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Imagen cedida por TCM, autor de uno de los fotogramas de la película Viaje a la Luna, de Georges Mèliés (1902). LA PRENSA/EFE

Poesía visual

Hace 110 años un prestidigitador llamado Georges Méliès vio en el cinematógrafo la mejor manera de crear una ilusión de 14 minutos llamada Viaje a la Luna , que inició el romance entre ese arte joven y un público de mirada ingenua que creyó que esas imágenes eran demasiado bellas para ser falsas.

Mateo Sancho Cardiel/EFE

Hace 110 años un prestidigitador llamado Georges Méliès vio en el cinematógrafo la mejor manera de crear una ilusión de 14 minutos llamada Viaje a la Luna , que inició el romance entre ese arte joven y un público de mirada ingenua que creyó que esas imágenes eran demasiado bellas para ser falsas.

“Nos hemos hecho mayores y el cine también. Ahora hay más efectos especiales, pero sabemos que nada de lo que vemos es verdad. Antes los trucos eran obvios, pero la gente era capaz de creer. Ahora se dice es demasiado bonito para ser cierto. Entonces, era demasiado bello para ser falso”, explica a Efe Serge Bromberg.

Bromberg, junto con Éric Lange, se ha encargado de restaurar la copia coloreada a mano de Viaje a la Luna, que se encontraba en la Filmoteca de Cataluña (noreste español) y, de ese proceso de reconstrucción de más de siete años, ha surgido el documental El viaje extraordinario .

“Fue maravilloso, como entrar en las pirámides de Keops y encontrar la tumba de Tutankamón. Pero también ha sido una gran responsabilidad. Restaurar una película no necesita una interpretación artística, requiere paciencia, dinero, tecnología y, al final, todo ello con el objetivo de que tu trabajo desaparezca, como si la película hubiera sido siempre así”, asegura Bromberg.

El viaje extraordinario reflexiona también sobre la vigencia de la fascinación que crea la figura y la obra de Georges Méliès en realizadores como Costa-Gavras, Jean-Pierre Jeunet, Michel Gondry —“el director actual más parecido a Méliès”, según Bromberg—, Michel Hazanavicius y Tom Hanks.

“La película no es tan impactante como impresionante por su poesía, por su tono inocente. Es como un libro para niños y tiene la magia de hacernos sentir niños otra vez. Méliès era un soñador con la capacidad de contagiar sus ganas de soñar, de devolverte a la infancia, y hay pocos directores y pocas películas que tengan esa habilidad”, reflexiona Bromberg.

Las imágenes restauradas de Viaje a la Luna fueron utilizadas, no en vano, por Martin Scorsese en Hugo , donde Méliès era interpretado por Ben Kingsley y, gracias a la tecnología, el público pudo disfrutar de una obra centenaria en la mejor tecnología en 3D.

Como aquella película, pero en versión documental, El viaje extraordinario demuestra que el realizador, como los mejores magos, esconde más méritos en el invisible desglose técnico del truco que en el truco en sí.

“Tenía muchos trucos, más que efectos especiales. Hacía muchas tomas, muchas apariciones de humo. No es su película más elaborada, pero sí la más tramposa. Y restaurándola hemos visto lo compleja que fue su realización”, que se produjo en platós de seis metros de ancho, en el jardín de un director que acabó vendiendo pequeños artilugios en la estación parisina de Montparnasse.

Viaje a la Luna inauguró el cine como espectáculo, lo abrió a la fábrica de sueños y a un género como la ciencia ficción.

“Sigue funcionando porque, realmente, el arte no depende de las cosas nuevas. Hay más efectos especiales, más comedias… pero nada tan eficiente como un beso entre un hombre una mujer, un hombre soñando… En siete historias puedes resumir todo el cine y la literatura de siempre”, explica el restaurador y cineasta.

Respecto a quien se debe atribuir la invención del cine en sí, Bromberg explica que “los Lumire fueron lo que Rosselini y Roma, citt aperta ” para el neorrealismo, y Mélis como la extravaganza de Fellini”, resume Bromsberg.

Pero al contrario que Fellini y su trabajo inseparable del músico Nino Rota, Méliès siempre dejó que la música que acompañara a Viaje a la Luna fuese a gusto de la sala que la proyectara, y por eso los restauradores de esta copia se permitieron “la osadía” de elegir al grupo de electrónica francesa Air como encargados de orquestar este nuevo viaje.

“Consideramos que la música es hermosa, es perfecta. Era una buena idea tener música para una nueva audiencia, porque éramos conscientes de que no solo teníamos que restaurar la película, sino que lo más importante era restaurar al público”, concluye.

LA HISTORIA

En una gran y larga conferencia de astrónomos, el presidente de la reunión (interpretado por Georges Méliès) propone hacer un viaje a la Luna. Después de tratar un cierto silencio (lanzando un papel en una persona que interrumpe), seis valientes astrónomos diseñan un plan, después de haber diseñado una cápsula espacial, son lanzados al espacio por un cañón gigante. La cápsula es expulsada hacia la bonita cara de la Luna, dañándole el ojo derecho.

Los astrónomos salen de la cápsula y ven que la nave ha colisionado. Aterrizando con seguridad en el satélite, los exploradores salen de la cápsula y miran la gran distancia entre la Tierra y el territorio en el que se hallan, exhaustos por el largo viaje, estos desenrollan sus frazadas y duermen. Mientras duermen, un cometa pasa y la Osa Mayor aparece, cada estrella posee una cara humana, el viejo Saturno se inclina fuera de una ventana en su planeta anillado y Febe, diosa de la Luna, aparece sentada en un oscilación de una Luna creciente.

Febe provoca una gran tormenta de nieve, que obliga a los astrónomos a buscar refugio y calor. Los protagonistas encuentran una cueva donde se pueden cobijar. En esta cueva encuentran unas setas de gran tamaño. Uno de los terrícolas abre su paraguas; toma la raíz de una de ellas y se transforma en una seta gigante.

De pronto, un selenita (habitante de la Luna) aparece, los exploradores lo matan sin intención y el pueblo selenita desea vengarse por la muerte de su habitante. Segundos después aparece un gran número de selenitas con armas atacando a los astrónomos. Más habitantes del satélite aparecen obligándolos a que estos se rindan. La tribu de selenitas les presentan a su líder y el jefe de la tripulación mata a este.

De este modo, logran escapar de vuelta a la cápsula, mientras son perseguidos por los selenitas. Cinco de los astrónomos entran en la cápsula y el último utiliza una cuerda para inclinar la cápsula sobre la Tierra. Los selenitas intentan agarrar la cápsula a última hora y la empujan. La nave cae hacia un océano de la Tierra y la cápsula flota de nuevo a la superficie, donde son rescatados por barcos, remolcados en tierra y recibidos sanos y salvos en un emblemático desfile frente a una multitud entregada.

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