Por Amalia del Cid
Pudo ser una “bravuconada”, como dijo el canciller tico Enrique Castillo. O tan solo una “hipótesis”, como luego explicó el asesor presidencial nicaragüense Bayardo Arce. Tal vez fue una estrategia para “desviar la opinión”, como analizó el experto en Relaciones Internacionales, Carlos Murillo Zamora, costarricense. De cualquier forma, las palabras “Guanacaste” y “Corte Internacional de Justicia”, pronunciadas en una misma frase en un discurso oficial de Daniel Ortega, presidente inconstitucional de Nicaragua, cayeron como piedras en el estanque de la historia y despertaron preocupaciones en Costa Rica.
El pasado martes 13 de agosto, en el acto del aniversario 33 de la Fuerza Naval del Ejército Nacional, Ortega insinuó que tal vez Nicaragua podría recuperar los 13 mil kilómetros cuadrados que oficialmente perdió el 15 de abril de 1858, cuando los territorios de Nicoya, Guanacaste y Santa Cruz fueron anexados a Costa Rica.
“Nosotros podríamos considerar dadas las circunstancias y que este es un tema que no ha sido debatido en la Corte, podríamos considerar llevar el caso a la Corte Internacional de Justicia. Eso le permitiría a Nicaragua recuperar un inmenso territorio, si la sentencia favoreciese a Nicaragua”, dijo.
En Costa Rica, la reacción de la mandataria Laura Chinchilla fue casi inmediata. Al día siguiente, en un corto, pero dramático discurso emitido desde la Casa Presidencial, advirtió: “No les quede la menor duda, a Guanacaste ¡no pasarán!”
El 15 de agosto Bayardo Arce, asesor económico del Gobierno de Nicaragua, salió al paso intentando calmar las pasiones. Dijo que Ortega nunca amenazó con recuperar Nicoya y Guanacaste, sino que habló de “forma hipotética” ante las frecuentes acusaciones de “expansionismo” llegadas desde San José. Pero de nada sirvió. Ya el gobierno de Chinchilla se había puesto en marcha. Literalmente.
El pasado jueves 22 de agosto, la presidenta encabezó la “Marcha por la patria” en rechazo a las “pretensiones” de Ortega, realizada en la ciudad de Nicoya, situada en la hoy costarricense “provincia de Guanacaste” que un día fuera el nicaragüense “partido de Nicoya”.
Ahí, el Concejo Municipal preguntó a los habitantes si deseaban ratificar el acta de anexión de 1824 y los alcaldes de la provincia firmaron un “manifiesto de reafirmación del acto de anexión”. Así recordaron ese 25 de julio en que el Ayuntamiento de Nicoya decidió unirse al vecino del sur, ante la situación convulsa de Nicaragua, por entonces inmersa en una guerra civil.
A raíz del discurso de Ortega, también han vuelto al escenario nombres como Tomás Martínez, Cleto Ordóñez, William Walker, José María Cañas y Juanito Mora, presidente y héroe tico que terminó sus días en el patíbulo. Todos protagonistas de una época de revueltas, rivalidades, guerras y maniobras políticas que culminaron en el cercenamiento de Nicaragua.
Timbucos y calandracas
El territorio de Nicoya fue descubierto en 1519 por dos lugartenientes de Pedrarias Dávila. Fue parte de Nicaragua de 1557 a 1588. Y desde el 23 de septiembre de 1786, cuando Carlos III dividió el Reino de Guatemala en cuatro Intendencias, constituyó un partido (lo que hoy sería un departamento o provincia) de Nicaragua, señala el historiador Jorge Eduardo Arellano en su artículo Cómo se apropió Costa Rica de Nicoya y Guanacaste .
Numerosos apuntes de historiadores de la época prueban que todo ese territorio era nicaragüense. Para muestra un botón, en el Diccionario Geográfico Americano, publicado en 1788, el geógrafo ecuatoriano Antonio de Alcedo afirma: “Nicoya es de corta extensión y se tiene por un partido de la provincia de Nicaragua”.
¿Cómo pasó a ser de Costa Rica? El punto de partida es el asalto del coronel Cleto Ordóñez al cuartel de Granada, el 23 de enero de 1823, considera Miguel Ángel Álvarez Lejarza, en su libro De cómo perdimos las provincias de Nicoya y Guanacaste .
Ordóñez se oponía a la intención de Agustín de Iturbide de anexar los cinco Estados de América Central al Imperio Mexicano. “Con el cuartelazo vinieron los reclutamientos, las contribuciones forzosas, persecuciones y todas las calamidades que producen esas revueltas, cayeron en especial sobre las provincias de oriente, y como Nicoya y Guanacaste pertenecían a esta sección tuvieron que ser incluidas en la vorágine”, explica Álvarez Lejarza.
