“A los 7 años comencé a usar mi boca para pintar”, recuerda Manuel Antonio Rivera Ortega, quien nació parapléjico.
Con su boca aprendió a manipular lapiceros, pinceles, celulares, llamar y navegar en internet, y levantar sillas plásticas.
Pintar es también transmitir el amor verdadero, hacia ti mismo y a los que están alrededor para que te quieran. Es aceptarse a como lo he hecho a los 47 años, en una silla de ruedas.
Cuando me pongo a dibujar e inventar colores descubro que uno no deja nunca de aprender. A Dios gracias que tengo a mis hijas de motor, a Dios gracias, otros que no las tienen. Uno de mis proyectos es dar clases a los discapacitados, a la niñez y jovencitos con talentos.
Esa es mi intención y que el Gobierno me dé un local para transmitir mis conocimientos y experiencias”.
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En los años ochenta fue becado en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, cuyo director era Pedro Vargas. Uno de sus maestros fue Óscar Rodríguez, y sus dos primeros trabajos lo adquirieron Carlos Tünnermann y la poeta Rosario Murillo.
Se lamenta que hasta que un pintor muere sus obras tienen valor. “Yo tengo cáncer en los huesos”, confiesa. Eso lo hace pasar una temporada en Estados Unidos en busca de tratamiento.
“Vos no ves ningún cuadro colgado aquí en mi casa, pero he estado en contacto con los que han adquirido mis obras, y es probable que en el transcurso de este año salga mi libro, Conversando con mi madre”.
“En él estarán todas mis vivencias, logros, desamores, y fotografías de mis cuadros. A la edad que tengo quiero dejar mi legado como pintor y productor”, confiesa.
Además de pintar, Rivera, dirige el programa El que persevera alcanza, donde presenta historias de personas discapacitadas. El programa se transmite en el Canal 6 de televisión, los martes a las 8:00 p.m., en el segmento Salud.
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