Estambul/EFE
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El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, regresó ayer al país tras una gira por el Magreb y ante miles de seguidores que lo esperaron en el aeropuerto de Estambul, declaró que las protestas antigubernamentales que iniciaron el 28 de mayo deben acabar “de inmediato”.
Erdogan enfrenta la mayor oleada de protestas en más de una década. Las manifestaciones iniciaron por la oposición de miles de turcos a los planes de destruir el parque Gezi, aledaño a la plaza Taksin y una de las pocas zonas verdes de Estambul, para erigir un centro comercial.
Desde Túnez, antes de su regreso a Turquía, Erdogan admitió que la respuesta policial puede haber sido excesiva, pero se negó a buscar una salida negociada a la situación. Además, acusó a los manifestantes de estar manipulados por personas “condenadas por actos de terrorismo” y “conocidos por los servicios secretos”.
La defensa contra la llegada de las excavadoras y el desalojo policial del campamento que protegía el parque en la madrugada del viernes 31 de mayo han aglutinado unas protestas extendidas ya por toda Turquía y saldadas hasta ahora con un policía y tres manifestantes muertos.
La insistencia de Erdogan de criminalizar el movimiento de protesta levantó preocupación entre los inversores, que temen que las protestas afecten a la economía turca, una de las más sólidas del G-20.
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