Los nicoyanos, labriegos y pacíficos, huyeron hacia Costa Rica en busca de paz. Y como Nicaragua siguió en guerra, señala el escritor, entre los ticos y unos pocos nicoyanos empezó a germinar la idea de la anexión.
Ortega habló de “forma hipotética”, su “error de cálculo” fue haber mencionado a Guanacaste en público y en un acto oficial del Ejército de Nicaragua, señala De León. Pero un favor le hizo a Chinchilla, afirma, pues le dio la oportunidad de aparecer como la defensora de la soberanía costarricense.
En cambio, Carlos Murillo Zamora, analista costarricense, opina que Chinchilla ya no tiene nada que perder ni ganar, pues su gobierno ha tenido muchas fallas. Para él la preocupación del Estado de Costa Rica se debe a que Daniel Ortega es un presidente y el haber hablado de la Corte Internacional de Justicia en un acto oficial del Ejército le dio más solidez a sus palabras.
Considera que las declaraciones de Ortega corresponden a un “proyecto a gran escala” e indican que podría querer desviar la atención de “temas clave”. La preocupación de Nicaragua debe ser el caso de Colombia y no el de Costa Rica, puntualiza.
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Así, Costa Rica envió un emisario a Nicaragua, Mariano Montealegre, para tratar el delicado asunto de la mutilación del territorio nica. Contra toda lógica, le fue bien y volvió a su país con las promesas de los dos gobiernos nicaragüenses. Firmó tratados con los legitimistas de Granada y los democráticos de León. Conocidos luego como conservadores y liberales. Timbucos y calandracas.
En el artículo ocho del tratado granadino, firmado en agosto, se leía: “Conociendo que el partido de Nicoya, por su situación topográfica, puede recibir mayores ventajas del Gobierno de Costa Rica, a cuya provincia está contiguo, el Gobierno de Granada lo informará así a la Soberana Asamblea Constituyente para su determinación”, según datos del Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA) de la Universidad Centroamericana (UCA).
En el artículo 12 del tratado leonés, firmado en septiembre, se estipulaba: “Por lo que mira a la incorporación de Nicoya a la provincia de Costa Rica propuesta por su enviado, se aguarde la división de territorio que ha de hacer la Asamblea”.
La firma de estos tratados se debió a mucha miopía política, tanto de liberales como de conservadores. Rivas, Guanacaste y Santa Cruz estaban de parte del Gobierno de León y Nicoya del lado de Granada. Sin embargo, sin el apoyo de los otros pueblos, el gobierno granadino corría el riesgo de perder a Nicoya, por lo que prefería entregársela a Costa Rica.
Los tratados fueron determinantes el 9 de diciembre de 1825, cuando el Congreso Federal decretó la separación temporal del partido de Nicoya.
“Nicaragua ha salido mal en estos estira y encoge fronterizos, en mucho, por culpa nuestra; ya que somos una sociedad política sin cohesión; o mejor dicho, un pueblo enfrentado a sí mismo”, analiza hoy Orlando López Selva, docente de Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas en la Universidad Americana (UAM).
Persecución
“Costa Rica hizo toda una campaña, incluso forzando a los habitantes de esa zona que primero habían votado en contra de separarse de Nicaragua a votar en favor. Los ticos tienen que reconocer eso. Nunca te van a decir que Costa Rica tenía intenciones expansionistas”, apunta el historiador nicaragüenses Bayardo Cuadra.
Para él, lo que sucedió en el partido de Nicoya, conformado por los pueblos de Nicoya, Guanacaste y Santa Cruz, fue una réplica de lo que pasó en Tejas. “¿Cómo Tejas fue arrebatado a México? Los gringos empezaron a meter gente que eran colonos sajones y estos empezaron a sonar los tambores de independencia. Y dijeron que todos los pobladores habían decidido independizarse de México. Costa Rica hizo lo mismo”, explica Cuadra.
Eso explicaría el que no todos los nicoyanos hayan estado dispuestos a convertirse en costarricenses. El 5 de agosto de 1826 los habitantes de Santa Cruz pidieron al Gobierno Federal que derogara el decreto del 9 de diciembre. Y seis días después los guanacasteños hicieron lo mismo, en presencia del Ayuntamiento Municipal, reunidos en la iglesia parroquial.
Así inició una época de maltratos para los vecinos de Santa Cruz y Guanacaste de parte de las autoridades de Nicoya, por haber manifestado su deseo de volver a ser nicaragüenses, cuenta Álvarez Lejarza.
Las medidas ticas arreciaron cuando se tuvo noticias de que en enero de 1843, el nicaragüense Toribio Tijerino llegaría a San José para presentar una formal protesta por la retención de Nicoya.
