Muchos artículos de opinión se han escrito en LA PRENSA sobre la educación en Nicaragua, pero son muy pocos los que realmente “tocan la llaga” del problema. Aparentemente, existe una concepción general de que la razón de que tengamos una educación retrógrada —sobre todo a nivel de preescolar y primaria— radica en que el gobierno no dispone de la capacidad financiera para cubrir los gastos o de asignar más presupuesto a este sector. No obstante, esta solo es una de las tantas variables que influyen en el progreso social-educativo del país.
Mucho más importante que el Gobierno y el presupuesto está en un primer lugar la construcción social que la población crea cuando se habla de educación. Me refiero al valor que las familias nicaragüenses le dan a la educación.
¿Realmente las familias nicaragüenses se preocupan por educarse o al menos de educar a sus hijos? ¿Le dan el valor que se merece? Evidentemente no. En Brasil se lanzó hace unos años una campaña que se titula “Todos Pela Educacao” (Todos por la Educación) la cual llevaba por consigna las siguientes palabras sencillas pero que resultaron ser efectivas: “Educacao, educacao, educacao”. Este movimiento, el cual se originó en la sociedad civil y el sector privado y que posteriormente fue adoptado por el gobierno, tenía como objetivo principal no solo recaudar fondos e invertir más en la educación; sino, de crear conciencia en la población de que la educación es esencial para el desarrollo social, económico y político del país y de vincular esta concienciación con un sentimiento nacionalista para así poder asociar la necesidad de educarse como un compromiso con la patria. ¿Cuáles fueron los resultados? Una población que valora la educación y que la reconocen como la vía más factible hacia el prosperar humano.
Habiendo dicho esto, es primordial que los nicaragüenses nos unamos y traigamos el tema de la educación a un plano trascendental, para que así logremos dar ese salto en materia de concienciar a la población a como lo hicieron nuestros compatriotas sudamericanos. Usando las palabras que el señor Carlos Tünnermann usó hace unas ediciones atrás en este mismo periódico, se necesita “anclar en la estructura mental” del nicaragüense el tema de la educación y su valor como camino hacia el progreso.
Desgraciadamente, nosotros los nicaragüenses tendemos a tener una mentalidad conformista y nos acostumbramos a estar en el mismo círculo vicioso de siempre. Es importante recalcar que no solo depende del Gobierno este compromiso sino también de la población en general. O bien, así como se dijo una vez: “La educación es algo demasiado importante como para dejarla en manos de los gobiernos”. Solo dándole la relevancia a la educación en un nivel nacional y extrapolando su principio con el sentimiento nacionalista es que lograremos darle realce a este tema fundamental.
Qué bonito sería ver que en las calles —en vez de haber tantas pancartas mercantilistas de productos o de empresas, o de pósteres que nos recuerden al pasado como “reconciliación, reconciliación, reconciliación”—, podamos ver una manta gigante que nos enseñe el futuro y que lea “educación, educación, educación”. El autor es Graduado es Ciencias Políticas.
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