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Yo, Aedes: Perfil de un mosquito

Soy de esas hembras que da todo por sus crías. Hasta la vida. Y por ellos, por mis descendientes, soy capaz de todo. Hasta de quitarte la vida. No lo dudés. Sabés que soy capaz de eso y lo he hecho así por siempre. Así es mi historia desde el principio de los tiempos y así será, quizás, hasta el final de los tiempos.

“Dengue”: palabra swahili originada entre los esclavos caribeños para denominar el malestar con calentura surgido en las plantaciones agrícolas a inicios del siglo XIX cuando emigró el dengue de África hacia América.

Inicialmente llamaban “dinga” o “dyenga” a este cuadro febril. Tomado de la frase “ki denga pepo” que significa “ataque repentino causado por un espíritu malo”.

La mosquito hembra busca en la sangre humana el animoácido isoleucina, para proveer a sus huevos de nutrientes proteínicos contenidos en la sangre.

Un estudio científico realizado en Nicaragua halló que la prevalencia de casos de dengue entre la niñez es en realidad veinte veces más alta de lo que revela el Programa Nacional de Vigilancia Epidemiológica del Ministerio de Salud.

L a investigación, publicada en marzo en la revista PLOS Neglected Tropical Diseases, estimó además que entre los adultos el subregistro de casos es aún mayor. “Es menos probable que los adultos busquen atención médica y, por lo tanto, muchos casos no son identificados por el monitoreo nacional”, explicó al sitio SciDev.Net la médico Eva Harris, coautora del estudio e investigadora de la Universidad de California, Berkeley.

Los investigadores Eva Harris y Katherine Standish estudiaron a más de 3,500 niños de entre dos y doce años que se atendieron en el centro de salud Sócrates Flores Vivas, ubicado en el barrio Santa Ana, entre 2004 y 2008.

Luego compararon esa información con datos recolectados por el Minsa mediante los reportes estadísticos oficiales que hacían los médicos de todo el país y que se publicaban mensualmente en la página web de la institución.

Así, mientras los investigadores registraron entre 13 y 65 casos confirmados de dengue por año en una cohorte de 3,700 participantes, el Minsa detectó entre 0 y 51 casos.

Esto supone una incidencia de entre 343 y 1,759 casos de dengue cada 100,000 personas para el estudio, frente a entre 21 a 77 casos cada 100,000 habitantes para el PNVE.

Por lo tanto, dicen los autores, hay entre 14 y 28 veces más casos de dengue pediátrico por año cada 100,000 personas, con una media de 21.3 veces más.

A lo largo de la historia, la figura del mosquito ha estado relacionado con guerras y desastres. La fiebre amarilla fue el gran aliado de Haití en su lucha por la independencia de Francia, pues cuando Napoleón decidió enviar su ejército para controlar la revuelta de esclavos, historiadores estiman que entre 35,000 y 45,000 soldados cayeron abatidos por esta enfermedad.

Casi 100 años después de la derrota de Napoleón, los franceses volvían a ser derrotados por la enfermedad. Sus esfuerzos por construir un canal en Panamá se fueron al trasto en parte por la alta incidencia de fiebre amarilla y malaria. Igual ocurrió en Vietnam con los franceses durante la Guerra de Indochina entre 1945 y 1954, los mosquitos acabaron con miles de soldados galos al contagiarlos de malaria, dengue y fiebre amarilla. Antes, debido al alto número de muertes por fiebre amarilla durante las guerras de EE. UU. con el Reino de España a finales del siglo XIX, los médicos del ejército empezaron a investigar sobre esta enfermedad. Así fue como el médico Walter Reed fue enviado a Cuba y retomó la investigación del médico cubano Carlos J. Finley y Barrés, quien descubrió al Aedes como vector de la fiebre amarilla en 1881.

Las recomendaciones de Finley fueron aplicadas para que La Habana fuera la primera ciudad del mundo en erradicar la fiebre amarilla que provocaba el mosquito Aedes. Acabada la fiebre amarilla como amenaza, comenzó la era del dengue. Después de la Segunda Guerra Mundial, muchas naciones empezaron a sufrir epidemias de dengue. La Organización Mundial de la Salud investigó y descubrió que la movilización de miles de barcos, aviones y tropas de guerra durante el conflicto, expandió larvas y huevos del Aedes por el mundo.

Soy de esas hembras que da todo por sus crías. Hasta la vida. Y por ellos, por mis descendientes, soy capaz de todo. Hasta de quitarte la vida. No lo dudés. Sabés que soy capaz de eso y lo he hecho así por siempre. Así es mi historia desde el principio de los tiempos y así será, quizás, hasta el final de los tiempos.

