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Iván de Jesús Pereira

Restauran en León la casa del magnicidio

De lo que hoy se conoce en León como el Parque de los Poetas ciento cincuenta varas al Norte, hay una vieja casona de siete puertas a la calle, que está siendo restaurada. Se trata de la antigua Casa del Obrero. Dicha casa que por muchos años ha pasado cerrada, o semiabandonada, carga a lo largo del tiempo los fantasmas tenebrosos de lo ocurrido en ella el 21 de septiembre de 1956, cuando el entonces presidente de la República Anastasio Somoza García, quien se encontraba celebrando su nueva candidatura presidencial, se encontró con la muerte, cuya guadaña usase la mano de un joven idealista y poeta, Rigoberto López Pérez, que había tomado la decisión de ofrecer su vida, con tal que Somoza desapareciese. esperanza

Como todo dictador, que siempre promete ser el garante del orden y del progreso, lo que hoy se conoce como la estabilidad, Somoza García al establecer un nuevo pacto social para cimentar su régimen había trabajado a los obreros y artesanos, trayéndoles al líder sindical mejicano Vicente Lombardo Toledano para prepararlos en la promulgación del primer Código del Trabajo, l que en su tiempo fue de vanguardia entre las legislaciones laborales del istmo, y abriéndoles clubes y casas del obrero que junto con las normales para preparar a los maestros, las escuelas nocturnas, y la Guardia Nacional, su academia, su club de clases, hospitales y periódicos, como el Diario Novedades, radiodifusoras como Estación X, jueces de mesta, capitanes de cañadas, y el ala femenina liberal, constituyeron, por años, el corazón de lo que existió en Nicaragua: un movimiento o agrupación humana, que respaldaba totalmente a su jefe y que se conoció como el somocismo.

Somoza García entró esa noche por la puerta principal, la más ancha de las siete, pletórico y confiado, a tal punto que no portaba ningún chaleco ni malla contra balas que lo protegiese. Iba acompañado de su esposa, Salvadora Debayle Sacasa, hermana mayor de Margarita (la del cuento de Rubén), y habiéndole donado en su administración, a la ciudad, el bello edificio de la universidad de estilo italiano y empezado a pavimentar sus calles, se sentía como en casa.

Rigoberto logró entrar al baile sin ser registrado, acompañado únicamente de su pequeña pistola 38 de cinco tiros, gato escondido; posiblemente su vieja amistad con el director del diario El Cronista, Rafael Corrales Rojas, le sirvió de sombra para no despertar sospechas. Su amigo Edwin Castro lo había introducido ante su padrino, el doctor Enoc Aguado Farfán (el mismo a quien Somoza le había robado la elección de 1947) quien lo financió y le extendió una carta de presentación ante los exilados nicaragüenses en El Salvador, hecho que hizo posible que el exteniente GN, Adolfo Alfaro, se convirtiese en su mentor y lo entrenase para ejecutar el plan que en el exilio salvadoreño había planeado: la muerte de Anastasio Somoza.

Rigoberto, además de ser un idealista y un poeta tenía en su personalidad la de ser todo un creyente confeso y de un amor a María, como lo comprueba su último escrito publicado días después del atentado (24 de septiembre de 1956) por el Diario de Hoy, titulado El Árbol : Sor Melancolía se miraba triste, porque su árbol, el arbolito aquel que sabía tantos secretos de su vida, amaneció, sin hojas sin flores y sin frutos… A él le hablaba de su patria lejana, de su familia y de “alguien” que a la Virgen María le llamaba “Mi Virgen” y “que una tarde se perdió en las sombras del dolor”.

De los cuatro impactos recibidos ninguno era mortal, como lo describe el estudiante de Medicina que fue el primero que lo atendió esa noche, el doctor Ramiro Abaunza, en su libro La banca del parque . Él estaba acostumbrado a tratar heridos de esa clase con los medios a su alcance. Lo que verdaderamente lo mata es el miedo y el pavor que inspira todo tirano, que paraliza a la gente que lo rodea, y fue el retraso en tomar las medidas correctas lo que llevó a la tumba a Somoza García.

De ahí, que la restauración de esa casa sea muy importante para León, para la historia de Nicaragua y para sus futuras generaciones. Se debiera de dar a hacer un mural que describa todos estos hechos. Un gran cuadro que sintetice el amor de estos hombres que le tuvieron a Nicaragua, la lección que nos dejan y que la vieja casona se convierta en un verdadero altar de sacrificio, que nos recuerde a todos lo que nos ha costado aspirar a tener una verdadera democracia.

El autor es abogado.

COMENTARIOS

  1. RECUERDO DE ¿CUAL DEMOCRACIA?
    Hace 11 años

    ¿Qué es una verdadera democracia? Sospecho que los nicas no saben la respuesta. Si se les pregunta qué es una república, tampoco lo saben. Y menos que sepan que significa ser un ciudadano. Lo digo porque al nica no le importa que lo obliguen a votar en plancha por los diputados, o que viole cotidianamente su Constitución o cualquier otra ley de la república, y menos le importa que entreguen la soberanía de su pís a un chino. Lo que quiere es su gallina y su lámina de zinc

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