.

Algunos planos (el jardín geométrico, Dunst sentada sobre una pila de sillas con los zapatos colgados de la punta de sus pies, los invitados saliendo del castillo de Tjoloholm…) evocan El año pasado en Marienbad (de Resnais).

Y el preludio de Tristán e Isolda de Wagner (usado por Buñuel en El perro andaluz; Chabrol en Los primos y Paul Mazursky en Blume enamorado), interpretado por la Filarmónica de Praga, complementa con tanta elocuencia las imágenes del cinefotógrafo Manuel Alberto Claro, que pareciera compuesto para este filme.

Cultura Filme Melancolía archivo

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí