León Salvatierra
Uno de los epígrafes que se encuentra al principio del poemario de Rafael Mitre, La jauría (2012), es de Vincente Huidobro: “¿Cómo podré dormir mientras haya adentro/ tierras desconocidas?”.
Al inicio pensé que esa metáfora me anunciaba un yo poético ansioso por encontrarse a sí mismo, pero después me di cuenta que se trataba de otro fenómeno. Lo que anunciaba el epígrafe no era la “reconciliación”/reencuentro con un “yo” perdido (niñez, amor, unidad, certidumbre, etc.), sino más bien el conflicto de dicho reencuentro. Descubrir las tierras (des)conocidas es (re)conocer los pedazos de sí mismo.
Esos pedazos son la jauría que cada uno de nosotros trae por dentro, un grupo de instintos animales que nos acechan, a los que constantemente estamos tratando de evadir, porque desatarlos o enfrentarlos implicaría desatar nuestros deseos, miedos, memorias, imaginaciones e instintos más bajos. En el instante que la metáfora conlleva a dichos conflictos, invierte su función estética para empujarnos a nuestra dimensión política.
Entramos al poemario por la puerta de la estética y salimos de choque con la moral de la sociedad —por la puerta del patio— para replantearnos nuestra propia fe, ideologías, instituciones, relaciones sociales, etcétera. Dicho de otra manera, chocamos con nuestra dimensión política, incitada por la metáfora de La jauría .
LOS RASGOS HUMANOS
En efecto, esta obra nos presenta la posibilidad de descubrir en nosotros rasgos muy humanos, que el discurso social, cultural y religioso denomina, con frecuencia, como deformaciones y defectos morales; por ello, la sociedad nos ha enseñado, implícita o explícitamente, a cubrirlos o reprimirlos en el inconsciente.
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Revelarnos ante esta situación supone un descreer, una carencia de fe. Esto lo encontramos en el primer poema, que, a propósito se titula Jauría impía : “Soy el perro de mi sueño/ que crece en la calle/ mientras ando, / el perro ancestral que esperó/ naciera para morderme/ el perro pintado con crayolas/ que sirve de custodia a mi interior/ el alias que me saluda/ con un ladrido”. Estos nueve versos condensan la jauría del yo poético; lo que continúa es un ahondar en esos temores humanos, es enfrentar con honestidad esas deformaciones. En versos posteriores escribe Mitre “¿Cuánto tiempo pasé evadiéndome?”.
Enfrentarse a la jauría personal es experimentar la soledad, la ausencia; es el perro que muerde su cola en un vano intento por despulgarse; es ver un yo que se reconoce a sí mismo fragmentado y herido —de ahí que la focalización del poemario sea el mundo interior del yo—. Estamos ante un poeta lírico por excelencia, que se ve a sí mismo en lo que no está, lo que está pero solo en su huella, por esta razón el recurso poético que más predomina en la poesía de Mitre es la metáfora, cuya función es establecer nexos entre lo que está y lo que no está, opuesta a la metonimia, que es el recurso de la presencia, en el cual el significado se establece entre elementos que se relacionan por su proximidad.
La otra que se lleva
Rafael Mitre
Florecía y la cortaba
para llevársela como perfume.
Germinaba
y cuando crecía
la sesgaba para hacerla pan y llevársela.
Llovía
y juntaba sus manos
para dársela de beber o para que se mirara.
Llenaba todo
y las temperaturas de su alma
lo agitaban.
En su interior
ella se reproducía
a la misma velocidad
con que lo hacen las bacterias
y le dejaba en cama.
Él era como un carpintero
lleno de reglas y ripios;
entrando y saliendo
por los cristales de los automóviles.
No comprendía,
que aunque le llevara todo, no cabría nada,
que aunque la trajera del brazo, estaría ciega.
El mar
Rafael mitre
¿Qué manos mueven la tela del mar?
¿Qué viento ondea esa verdosa,
azul, bandera?
¿Qué noche aún
no se ha diluido de las gaviotas lejanas?
De esas llamas,
¿qué dirigibles sonrosados se elevan?
¿Quiénes tejieron los encajes de las olas?
¿quiénes han construido
esas etéreas tierras de sangre degradada?
¿Quién ha llorado tanto?
¿Quién ha bordado tantas estrellas en una caída de Sol?
¿quién le enseñó al mar su canción de cuna?
¿Soñará el mar guerras y naufragios?
O ¿su sueño es el sueño de sus víctimas?
¿De cuántos corazones
se sujetan las amarras del poniente?
¿Cuántos corazones marineros
se necesitan para hacer palpitar
la superficie del mar?
¿Los barcos de la noche son brasas del atardecer?
¿Se abren las puertas de las pupilas
y el mar trae,
entre escombros, el corazón a la arena?
¿Las olas son canes que muerden al aire,
al azul?
¿Por qué amansa el mar tanto a la arena?
¿por qué borra las huellas?
¿Comete el Sol un crimen que la noche limpia?
La Luna ha dejado una estela de marfil,
un frente de culebras ampas
se mueven desaforadas.
El mar es tan profundo
que los que se aman se olvidan
¿Cuánto oro es necesario para que nazca la noche?
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