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El “fasci-quismo” del siglo XXI

Álvaro Taboada T.

Latinoamérica (pobre en contribuciones tecnológico-científicas) es rica en “originalidades” políticas, como el ecléctico fenómeno del “fasci-quismo”, creciente en algunos de sus países marginales: Mezcla de caciquismo, elementos fascistas-corporativistas reconfigurados para la ocasión, discurso clasista marxistoide, economía de libre mercado, teñida de corrupción multisectorial, todo englobado en “un proyecto socialista”.

Lo dicho amerita referirse brevemente al fascismo, doctrina mucho más compleja que el simplista uso del término, hoy reducido a violento epíteto contra cualquier acción autoritaria. Este simplismo, originalmente nacido en tiempos de la izquierda estalinista en lucha contra el nazi-fascismo, es inocentonamente repetido por elementos democráticos para denunciar crímenes tanto de la extrema derecha como de la izquierda “fascista”, aunque el fascismo (derrotado en el siglo XX) y el marxismo-leninismo fueron enemigos acérrimos. Algunas similitudes y diferencias entre ambas doctrinas se exponen brevísimamente de seguido, para luego tocar al fasci-quismo.

Las dos ideologías defienden la centralidad del Estado, producto de una superficial influencia hegeliana en el fascismo y de una profunda incorporación de Hegel (reinterpretado) en el marxismo. Pero hasta en el estatismo de ambas doctrinas hay enormes diferencias. Para el fascismo el Estado es la máxima creación histórica, la encarnación del espíritu nacional. (Expresaba Mussoulini: “Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada contra del Estado”). Contrariamente, según el marx-leninismo, el Estado es un instrumento clasista represor y hasta el Estado socialista desaparecerá (“será el último”) para dar paso a la fantasía “científica” del comunismo. De aquí los choques entre el nacionalismo fascista y el internacionalismo marx-leninista. Además, para el fascismo la vida (individual y colectiva) es lucha perpetua, constante, mientras el marxismo promete el idílico futuro comunista.

El fascismo consideraba al Estado como un cuerpo: cada órgano debía funcionar armoniosamente con el resto del corpus social. Por ello atacaba frontalmente la lucha de clases, idea fundamental del marxismo. Además, mientras el fascismo subrayaba las realidades espirituales (aunque hubiese sido para atraer a las masas de creyentes en Italia), el marx-leninismo es totalmente materialista y antireligioso. Sin embargo, ambas doctrinas coinciden en su radicalismo antidemocrático. Para el fascismo los representantes de la sociedad deben ser los distintos grupos funcionales, sujetos a la autoridad suprema del líder, encarnación del espíritu nacional, pretexto para entronizar a un dictador omnipotente. La “democracia burguesa”, proponente de la vida fácil, decadente e irresponsable, debía desaparecer. Ese odio antidemocrático del fascismo, (“una vía nueva, ni capitalista-liberal, ni comunista”, decían), también lo profesa el marxismo (cuyas “vanguardias del proletariado” resultaron el nido de una neoburguesía, multimillonaria tras el fracaso del experimento socialista).

¿Y cuál es la relación de todo lo dicho con el “novedoso” fasci-quismo? Hay varios puntos. Combina al caudillismo, que aunque es recurrente maleficio histórico latinoamericano, se cobija hoy con “moderna” verborrea clasista a la marxista; maldice al imperialismo y al neoliberalismo, pero su relativo éxito económico se debe a su macroeconomía neoliberal; intenta una semi-imitación del corporativismo, reorganizando a la sociedad por grupos funcionales (Estado, obreros, capital), pero sostiene que su meta es “el socialismo”, retóricamente marxistoide y por ende, anticorporativista. En la cumbre de todo esto: Duces tropicales menores, sin una Roma que intentar revivir, ni un futuro promisorio dentro de este extraño híbrido político. ¡Fuera organizaciones de la sociedad civil, partidos políticos, salvo como parapetos electoreros! ¡Fuera libertades y división de poderes, esencia del sistema democrático! En resumen, el fasci-quismo es un enrevesado y oportunista multi-injerto político-ideológico, cuya perdurabilidad luce, por encima del corto plazo, muy incierta. El autor es doctor (Ph.D) en Estudios Internacionales.

Opinión fascismo política archivo

COMENTARIOS

  1. RAD
    Hace 10 años

    Es una torpe obra de teatro, que solo los idiotas sin cerebro ni visión celebran y más que celebrar la obra, celebran la pusilanime renta parasitaria que reciben. Pero asi como existen estos idiotas, hay una sociedad complaciente que por más que se golpee el pecho exigiendo libertad, por su carencia de patriotismo y amor a la patria han dejado que sus naciones vivan en permanente secuestro.

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