Oscar M. Sobalvarro G.
Soy uno de los firmantes de los Acuerdos de Paz que se dieron en 1990, entre la Resistencia Nicaragüense y el Gobierno de doña Violeta Barrios de Chamorro.
Como tal, ante los últimos acontecimientos en el norte del país creo que nuevamente nos estamos acercando a acontecimientos similares a los de los años ochenta. Eso me hace recordar cómo se inició esa lucha, que desde su inicio el pueblo reconoció como justa y necesaria para librarnos de la opresión y la implementación de un sistema autoritario y totalitario en la región centroamericana.
Recuerdo que desde mi participación como fundador de uno de los primeros movimientos armados en aquella época, denominado Milpas, se nos llamó primeramente delincuentes, después guardias somocistas, mercenarios y finalmente contrarrevolucionarios. Con todos esos calificativos no pudieron esconder la realidad y triste historia que provocó el FSLN y que desembocó en la pérdida de más de cincuenta mil vidas, y provocó todo un desastre en la economía del país, además de la desintegración de la familia con el reclutamiento forzoso y el exilio de miles de nicaragüenses.
La causa que más incidió en que miles de campesinos se sumaran a la lucha armada fue la represión a personas civiles y la tortura. Y por supuesto el asesinato de civiles inocentes, todo con el argumento de que eran colaboradores de lo que el FSLN llamaba en esos momentos como grupos delincuenciales.
Ahora nuevamente volvemos a escuchar los mismos calificativos por parte de las fuerzas armadas como el Ejército y Policía Nacional (PN), escondiendo la verdad como que si fuéramos totalmente ajenos a los acontecimientos reales, específicamente los fraudes electorales que han dado lugar al principal descontento que vivimos los nicaragüenses y principalmente los campesinos. A esto se suma la falta de institucionalidad y de profesionalismo con el que actúan quienes son los responsables de impartir una justicia igualitaria sin distingos de colores, sexo, ideología política o religión.
Si bien es cierto que existen grupos delincuenciales en el campo ¿de quién es la responsabilidad de que estos existan? La respuesta es sencilla: primeramente del gobierno de turno, ya que tiene la responsabilidad de entender y dar respuesta a las demandas institucionales y sociales que aquejan a la mayoría de los nicaragüenses. Los órganos del Estado deben actuar como institución al servicio de los necesitados, no con revanchismo sino con profesionalismo, de acuerdo con la Constitución y las leyes que nos rigen a todos por igual. El rol de la PN es mantener el orden y la seguridad pública, pero eso no indica que están autorizados para la tortura o el irrespeto a la vida.
Otra pregunta que debemos hacernos es: ¿cómo la PN ha permitido la existencia de tantos grupos armados a los cuales ellos llaman delincuenciales si su rol es prevenir la delincuencia? ¿Cómo es que estos grupos armados están portando armas de guerra que deberían de estar bajo el control de las fuerzas armadas? Y, ¿cómo es que la Policía ya no tiene la capacidad de operar para controlar a estos grupos, mantener la seguridad y el orden público?
Sin explicación de nada, el Ejército ha tenido que involucrarse en el rol propio de la Policía y con poco profesionalismo y humanidad, ya que como consecuencia de su actuar están muriendo, por sus propias manos, civiles inocentes como es el reciente caso del joven Yairon Días Pastrana en el municipio de Pantasma, en Jinotega, y según sus familiares y población de esa localidad con señales de tortura.
En mi opinión, el Ejército debe admitir el error y corregirlo porque de no hacerlo continuará cometiendo esos mismos errores y otros que, como en el pasado, darán origen al crecimiento del descontento que se ha incrementado con el actual gobierno del FSLN. ¿O es que aunque predican la reconciliación y el perdón por los errores del pasado y la promesa del respeto a la Constitución Política, continuarán con su autoritarismo e irrespeto a las leyes?
De continuar así, podríamos la mayoría de los nicaragüenses asegurar que las consecuencias podrían ser las mismas de los años ochenta.
El autor fue el Comandante Rubén de la Resistencia Nicaragüense.
Ver en la versión impresa las páginas: 10 A