Geraldina González C.
Iniciar la vida escolar, ya sea la primera vez o cuando se avanza un grado más, es un reto que no solo involucra a los estudiantes, sino también a los maestros y principalmente a los padres de familia, quienes juegan un papel importante a lo largo de esta etapa de los hijos.
Cuando se trata de la primera vez que los niños asistirán a clases, ya sea por cambio de colegio o porque apenas empezarán la educación preescolar, el acompañamiento y la motivación por parte de los padres es fundamental para facilitarles ese proceso de transición.
Según la psicóloga Leyla Montes, del Liceo Franciscano, los padres deben preparar psicológicamente a los niños para que tengan una actitud positiva ante los cambios que enfrentarán, pues les tocará interactuar con otros niños y realizar las actividades orientadas por los docentes.
Cuando se trata de los niños más pequeños, que iniciarán la educación preescolar, la psicóloga sostiene que la motivación no tiene que venir solamente de los padres de familia, sino también de todos los miembros del hogar, haciéndole ver al niño que el ingreso a clases es divertido, que hará amiguitos, jugarán y que las clases son dinámicas, todo girando en torno a que su actividad rectora, en este caso el juego, en la etapa preescolar no cambiará.
Este proceso de transición puede facilitarse cuando los padres no permiten que el niño se sienta solo, sino que le brindan seguridad para enfrentar ese nuevo mundo.
Esa seguridad también debe ser transmitida por los docentes del colegio al que el niño asistirá.
¿El mejor colegio?
Escoger el centro educativo en donde se formarán los pequeños va más allá de simplemente conocer el renombre que este tenga. Aspectos como la metodología de trabajo y las instalaciones se deben tomar en cuenta.
Para la profesora Lesly Gurdián, coordinadora de preescolar del Liceo Franciscano, durante esta etapa se trabajan las áreas el área psicomotoras, cognoscitivas de español y matemática, expresión y comunicación y el área socioafectiva.
“Cuando los padres vienen con los niños, yo trato de ‘enamorar’ al niño. Le pregunto si le gustó el colegio, si quiere venir y le digo también que lo estaremos esperando. Trato de brindarle seguridad y confianza a él”, comparte Gurdián.
Para la psicóloga Leyla Montes, también es válido valorar la distancia en que se encuentra ubicado el colegio, la calidad de la educación y que los niños conozcan las instalaciones y manifiesten su apreciación.
El primer día de clases es probable que algunos niños lloren cuando los padres los dejan en el colegio. Según Gurdián, eso es parte de un proceso de adaptación, pues el niño está acostumbrado a estar en casa donde ha adquirido sus primeros conocimientos.
“Los padres de familia deben preparar a los niños en casa, hablarles sobre el colegio y los amigos que hará. Son muchas cosas que se le tienen que decir a los niños de forma positiva para transmitirle seguridad. La primera escuela es el hogar”, señala la profesora.
Merienda nutritiva
Así como la calidad de la educación es importante, cuidar de su alimentación durante las horas de estudio también lo es.
La máster Ligia Pasquier, especialista en nutrición, explica que el objetivo de la merienda es garantizar energía y nutrientes necesarios para un sobre esfuerzo físico e intelectual, porque los niños están en constante movimiento, juegan y necesitan nutrientes para su buen rendimiento.
“Lo ideal es que la merienda cubra de un 10 a un 15 por ciento del total de las calorías que necesita el niño. En niños de dos a tres años, pueden ser entre 1,200 y 1,500 calorías diarias. Entre los tres y ocho años, pueden ser 1,800 calorías, y los niños más grandes e incluso los adolescentes pueden llegar a requerir 2,500 calorías”, detalla Pasquier.
La merienda debe incluir alimentos nutritivos, tales como: frutas naturales, jugos de frutas, leche descremada, cereales, galletas dulces que no contengan cubierta cremosa, emparedados, pan con jalea o mermelada, entre otros alimentos que aporten nutrientes a su organismo.
“Si se incluyen alimentos industrializados se debe revisar la etiqueta, verificar que no estén cargados de calorías, sal, aditivos y colorantes. Si la merienda está cargada de calorías podría provocar que los niños no cubran el siguiente tiempo de comida”, explica la especialista en nutrición.
Agrega que es importante valorar el estado nutricional del niño. Si tiene bajo peso, la merienda se puede reforzar con alimentos que aporten más calorías, pero si el niño tiene sobrepeso u obesidad tenemos que escoger alimentos que tengan bajo aporte calórico como las frutas.
“La merienda puede compensar lo que el niño no comió en el desayuno, pero nunca lo sustituirá. Es la oportunidad que tienen los padres de familia de sentar las bases para los buenos hábitos alimenticios”, enfatiza Pasquier.
Una merienda promedio para un niño en edad preescolar puede incluir cajitas de leche, yogourt, gelatina, emparedados. Hay que evitar alimentos de consistencia muy dura o aquellos que puedan provocarles asfixia.
Para niños entre tres y ocho años, además de los alimentos anteriores, se puede incluir algunas semillas de maní simple, semillas de almendras o cajitas de pasas.
Para los adolescentes se recomiendan porciones de frutas, emparedados, jugos de frutas y algunas barras energéticas que combinan chocolates con cereal, pues ellos ya requieren más calorías, por eso su merienda puede tener hasta 300 calorías.
La combinación perfecta entre una alimentación balanceada, un ambiente agradable y apoyar a los hijos en el proceso de formación escolar son los elementos claves del éxito académico de los niños, niñas y adolescentes.