Pero dudo que algún día, por mucha guerra que me declaren, desaparezca de este mundo. Al contrario, dicen los científicos que me persiguen, que me estudian, que mi organismo podría estar cambiando, fortaleciéndose. Cosas de cambio climático, dicen.

Pero no hablemos de pasados ni futuros, hablemos hoy de mí. Soy Aedes Aegypti. Vulgarmente me llaman zancudo en Nicaragua y mosquito en el mundo. Vine de África a América hace 500 años.

Me odian en todas partes desde que un médico cubano “nos descubrió” como causantes de la peste de la fiebre amarilla en 1881. Te diré por qué y vos lo sabés: me alimento de tu sangre y la de tus hijos para formar mis huevos, criar mi familia, y en esa búsqueda diaria, donde miles morimos a diario por químicos o por aplastamiento, te contagiaré del dengue o de otra cosa, fiebre amarilla o encefalitis.

Ahora es más común el dengue y ya te hablaré de él, pero hace dos siglos, cuando me “descubrieron” en Cuba, nuestra saliva provocaba mortandades por fiebre amarilla y la malaria. Acabamos a poblados enteros y a ejércitos completos.

No les declaramos guerra ni nada de eso, solo picábamos para comer y dicen que en nuestros “picos” cargamos más de 200,000 bacterias y virus que inoculamos a tus venas cuando saciamos el hambre con tu sangre.

Ahora es más el dengue. Es la amenaza del siglo. Te picamos y luego viene el ciclo que ya habrás oído en las radios, en las noticias: enfermarás, sufrirás mucho y si no te cuidan bien, morirás.

No nos culpen, los mosquitos no tenemos sentimientos, no somos seres con resentimientos y odio como los humanos. Somos seres de instintos básicos, tenemos hambre, buscamos comida y así vivimos o morimos, aplastados o intoxicados por el químico que por muchas décadas nos han lanzado para acabarnos sin éxito. Es nuestra naturaleza.

Te lo pueden explicar otros parientes míos. Preguntale al “Tigre Asiático” que ahora nos visita. O al mismo abuelo Anófeles, quien ha hecho historia con su malaria. Solo están aquí para vivir a como la naturaleza manda, pero si vos nos dejás entrar a casa, viviremos con vos y comeremos de ti.

De hecho, ni siquiera preferimos a los humanos; si nos alimentamos de ustedes, es porque son más en este mundo animal, pero igual bebemos la sangre de una rata, de un perro, de un ave, de un insecto, cualquier ser viviente con sangre corriendo por su organismo.

Somos duros de morir. Andá, ve las páginas de las historias e indagá un poco sobre la rudeza de nuestra raza. Estamos conviviendo en este mundo desde antes que ustedes vinieran a él. Hasta una película han hecho donde damos fe de nuestra existencia en el mundo prehistórico, con los dinosaurios, eran nuestros abuelos mosquitos hace 250 millones de años, pero apenas nos acaban de “descubrir” hasta hace apenas menos de 200 años.

¿Sabés que casi somos eternos? Nos perpetuamos en un ciclo de vida que abarca la vida del ser humano y mi familia se extiende en centros urbanos de climas tropicales de todo el planeta.

Ahora teme a esto: el clima tropical ya no es propio de los países cálidos, ahora con esos cambios climáticos que anuncian por ahí, hemos sido invitados a naciones donde antes no existíamos y ahora oirás de mi donde nunca habías oído. Sino pregunta en Texas, Estados Unidos: epidemias en 1980, 1986, 1995, 1997 y 2005.

Basta un huevo mío en cualquier gota de agua, para generar poblaciones de hasta 10,000 de nosotros en tres kilómetros a la redonda.

¿Sabes algo? No infectamos por placer ni por maldad. Nos volvemos infectantes entre 8 y 12 días después de alimentarnos con sangre humana y lo seguiremos siendo hasta el resto de nuestras vidas de treinta días, más o menos.

Una vez contaminados, nada nos puede quitar el virus. Morimos con él y al final solo quedan nuestros huevos, ahí en tu casa, en ese florero, en ese barril donde guardas el agua con que cocinás tu alimentos, la misma agua que sacia tu sed y lava tu ropa.

De unos años acá, nos hemos vuelto más, como la raza humana que no para de crecer. Y si habemos más, y ustedes son más, nos alimentaremos más.

Dicen que nuestra forma de vida ha provocado epidemias de 2007 a la fecha en Asia, Camboya, China. Filipinas, India, Indonesia, Malasia, Maldivas, Myanmar, Nueva Caledonia, Paquistán, República Democrática Popular de Laos, Singapur, Sri Lanka, Tahití, Tailandia y Viet Nam), en América nos acusan de matar gente en Brasil, Colombia, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala Guyana Francesa, Honduras, Nicaragua, Puerto Rico, Suriname y Venezuela.