El 24 de diciembre de 1842, un decreto firmado por José María Alfaro, jefe de Estado de Costa Rica, dictó “que todo el que, en cualquier punto del Estado, a presencia de tropas o de gente reunida con armas o sin ellas levantase la voz desconociendo al gobierno o alguna otra autoridad legítima de las que rigen el país (…) queda ipso facto fuera de la ley”. En consecuencia, “cualquiera puede quitarle la vida y el que lo verifique será gratificado”.
Se dispuso que al asesino le serían entregados 500 pesos del tesoro público y un empleo, narra Álvarez Lejarza. El partido de Nicoya continuó en manos de Costa Rica.
La Guerra Nacional
Para Chinchilla, las palabras de Ortega fueron un agravio a “la patria de don Juanito Mora”, héroe tico de la Guerra Nacional, una lucha que en 1856, pese a las diferencias políticas, unió a Centroamérica en contra de la ocupación de William Walker y sus filibusteros.
En esa guerra el ejército costarricense fue determinante, señala Bayardo Cuadra. Lo malo es que más allá de la expulsión de Walker, la intención de Juan Mora, entonces presidente de Costa Rica, era apropiarse de la Ruta del Canal por Nicaragua, a través del río San Juan, el lago Cocibolca y el Istmo de Rivas, subraya Adolfo Díaz Lacayo, en su libro Nicaragua, gobiernos, gobernantes y genealogías .
La prueba es que antes de la llegada de Walker a Nicaragua se había dado la Convención Crampton-Webster, suscrita en abril de 1852, entre representantes de los gobiernos de Inglaterra, Estados Unidos y Costa Rica, a espaldas de Nicaragua, con el fin de controlar el puerto de San Juan del Norte y la ruta canalera, apunta Cuadra.
Las intenciones de Mora se hicieron evidentes cuando una vez expulsado Walker, el general tico José María Cañas llamó a los generales nicaragüenses Tomás Martínez y Máximo Jerez para anunciarles que “la línea del Tránsito, la fortaleza del Castillo y los vapores del lago y río, quedarían en poder de las fuerzas de Costa Rica a fin de evitar otra invasión filibustera”.
De ahí se desgrana el famoso tratado de límites Jerez-Cañas, firmado el 15 de abril de 1858, cuando Nicaragua tenía una deuda moral por todos los ticos muertos en la guerra y un gobierno muy debilitado, dice Cuadra.
Pero no hay que perder de vista que ese tratado en realidad “es un contrato; tiene una prestación y una contraprestación”, subraya Norman Caldera, excanciller de Nicaragua, en su artículo Santa Cruz, Nicoya y Guanacaste .
Y explica que en ese tratado Nicaragua cesa en sus reclamos territoriales sobre la provincia de Guanacaste, le da a Costa Rica la posesión de la margen derecha del río San Juan desde tres millas inglesas río abajo del Castillo hasta la desembocadura, y el derecho de navegación con objetos de comercio, en el mismo tramo. Costa Rica, a su vez, reconoce la jurisdicción y soberanía de Nicaragua sobre el río San Juan, para que pueda ser la única dueña y administradora de la “Ruta del Tránsito” o del futuro Canal.
Fue al reiterado intento costarricense de incumplir con su parte del contrato que se refirió Daniel Ortega, cuando expresó que “la acción expansionista de Costa Rica podría llevar a una nueva demanda ante la Corte Internacional de Justicia para que nos devuelvan la prestación (Guanacaste) que entregamos a cambio del respeto a los derechos de Nicaragua”, aclara Caldera.
La Nicoya de hoy
“Dentro de los cánones de la sensatez, la buena vecindad y los preceptos del Derecho Internacional, no existen posibilidades de que se pueda recuperar el territorio de Guanacaste”, afirma Orlando López Selva, experto en Relaciones Internacionales.
Además, “no hay nada que hacer”, porque se trata de un tratado internacional que existe desde 1858 y nunca ha sido denunciado por Nicaragua, agrega Ricardo de León, decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Humanidades de la universidad American College.
Para Carlos Murillo Zamora, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de Costa Rica, no hay por qué remover algo que está resuelto desde hace 150 años. Y señala que, aunque el gobierno costarricense se ha tomado muy en serio las declaraciones de Ortega, puesto que las dio en un acto oficial, la población tica en general las toma “a chiste”. Desde hace mucho, dice, en Costa Rica se popularizó la frase: “Tenemos tres estaciones. La lluviosa, el verano y la de los problemas con Nicaragua”.
Hay que enseñar a las nuevas generaciones a que dejen atrás el pasado, considera el especialista.
La llamada “provincia de Guanacaste” comprende un territorio que antes era del “partido de Nicoya”. Y lo que hoy se conoce como Liberia es el antiguo Guanacaste. Miles de nicaragüenses habitan y sobreviven ahí.
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