¿Tienes idea por qué causamos pánico y terror? Porque dicen que nuestra picadura es potencialmente más mortal en niñas menores de 15 años: dos tercios de las víctimas mortales que nos achacan son mujeres menores de 15 años.

No es nada personal contra ellas. En la naturaleza nada es personal. Es solo que los científicos sospechan que las hormonas femeninas nos atraen con su olor y porque los niños tienen menos habilidades para detectarnos y aplastarnos con las palmas como vos lo hacés. Comida fácil para nosotros si vos no los cuidás.

No vayas lejos: acá mismo en tu país, en nuestro país porque acá vivo, las cifras dicen que la mayoría de muertes son jóvenes y sobre todo, mujeres. Es terrible si lo ves desde tu visión humana, pero a nosotros no nos importa, solo vivimos a como la naturaleza nos diseñó y en el medio que ustedes nos han estado brindando: dame más lugares donde poner mis huevos y me verás siempre ahí.

Una vez, creo que en 1996, el doctor Vicente Maltez le preguntó al especialista en enfermedades tropicales, Gustavo Kouri, del Instituto de Medicina Tropical “Pedro Kourí” de La Habana, dónde estaba el enemigo, es decir nosotros y él respondió: “El enemigo está en tu hogar. Tú duermes con el enemigo”.

Y es verdad, dormimos con vos, pero no somos tu enemigo. Somos tus huéspedes. Vivimos en tu agua, en tu casa, en donde nos permitís vivir.

La investigación, publicada en marzo en la revista PLOS Neglected Tropical Diseases, estimó además que entre los adultos el subregistro de casos es aún mayor. “Es menos probable que los adultos busquen atención médica y, por lo tanto, muchos casos no son identificados por el monitoreo nacional”, explicó al sitio SciDev.Net la médico Eva Harris, coautora del estudio e investigadora de la Universidad de California, Berkeley.

Los investigadores Eva Harris y Katherine Standish estudiaron a más de 3,500 niños de entre dos y doce años que se atendieron en el centro de salud Sócrates Flores Vivas, ubicado en el barrio Santa Ana, entre 2004 y 2008. Luego compararon esa información con datos recolectados por el Minsa mediante los reportes estadísticos oficiales que hacían los médicos de todo el país y que se publicaban mensualmente en la página web de la institución. Así, mientras los investigadores registraron entre 13 y 65 casos confirmados de dengue por año en una cohorte de 3,700 participantes, el Minsa detectó entre 0 y 51 casos. Esto supone una incidencia de entre 343 y 1,759 casos de dengue cada 100,000 personas para el estudio, frente a entre 21 a 77 casos cada 100,000 habitantes para el PNVE. Por lo tanto, dicen los autores, hay entre 14 y 28 veces más casos de dengue pediátrico por año cada 100,000 personas, con una media de 21.3 veces más.

lo largo de la historia, la figura del mosquito ha estado relacionado con guerras y desastres. La fiebre amarilla fue el gran aliado de Haití en su lucha por la independencia de Francia, pues cuando Napoleón decidió enviar su ejército para controlar la revuelta de esclavos, historiadores estiman que entre 35,000 y 45,000 soldados cayeron abatidos por esta enfermedad. Casi 100 años después de la derrota de Napoleón, los franceses volvían a ser derrotados por la enfermedad. Sus esfuerzos por construir un canal en Panamá se fueron al trasto en parte por la alta incidencia de fiebre amarilla y malaria. Igual ocurrió en Vietnam con los franceses durante la Guerra de Indochina entre 1945 y 1954, los mosquitos acabaron con miles de soldados galos al contagiarlos de malaria, dengue y fiebre amarilla. Antes, debido al alto número de muertes por fiebre amarilla durante las guerras de EE. UU. con el Reino de España a finales del siglo XIX, los médicos del ejército empezaron a investigar sobre esta enfermedad. Así fue como el médico Walter Reed fue enviado a Cuba y retomó la investigación del médico cubano Carlos J. Finley y Barrés, quien descubrió al Aedes como vector de la fiebre amarilla en 1881.

Las recomendaciones de Finley fueron aplicadas para que La Habana fuera la primera ciudad del mundo en erradicar la fiebre amarilla que provocaba el mosquito Aedes. Acabada la fiebre amarilla como amenaza, comenzó la era del dengue. Después de la Segunda Guerra Mundial, muchas naciones empezaron a sufrir epidemias de dengue. La Organización Mundial de la Salud investigó y descubrió que la movilización de miles de barcos, aviones y tropas de guerra durante el conflicto, expandió larvas y huevos del Aedes por el mundo.

Una vez que la hembra del mosquito extrae sangre, suele buscar agua limpia para depositar sus huevos, en un radio de hasta tres kilómetros. la prensa/thinkstock

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